El Alfa supremo y la Omega

Capítulo 78: El Milagro de la Luna y la Caída de la Sombra.

**********

Ángel, cegado por una furia que quemaba su alma, se abalanzó sobre Jennifer. Sus manos se cerraron alrededor del cuello de la bruja con una fuerza que prometía un final rápido y brutal. Jennifer, ahogándose, soltó rápidamente a la Luna Ángela, quien cayó al suelo, recuperando el aliento con dificultad. La bruja se arrodilló ante Ángel, el terror grabado en su rostro, y empezó a rogar por su perdón, suplicando por su vida.

Ángel estaba a punto de lanzarse sobre ella nuevamente, de acabar con su existencia de una vez por todas. Su lobo, un torbellino de rabia, aullaba desesperado por lograr su cometido, por desatar toda su furia. Pero antes de que pudiera actuar, Samanta, la bruja mayor, se acercó tranquilamente hasta donde estaba Milagro. Ignoró todo el caos que se desataba a su alrededor y colocó su mano sobre el vientre de la loba herida. Luego, con una mirada profunda, llamó a Ángel, tomó su mano con suavidad y la posó junto a la suya, sobre el abdomen de Milagro.

Una intensa luz blanca, pura y resplandeciente, comenzó a emanar del cuerpo de Milagro. Todos observaron en silencio absoluto, sus ojos fijos en el milagro que se desplegaba.

La luz la rodeó por completo, envolviéndola en un aura celestial, elevándola levemente del sofá. Su cuerpo, aún de loba, comenzó a brillar con una intensidad cegadora y a tomar forma humana mientras ascendía suavemente hacia el techo, como si fuera guiada por una fuerza divina. La figura imponente de la loba se disolvió y en su lugar, una mujer descendió suavemente, cayendo de nuevo sobre el mueble.

Era Milagro. Estaba sana, su piel radiante, su respiración tranquila y serena. Sus ojos, antes llenos de dolor, ahora estaban cerrados en una paz profunda. Viva.

—No… —gimió Jennifer, su voz un lamento gutural, mientras se levantaba del suelo, el horror tiñendo su rostro—. ¡¡NOOOOO!!

Jennifer se llevó las manos a la cabeza, sus dedos enredándose en su cabello, gritando de rabia y desesperación, su plan desmoronándose ante sus ojos.

—¡Ella debió morir! —chilló, su voz desgarrada—. ¡Mi hija debía ser tu esposa! ¡HE HECHO TODO POR ESTO! ¡¡TODO!! ¡Y AHORA TODO ES UN FRACASO! ¡Un maldito fracaso!

Estefanía la miraba con lágrimas en los ojos, su alma rota por la revelación. Se acercó lentamente, negando con la cabeza, la incredulidad y el dolor marcando su rostro.

—Madre… —susurró, su voz apenas un hilo, pero cargada de una verdad amarga—. Ya veo por qué me hiciste ese corte en el cuello en el bosque y luego empezaste a gritar por auxilio. Tú sabías que Ángel pasaba por ese lugar, que él nos ayudaría, que nos llevaría a su manada. En ese entonces tú sabías quién era él, ¿cierto? Por eso hiciste lo que hiciste. Me dijiste que sin querer me habías cortado el cuello cuando lo hiciste adrede. Casi matas a tu propia hija por poder.

Jennifer escuchó a su hija, y en lugar de remordimiento, una carcajada estridente y desquiciada salió de sus labios.

—¿Qué estúpida eres? —dijo la bruja en voz alta, la crueldad en sus ojos—. ¡Por supuesto que para tener todo el poder que merezco sería capaz de sacrificar a mi propia hija! ¡Sacrificaría a cualquiera!

Estefanía al escucharla, el último vestigio de esperanza en su madre se hizo pedazos. Rompió en llanto, lágrimas amargas deslizándose por sus mejillas.

Jennifer no tuvo tiempo de reaccionar. Ángel se lanzó hacia ella, la tomó del cuello con una fuerza que no había usado jamás, una furia divina. La bruja comenzó a patalear, sus ojos saliéndose de las órbitas, suplicando en vano.

—¡Por favor! ¡Por favor, no me mates! ¡Todo lo hice por amor! —mintió, desesperada.

En ese momento, Samanta se acercó con calma, su presencia irradiando una autoridad serena. Puso una mano sobre el hombro del Alfa.

—Basta… yo me encargaré de esto.

Le tocó la frente, y Ángel, como hipnotizado por la autoridad de la bruja mayor, soltó a Jennifer y dio un paso atrás, su furia aún latente pero contenida. Entonces Samanta colocó su mano sobre la cabeza de la bruja, cerrando los ojos en concentración, yá minutos antes había dejado él poder cautivo de teletransportación de Jennifer, para que ella no pudiera escapar.

Milagro también se acercó, ya que Samanta la estaba llamando con la mirada. Aún débil, arrastró su cuerpo hasta ponerse de pie junto a la bruja anciana. Ambas, con una conexión silenciosa, colocaron sus manos sobre el cuerpo de la bruja.

Jennifer gritó con fuerza, un alarido de terror y dolor, pero fue inútil. Samanta y Milagro comenzaron a absorber toda su energía, toda su magia, todo su poder. La energía oscura y corrupta de Jennifer salió por sus ojos, su boca, sus manos… como un humo negro, y fue tragada por Samanta, purificada por su magia. El cuerpo de Jennifer se fue encogiendo, secando, consumiendo, hasta convertirse en algo apenas reconocible.

En cuestión de segundos, no quedó más que una figura marchita, una momia sin alma, un cascarón vacío.

Silencio. Un silencio denso y abrumador llenó la sala.

Estefanía cayó de rodillas, sollozando, la imagen de su madre, ahora un despojo, grabada en su retina.

—Era… mi madre… —dijo entre lágrimas, su voz un murmullo desgarrador—. Pero también fue… mi verdugo. Ella me hizo sufrir… por poder.

Nadie respondió. Todos estaban impactados, asimilando la magnitud de la traición y la justicia sombría que acababan de presenciar.

Ángel cerró los ojos con fuerza. Ahora lo comprendía todo, la verdad cayendo como una avalancha. Jennifer había herido a Estefanía en el bosque, solo para obligarlo a aceptar a ambas en la manada. Había manipulado, mentido y traicionado a todos, incluso usándolo a él como carnada emocional para su hija. Y él… él había jugado el mismo juego, utilizando a Estefanía para despertar celos en Milagro. Nunca la amó. Nunca sintió por Estefanía más que una herramienta.

Solo había amado a una persona en toda su vida.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.