El Alfa Y Omega

Capitulo 04 - Donde Habita el Silencio

Sophia.

Una semana después...

Algunas cosas han mejorado durante estos días. Mi padre ahora trabaja como guardia de la manada junto a mis hermanos, patrullando los límites del territorio. Mi madre se convirtió en agricultora. En nuestra antigua manada tenía un pequeño huerto que cuidaba como a un hijo más; ahora, sus manos vuelven a tocar la tierra y, por primera vez, no es vista como una empleada a la que todos pueden humillar, sino como alguien valiosa.

Eso me llena de orgullo.

Yo, en cambio, comienzo mi segundo año de escuela. Hoy es mi primer día y los nervios me recorren el cuerpo como un cosquilleo extraño. Desde el rechazo casi no salgo de casa, solo al parque cuando Freya insiste en llevarme. Allí, entre risas y silencios, siempre siento una mirada clavada en mí. El bosque me observa, como si respirara conmigo, y en mis sueños aparece una fuerza extraña, un poder que late dentro de mí, esperando despertar.

De Liam no sé nada desde aquella noche. Y, aunque me duele admitirlo, me ha hecho bien no verlo. Sé que si mis ojos se cruzan con los suyos, esa llama de alma gemela volverá a arder, y temo no poder resistirme. No acepté su rechazo, no sé si algún día lo haré. Soy demasiado débil para cargar con ese dolor, y temo que, al final, me destruya por completo.

Me visto con el uniforme de la escuela, consiste en una falda por encima de la rodilla de color rojo, una camisa color blanco de manga corta y una chaqueta de cuero negra, mi pelo me lo dejo rizo y me pongo mis converse negro, tomo mi mochila en mi hombro con lo necesario y camino hasta la sala donde está mis padres y hermanos desayunando.

—Buenos días. — saludó mientras me siento al lado de mi hermano, mi madre me sonríe y me sirve el desayuno.

—¿Como te sientes? — me pregunta Simón y yo murmuro un "Estoy bien" —Mentira, sabemos como te sientes.

—Simón en qué quedamos sobre de no hablar ese tema. — regaña mi padre y el rodea los ojos.

Simón odia a los alfas después que a sido rechazado y yo he sido rechazada.

—Por más que evitemos hablar de eso nada va a cambiar papá, tienes dos hijos rechazados y solo esperemos que Samuel no sea otro rechazado.

—La mañana iba tan bien y tú con tú mal genio lo arruinas. — Samuel se levanta de la silla después que termina de hablar y se va.

—Chicos por favor tengamos una mañana normal en el desayuno. — pide mi madre y Simón también se levanta de la mesa.

—Me iré a trabajar.

Mi padre también se va y solo queda mi madre y yo que en silencio comemos. Todas las mañanas es así, desayuno recordando los malos ratos que hemos pasado, hablando del rechazó Simón y mío. A veces me gustaría no ser una amiga que es rechazada en público, y pensar que voy a estudiar en lugar donde michis deben saber que el próximo alfa y mi alma gemela me ha rechazado solo por mi nivel, eso me avergüenza.

Termino mi desayuno y me despido de mi madre quien también se va a trabajar, yo me quedaba sola en casa mientras todos iban hacer su actividades y era lo mejor, la paz que me transmitía el hogar con el silencio y solo con los cantos de los pájaros. Me monto en mi bicicleta que mi padre me hubiera comprado en nuestra antigua manada y pedaleo en la calles de la manada quienes me ven y murmuran. Lo ignoro y llego a la escuela.

Es grande y diviso el grupo de alfas, betas y omegas. Parqueo la bicicleta poniéndole la cadena y el candado, y con un poco de vergüenza me adentro a la escuela y lo primero que siento son la miles de miradas encima de mi y los murmullos también, me muerdo el labio inferior y camino los pasillos como un cachorro.

Busco al director para que me de mi horario de clases, el de buen humor me lo da deseándome que me valla bien. Salgo de la oficina con los papeles en mano y camino por el pasillo abarrotado de estudiantes que me observan como si fuera un extraño en su mundo. Miro el horario, tratando de memorizar mis primeras clases.

Busco el aula A y la encuentro, entro mirando que hay personas dentro. Todos me ven, y los murmullos que llenaban el ambiente se apagan de golpe, sustituidos por un silencio pesado y elocuente. Unas miradas son curiosas, otras abiertamente hostiles, y la mayoría simplemente cargadas de lástima. Soy el espectáculo del día, la omega rechazada por el futuro Alfa.

Respiro hondo, clavando la vista en el suelo, y me dirijo a un asiento vacío al fondo del aula, sintiendo cómo cada paso resuena como un trueno en el silencio. Me siento, colocando la mochila a mis pies, y me esfuerzo por parecer más pequeña de lo que soy, deseando fundirme con la pared.

La profesora, una mujer beta de gesto sereno, entra en ese momento y saluda a la clase. Su mirada se posa en mí por un instante, con una chispa de reconocimiento, pero sigue con la lección como si nada. Es un pequeño acto de bondad que agradezco en silencio.

Intento concentrarme en sus palabras sobre la historia de las manadas, pero es imposible. La sensación de ser observada es una picazón constante en mi nuca. Cuando suena el timbre para el cambio de clase, me levanto rápido, deseando escapar del aula. Me uno al flujo de estudiantes en el pasillo, manteniendo la cabeza baja.

Y entonces, lo siento.

Un cambio en la presión del aire, un hormigueo en la nuca. Una energía familiar, poderosa y opresiva, que hace que todos a mi alrededor reduzcan inconscientemente la velocidad y bajen la mirada.

Alzo la vista lentamente.

Al final del pasillo, rodeado por varios betas de su guardia personal, está Liam.

No viste un uniforme escolar, sino ropa de su rango: pantalones negros de tela fina, una camisa gris oscura que se ajusta a su torso y abriga el volumen de sus hombros, y una chaqueta de cuero que cae con una autoridad natural. Su cabello negro está levemente desordenado, como si acabara de llegar de una patrulla, y sus ojos grises, esos que me taladraron el alma, escanean el pasillo con la frialdad de un líder haciendo una inspección rutinaria.




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