El Alfa Y La Omega

Capítulo 10 - El Peso del Alfa

Liam.

La puerta del auto se cerró con un golpe seco, y el silencio dentro del vehículo fue roto solo por el leve zumbido del motor y los gruñidos que escapaban de mi garganta sin que pudiera controlarlos. Sophia estaba a mi lado, su cuerpo rígido, sus ojos fijos en la ventana como si pudiera escapar de mí con solo mirar el paisaje nocturno. Mi loba interior rugía, un torbellino de instinto y frustración que me costaba mantener a raya. Había cometido un error, un error que ahora amenazaba con destruirla y a mí.

Cuando pronunció esas palabras "aceptar tu rechazo" algo se rompió dentro de mí. No lo pensé; actué. La besé, un acto desesperado para silenciarla, para detenerla antes de que sellara su destino. Y el suyo era inseparable del mío, aunque ella no lo entendiera aún. Mi mano aún ardía donde había tocado su rostro, y el sabor de sus labios permanecía en los míos, un recordatorio de lo que había estado negando durante demasiado tiempo.

—Llévanos a casa, ahora. — ordené al chofer, mi voz más un gruñido que palabras humanas. Mis ojos dorados, reflejo de mi lobo al borde del control, no podían apartarse de ella.

Sophia apartó la mirada, y eso me dolió más de lo que estaba dispuesto a admitir. ¿Qué estaba pensando? ¿Realmente creía que podía dejarla ir, que podía sobrevivir sin mí? No. Ella era mía, lo había sido desde el momento en que la Diosa Luna la puso en mi camino, aunque mi orgullo y mi miedo me habían cegado.

El trayecto fue un tormento.

Sus gruñidos llenaban el aire, un eco de la batalla interna que libraba. Quería explicarle, hacerle entender, pero las palabras se atascaban en mi garganta. ¿Cómo le decía que su rechazo me había herido tanto como el mío la había herido a ella? Que cada día desde que la aparté, mi lobo me había castigado con un vacío que no podía llenar. Pero ahora, verla tan decidida a alejarse, a aceptar esa sentencia que la debilitaría hasta la muerte, encendió algo en mí. No podía perderla. No la perdería.

Cuando el auto se detuvo frente a la casa, la ayudé a bajar, aunque ella se resistió. Su fuerza era frágil comparada con la mía, pero había una determinación en sus ojos que me sorprendió. La guié al interior, ignorando sus protestas, y la dejé en el salón mientras cerraba la puerta tras de mí. El fuego crepitaba, y el colgante de lobo sobre la chimenea parecía juzgarme con su mirada estática.

—Tú no tienes el derecho de traerme a tu casa en contra de mi voluntad. — espeta enojada mientras me fulmina con su mirada, esos ojos celeste me observa con enojo.

—Si puedo hacerlo, Sophia. Y nadie me lo va a prohibir. — demandó para que ella entienda que yo soy el alfa y lo que pueda hacer lo hago sin pedir permiso.

—Mis padres se van a preocupar por mi y exijo ahora mismo que me lleves a mi residencia. — ordena dando un paso para ir a la puerta pero la devuelvo para atrás.

—¡He dicho que no maldita sea! — gruñó fuerte y ella retrocede del miedo, la fuerza y voluntad que surgió desde la cacería. Ahora ha desaparecido.

—No puedo quedarme aquí entiendes por favor. — pide desesperada y yo por acto de mi voluntad la tomo y la cargo encima de mi hombro. —¡Bájame!

—No. — ordenó subiendo las escaleras y unos omegas nos ve y es gruño para que estén pendiente a sus oficios.

—De verdad que no te entiendo, una noche me rechazas, un día dices que algo no está bien en mi y ahora que he decidido aceptar el rechazo, tú me traes en contra de voluntad a tu casa. — explica y yo simplemente la ignoro.

Yo tampoco me comprendo, pero sé que ahora mismo mi lobo está contento de que su alma gemela está aquí en casa conmigo, junto a él. Abro la puerta de mi habitación y la dejo dentro, cierro la puerta con seguro y mi vista va a ella que todavía sigue nerviosa. Que él acepte el rechazo me provocó esta reacción en mi, la rechacé por ser una omega, yo merecía una alfa como yo. Pero verla a ella tan pequeña provoca que mi lobo tome el control y la marque como mía para toda la eternidad.

Antes de que pudiera acercarme a ella, una voz suave pero firme llenó la habitación abriendo la puerta con ese toque de elegancia.

—Liam, hijo mío, ¿Qué estás haciendo?

Me giré y allí estaba mi madre, Sienna. Su presencia siempre había sido un refugio para mí, pero ahora sentía su mirada escrutadora como un peso. Interrogándome con su mirada de porque Sophia está aquí y en mi habitación. Llevaba un chal tejido a mano sobre los hombros, y su expresión era una mezcla de preocupación y reproche.

—Madre, no es momento. —
dije, mi voz tensa mientras intentaba mantener la compostura.

Ella avanzó hacia mí, sus pasos silenciosos sobre el suelo de madera.

—No me hables como si fuera una intrusa, Liam. Veo a Sophia ahí, temblando, y tú pareces a punto de perder el control. ¿Qué ha pasado?

Suspiré, pasándome una mano por el cabello.

—Ella quiere aceptar mi rechazo. Y no estoy de acuerdo. Yo no puedo aceptarlo, madre. Mi lobo... no puedo dejarla morir. — admito y es la verdad, si Sophia me rechaza siendo yo el próximo alfa perderé mi cargo y mi padre tendrá que buscar a otro sucesor y hay mucho de sobra.

—Tú la rechazaste ¿Qué esperabas que ella hiciera? — dice mi madre ya directa como siempre mientras que a Sophia la mira con dulzura.

—Por favor mi luna, yo quiero irme a casa. — ruega Sophia yendo para donde mi madre, intentó detenerla pero la mirada de Sienna me hace quedar en mi lugar.

El aire en la habitación vibraba con una tensión que parecía a punto de estallar. Los ojos de Sienna, seguían fijos en mí, su mirada como una daga que cortaba a través de mi fachada de alfa. Sophia, a su lado, temblaba, pero sus ojos celestes ardían con una mezcla de furia y desafío que me desarmaba. Mi lobo rugía, dividido entre el instinto de reclamarla y el peso aplastante de mis errores. Quería gritar, suplicar, cualquier cosa para romper el muro que Sophia había levantado entre nosotros, pero las palabras de mi madre aún resonaban, manteniéndome a raya.




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