El algoritmo del amor

Capítulo 7 – La resaca del corazón

El despertador sonó a las siete, pero yo llevaba despierta desde las seis. No era insomnio, era peor: era resaca emocional. Y no de esas bonitas en las que recuerdas besos, sino de las que te hacen querer meter la cabeza bajo la almohada y no salir jamás.

La cita había sido un fracaso monumental. Primero, tropecé con la alfombra de la entrada al restaurante. Luego, derramé jugo de frutos rojos sobre mi camisa blanca —una tragedia cromática que ni las tres lavadas de madrugada habían podido borrar—. Y para rematar, mi acompañante se la pasó revisando el celular cada cinco minutos, como si yo fuera un comercial aburrido entre sus notificaciones.

Me senté en la cama, abrazando una almohada como si fuera un salvavidas.

—Ana, eres oficialmente un desastre —me dije en voz alta.

El celular vibró. Era un mensaje de Clara. “¿Sobreviviste?”

—Sobreviví… más o menos —le respondí.

Minutos después, me llamó. Contesté con un suspiro.

—Cuéntalo todo, necesito chisme para mi desayuno —dijo con ese tono travieso que la caracterizaba.

—Bueno… imagina una película de comedia absurda mezclada con un documental sobre el fracaso humano —contesté yo.

Clara soltó una carcajada tan fuerte que juraría se le atragantó el café.

—¡Ay, Ana! Eres única. Mira, mejor ríete. Todos hemos tenido citas horribles. ¿Recuerdas la vez que un tipo me llevó a comer hamburguesas y se le quedó la lechuga pegada en el diente toda la noche?

No pude evitar reír.

—Sí, pero él no me hizo sentir invisible. Este… ni se molestó en fingir interés.

Hubo un silencio corto. Clara suavizó la voz.

—Eso dice más de él que de ti. Tú eres luz, amiga. Si alguien no sabe verla, es su problema.

Antes de que pudiera contestar, entró al apartamento Laura, otra de mis amigas, con una bolsa de pan caliente.

—Traigo carbohidratos para curar corazones —anunció.

—¡Bendita seas! —dije corriendo a abrazarla.

Mientras partíamos el pan y Clara seguía en altavoz, la conversación se volvió más ligera. Hablamos de todo: del vecino raro que cantaba a las seis de la mañana, de las historias absurdas de citas fallidas que todas habíamos vivido, y hasta del nuevo crush de Clara en su oficina.

—Se llama Mateo —nos confesó con voz bajita—. Y tiene la sonrisa más linda que he visto.

—¿Y ya le hablaste? —preguntó Laura, dándole un mordisco al pan.

—Eh… no exactamente. Solo lo stalkeo en Instagram como buena cobarde moderna.

Reímos las tres al unísono. Ese era nuestro ritual: convertir los fracasos en anécdotas, y las vergüenzas en chistes.

En medio de esa mañana improvisada de pan, risas y consejos, algo cambió. La herida de la cita no desapareció, pero ya no dolía tanto. Quizá porque me di cuenta de que no estaba sola en el ridículo, ni en la búsqueda de algo real.

Y justo cuando creía que el día no podía darme más sorpresas, sonó de nuevo mi celular. Era un mensaje.
De Christofer.

“Oye… lo siento por anoche. Creo que también fui un desastre. ¿Podemos hablar?”

El corazón me dio un vuelco ridículo. Mis amigas me miraron expectantes.

—¿Quién es? —preguntó Laura con los ojos brillantes.

—Él… —dije, mostrando la pantalla.

Ambas gritaron como si yo acabara de anunciar que me gané la lotería. Yo, en cambio, solo sonreí con nervios.
No era amor, aún no. Pero era una chispa. Y a veces, las chispas nacen en medio de los errores más humanos.

Mensaje especial para los lectores

Hoy, en el Día del Amor y la Amistad en mi pais, quiero detener un momento esta historia para hablarles directamente a ustedes, quienes nos acompañan en cada página.
El amor no siempre es perfecto, ni tiene guiones impecables. A veces es torpe, manchado de jugo de frutos rojos, lleno de silencios y risas incómodas. Pero en medio de esas imperfecciones se esconde lo más verdadero: la amistad que siempre nos rescata, y el cariño que se multiplica en los pequeños gestos.

Gracias por estar aquí, por leer, por acompañar a nuestros personajes en sus tropiezos y descubrimientos.
Que hoy celebren el amor en todas sus formas: el que tienen con sus parejas, con sus amigos, con su familia… y, sobre todo, con ustedes mismos. 💙




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