Sophia.
El sonido de mis pasos resonó en el pasillo de la escuela, un ritmo constante y falso que intentaba ocultar el torbellino interior. Lo sentía. Siempre lo sentía. Liam estaba detrás de mí, su presencia una onda de calor y furia que me erizaba la piel. La multitud de estudiantes, como si obedeciera una ley física invisible, se abrió a nuestro paso, creando un corredor vacío entre nosotros. El murmullo general se apagó, reemplazado por un silencio tenso y expectante.
Sentí el movimiento en el aire antes de verlo. Su intención de agarrarme, de imponer su voluntad. Me detuve. Respiré hondo, apretando los libros contra mi pecho como un escudo. Luego, me giré.
Sus ojos grises, cargados de una tormenta interna, se clavaron en los míos. No bajé la mirada.
—¿Qué quieres, Liam? — mi voz sonó más tranquila de lo que creía posible. Un lago en calma frente a su océano embravecido.
Vi cómo su mandíbula se tensaba. Las palabras parecían haberse atascado en su garganta. Abrió la boca, pero solo surgió un gruñido bajo, bestial, cargado de una frustración que no podía o no sabía expresar.
—No puedes seguir acosándome así. — dije, manteniendo el tono sereno, aunque por dentro temblaba. No era solo miedo. Era algo más, una energía fría que se agitaba en mi interior, confundiéndome. —No he hecho nada malo.
—Puedo y tengo el derecho porque por desgracia eres mi alma gemela. — logró articular, su voz áspera. —Y eso es lo que no entiendo. ¿Qué eres, Sophia?
—Soy una omega a la que tú rechazaste. — respondí, y era la verdad que siempre había conocido.
—¡No hablemos de eso! — espetó, bajando la voz para no ser oído por los demás, pero el poder de Alfa en sus palabras me golpeó como un látigo. —Después de la cacería algo pasó. Algo en el lazo. Lo sentiste, igual que yo.
El lazo. Esa red invisible que nos unía a todos en la manada. Había sentido algo. Una sacudida, un vacío, un frío. Pero no podía entenderlo, y mucho menos explicárselo a él.
—No sé de qué hablas. — musité, y esta vez mi voz perdió parte de su firmeza. Un estremecimiento incontrolable me recorrió la espalda. —Por favor, déjame en paz.
—No puedo. — su negativa fue tajante, un decreto. —No hasta que entienda qué está pasando. Lo que sea que haya en ti no es normal.
—¿Y qué vas a hacer? — pregunté, desafiante a pesar del temor que me helaba la sangre. —¿Castigarme por ser diferente? ¿Por algo que ni siquiera yo comprendo?
—Si es necesario. — advirtió, y en sus ojos no había crueldad, sino una determinación feroz, obsesiva. —Proteger esta manada es mi responsabilidad. Cualquier amenaza, cualquier anomalía, debe ser controlada.
—¿Anomalía? — una chispa de esa frialdad interior encendió mi valor. —¿Eso es lo que soy para ti? ¿Un problema a resolver? ¿Un experimento fallido?
—¡Eres un misterio! — corrigió, exasperado, corriendo una mano por su cabello. —Y yo no tolero misterios en mi territorio. En mi manada.
Nos miramos fijamente, atrapados en un duelo de voluntades que ninguno entendía por completo. El aire a nuestro alrededor parecía vibrar, podía sentir la confusión detrás de su ira, la misma confusión que nublaba mis propios pensamientos.
—No soy tu enemiga, Liam. — susurré, y en ese momento, era la verdad más pura que poseía.
Él no respondió de inmediato. Su mirada escudriñó mi rostro, buscando algo, cualquier cosa que le diera una respuesta.
—Eso. — dijo al fin, y su voz había perdido un ápice de su ferocidad, ganando un tono casi resignado. —Eso es lo que tengo que descubrir.
Sin añadir nada más, dio media vuelta. Su espalda, ancha y poderosa, se alejó por el pasillo, y la multitud volvió a cerrarse a su paso, absorbiéndolo. Me quedé allí, sola en medio del gentío, el eco de sus palabras grabado a fuego en mi mente. Anomalía. Misterio. Creo que Liam está delirando.
—¿Que mosca le picó a nuestro próximo alfa? — pregunta de repente Freya haciendo que brinque de susto en mi lugar.
—Por la Diosa Luna Freya, me asustaste. — dije poniendo mi mano en el pecho mientras que mi corazón late a velocidad.
—Desde la casería el alfa a estado raro, no deja de mirarte durante el día. Su mirada es profunda queriendo descubrir que es lo que hay dentro de ti.
Las voces de mi mente desde que llegué a esta manada son lo que me tiene también en duda ¿Que soy? ¿Que es lo que va a estallar dentro de mi? Mi estadía en la manada a estado rara, desde el rechazo siento un poder raro dentro de mi que quiere despertar. Mis padres no lo saben, pero Liam sé que el lo presente o quizás sabe algo.
—Liam está delirando.
Freya me miró con esos ojos suyos, astutos y brillantes, como si pudiera ver a través de las capas de mi alma. Pero esta vez, su mirada estaba teñida de algo más: preocupación, quizás curiosidad.
—¿Delirando? — repitió, arqueando una ceja mientras cruzaba los brazos. Su tono era ligero, pero había un filo en él, como si estuviera probándome. —No sé, Sophia. Liam no es de los que pierden la cabeza por nada. Si está tan obsesionado contigo, es porque algo lo tiene inquieto. Y no me refiero solo al lazo.
Me mordí el labio, sintiendo el peso de sus palabras. Freya es nativa de esta manada, conoce a Liam más que yo.
—Freya, no estoy segura de qué es lo que está pasando conmigo. — admití, bajando la voz para que los oídos curiosos de los estudiantes que pasaban no captaran nada. —Desde la cacería hay algo dentro de mí. Es como un zumbido, un poder que no entiendo. Pero no sé si es real o si solo estoy imaginando cosas porque Liam no me deja en paz.
Ella ladeó la cabeza, evaluándome.
—Un zumbido, ¿eh? — dijo, y su tono era casi juguetón, pero sus ojos seguían serios. —Eso no suena a algo que un omega normal sentiría. Y no me mires con esa cara, sabes que no estoy diciendo que seas débil. Pero los omegas no suelen bueno, tener "poderes raros" que los alfas perciban como amenazas.