El Alfa Y Omega

Capítulo 06 - La Sombra y la Semilla

Sophia.

El sueño no fue un descanso, sino un campo de batalla. Soñé con bosques infinitos bañados en una luz carmesí, con una loba de pelaje plateado que corría bajo una luna sangrante, y con unos ojos rojos que me observaban desde la oscuridad, no con desprecio, sino con una avidez hambrienta que me helaba el alma. Me desperté con el cuerpo sudoroso y el corazón acelerado, la sábana enredada en mis piernas como una liana.

La luz del amanecer filtraba por la ventana, pálida y fría. El eco del aullido de Liam y la sensación de ese poder latente bajo mi piel eran tan reales como la cama en la que yacía. Por un momento, la normalidad de mi habitación me pareció un disfraz absurdo. ¿Cómo podía volver a ser Sophia Wilson, la estudiante de último año, después de lo que había sucedido en el claro?

Pero el timbre de mi reloj sonó, implacable. La vida, o la farsa de ella, continuaba.

Bajé a desayunar con cuidado. Mis padres ya estaban en la cocina. Mi madre estaba friendo huevos y el aroma, que normalmente me resultaba reconfortante, hoy me revolvía el estómago. Mi padre leía el periódico, pero levantó la mirada cuando entré.

—Buenos días, cariño. — dijo, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. Se notaba la tensión en sus hombros. —¿Cómo estuvo la Cacería?

La pregunta era inocente, pero sentí que todos los músculos de mi espalda se tensaban. ¿Sabían algo? ¿Habían sentido la confrontación con Liam a través del lazo de la manada?

—Bien. — mentí, tomando asiento y jugando con una cuchara. —Fue... intensa. La manada detectó intrusos cerca de la frontera.

Mi padre asintió con gravedad, dejando el periódico a un lado.

—Sí, lo supimos. Liam y los betas los ahuyentaron. Cazadores, al parecer. Nada serio, pero una buena advertencia. — su mirada se posó en mí, inquisitiva. —¿Estás bien, Sophia? Te ves pálida.

—Solo cansada, papá. Corrí mucho. —respondí, evitando sus ojos.

Mi madre me sirvió un vaso de jugo de naranja, su mirada llena de una preocupación silenciosa que me dolía más que cualquier reproche. Ellos no entendían la magnitud de lo que sufría, pero sentían mi dolor. Eran omegas, como yo, y vivían en la sombra perpetua de los alfas, esforzándose por no hacer olas. Mi situación con Liam era su peor pesadilla hecha realidad.

El viaje a la escuela fue un trance. Cada paso me acercaba a Liam, a sus ojos que ahora no solo despreciaban, sino que cuestionaban. Al cruzar las puertas del instituto, la atmósfera me golpeó como un muro. Los murmullos eran los de siempre, pero hoy sentí que algunas miradas se clavaban en mí con una curiosidad renovada, especialmente las de los betas cercanos a Liam. Ethan, en particular, me lanzó una mirada rápida y pensativa desde el otro extremo del pasillo antes de girar y seguir a su alfa.

Liam estaba rodeado de su corte habitual junto a su taquilla. Como si una antena estuviera sintonizada exclusivamente para él, sentí su presencia antes de verlo. Una onda de calor y poder que me erizó el vello de los brazos. Hoy, su aura no era solo de indiferencia; era de vigilancia. No me miró cuando pasé, pero noté cómo su cabeza se inclinó ligeramente, como si olfateara el aire a mi alrededor, igual que había hecho su lobo. La semilla de la duda que yo había plantado estaba creciendo.

Freya me esperaba en nuestra clase de Literatura. Su rostro estaba marcado por la ansiedad.

—Por los lobos, Sophia, ¿Qué le pasó anoche a Liam? — susurró, arrastrando su silla más cerca de la mía. —Tuve que enterarme por otros que estuvo alterado después de la cacería. Me dijeron que casi desafía a un lobo solitario que merodeaba por la frontera sin razón aparente. Y que no ha dejado de hablar de "inconsistencias".

El corazón me dio un vuelco. "Inconsistencias". Esa era la palabra. Él estaba intentando racionalizar lo que había sentido en mí.

—No lo sé. — respondí, y era mitad verdad. No sabía exactamente qué era lo que él había percibido. —Se acercó a mí durante la cacería. Me acorraló. Y yo le planté cara.

Los ojos de Freya se abrieron como platos.

—¿Le plantaste cara? ¿A Liam? ¿En su forma de lobo? — el asombro en su voz era tan grande que casi resultaba ofensivo. Era la reacción de quien había presenciado lo imposible.

—Fue mi loba. — dije, buscando una explicación que sonara creíble. —Estaba harta. Supongo que algo hizo clic.

Freya negó lentamente con la cabeza, sin apartar sus ojos de los míos.

—No, Sophia. Fue más que eso. Se rumorea que Liam estaba confundido. Dicen que afirmó que tu esencia olía diferente por un instante. No solo a omega.

Un silencio pesado cayó entre nosotras. El susurro de la voz en mi interior se agitó, como una serpiente al sol. "Él te ha visto la sombra, pero no la luz".

—Debe haberse equivocado. — musité, desviando la mirada hacia el libro de texto. —El calor de la cacería, la adrenalina.

Freya no pareció convencida, pero no insistió. Sabía que presionarme sería inútil. En cambio, su mano encontró la mía bajo la mesa y la apretó con fuerza.

—Ten cuidado, Soph. Jugar con la curiosidad de un alfa es como jugar con fuego. Y Liam no es cualquier alfa.

Lo sabía. Cada minuto en ese edificio era un recordatorio. Durante el resto del día, sentí su mirada sobre mí como un peso físico. No era la abierta hostilidad de antes, sino un estudio intenso, analítico. Me observaba en clase, en el pasillo, como si estuviera tratando de descifrar un código. Ya no era invisible. Me había convertido en un enigma, y para un alfa como Liam, los enigmas eran un desafío que debía ser resuelto.

La presión era sofocante. Cada vez que sentía que su atención se posaba sobre mí, esa energía plateada y fría en mis venas se agitaba, como si una parte de ella anhelara salir a la superficie y enfrentarlo. Tenía que contenerla conscientemente, respirar hondo y visualizar el manto de hielo que la contenía. Era un esfuerzo agotador.




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