El algoritmo de tu amor

Capítulo 2

Freud decía que las coincidencias no existen, que cuando nos topamos con alguien de casualidad es porque ya lo habíamos visto antes con el rabillo del ojo y lo dejamos pasar, pero se quedó ahí, en nuestro subconsciente y no paramos hasta conseguirlo. Quizás eso es lo que me pasa contigo, tal vez en algún momento me topé contigo sin darme cuenta, quizás en otra vida o en un tiempo que no logro recordar...

—¡Niños, a desayunar! —exclama mi madre, interrumpiendo mi preciada lectura.

Suspiro y cierro el libro de golpe, dejando mi lente de lectura encima de él. Estaba a punto de levantarme del sillón que daba la vista al balcón cuando mi puerta fue tocada.

—Adelante.

Sonrío de lado al ver una cabellera azabache asomarse levemente. Mi pequeño hermano de ocho años, Mason, me sonríe desde la puerta.

—Megi, mamá está histérica —anuncia, haciendo una mueca de terror.

Río y asiento, levantándome—. Enseguida bajo, Mase.

Mi hermano cierra la puerta justo cuando estoy guardando el libro en el nuevo estante instalado en mi cuarto hace menos de dos semanas debido a la incapacidad de guardar nuevas adquisiciones. Sí, realmente me encanta leer. Considero la lectura vital para el crecimiento intelectual por esa razón leo todo tipo de género, desde histórico e informativo hasta ciencia ficción y romance. Sin embargo, ese es un secreto que sólo mi familia sabe.

Me observo nuevamente en el espejo y doy el visto bueno a mi vestimenta del día. Me echo encima un poco de mi perfume importado, repaso mi labial y salgo del cuarto.

—Buenos días, familia —saludo al tomar asiento para comenzar a desayunar.

—Buenos días, princesa —canturrea mamá al besar mi frente en saludo. La observo y sonrío. Mi madre es la mujer más bella de esta tierra y no lo digo porque soy su hija, sino porque así lo dicen todas las revistas de moda. Ella es una de las diseñadoras más reconocidas, solicitadas y aplaudidas de esta época. Su éxito viene de años atrás, desde la universidad y prevalece hasta el día de hoy al ser aclamada en las galas de los desfiles. Mi madre es feliz haciendo lo que ama y nosotros, su familia, somos felices viéndola hacer lo que ama.

—¿Quieres tomar este pedazo de kiwi, Megi? —cuestiona en un susurro mi hermano haciendo una cara de asco al ver el pedazo de fruta verde. Mase tiene algún tipo de fobia a cualquier clase de alimento de color verde y creo que todo comenzó cuando mamá lo obligó a comer brócoli.

—Mason, no me obligues a castigarte —amenaza mamá, observando algo en su agenda.

—No soy tan tonto como para obligarte a hacerlo, mami —contesta con una voz angelical. Este niño tiene talento.

Suelto una carcajada y observando de reojo a mamá, extiendo mi plato para que Mase pueda dejar ese pedazo de fruta indeseado. Cuando logramos hacerlo sin ser descubiertos, chocamos los cinco debajo de la mesa.

—Los he visto, niños —dice mi madre sin dejar de leer algo en su celular.

Justo en ese momento entra nuestra padre, salvando milagrosamente el día de un feo regaño por parte de nuestra madre.

—Hermoso día, hermosa familia, ¿qué más puedo desear? —exclama papá al ingresar al gran comedor.

Él besa nuestras frentes y cuando se acerca a mamá, la levanta de la silla para darle una vuelta y halagar su vestimenta.

—Que esposa más bella tengo yo. Niños, tapen sus ojos y no hagan esto en casa, ni en ningún otro lugar —dice papá tomando de la cintura a mamá. Mase ya sabe lo que se viene por lo que tapa sus ojos con sus manos y comienza a hacer sonidos de vómito, mientras que yo los observo con una mirada soñadora. Ellos serían mi pareja Disney favorita, si en realidad lo fueran.

—Olvidé mencionar, cariño, pero amo el conjunto que decidiste usar hoy —señala mamá, guiñándome un ojo en aprobación.

Sonrío, orgullosa—. Gracias, mamá.

Que una importante diseñadora de modas lo diga es emocionante y nuevamente, no lo dice por ser mi madre sino porque de verdad lo cree ya que si fuera el caso contrario, ella no tendría problema alguno en recalcar qué en mi atuendo estaba mal.

—¿Quieres que te lleve a la universidad hoy, mariposita? —pregunta papá, bajando las hojas de su diario para verme.

Hago una mueca, mi padre realmente debería dejar de llamarme de esa forma. Una sola vez que persigues mariposas hasta perderte del parque y ya te marcan de por vida con un cursi apodo.

Niego con la cabeza—. Gracias, papá. Iré por mi cuenta, al salir vamos al gimnasio con las chicas. 

Mamá levanta la cabeza de golpe y frunce el ceño—. Dijiste que estarías esta tarde para cuidar a tu hermano.

—Lo había olvidado —me quejo, cerrando los ojos fuertemente.

—No hablen de mí como si no estuviera, puedo cuidarme yo solo —se queja el pelinegro. Papá ríe y asiente, de acuerdo. En realidad no está de acuerdo en absoluto pero ambos son tan unidos que si uno dice que el cielo es verde, el otro lo va a apoyar aunque se demuestre lo contrario.



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En el texto hay: prohibido, badboy

Editado: 26.08.2018

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