Laura se miraba en el espejo del café como si estuviera en una telenovela.
—¿Se nota que estoy radiante y libre? —nos preguntó, acomodándose el cabello por quinta vez.
—Se nota que estás nerviosa y con ganas de stalkear a tu ex —contestó Clara, sin levantar la vista del celular.
Laura le lanzó una servilleta a la cara.
—¡Mentira! Estoy perfectamente bien. Súperada, madura y zen.
—Claro —dije yo, Ana—. Por eso llevas veinte minutos hablando de lo “mucho que te importa nada”.
Carolina soltó una carcajada que hizo que la gente de la mesa de al lado volteara.
—Laura, amor, el día que dejes de mencionar a tu ex en cada frase te compro un pastel entero.
Laura puso cara de ofendida.
—¡Exageradas!
Antes de que pudiéramos seguir molestándola, entraron Christofer y sus dos amigos: Mateo y Diego. Los tres parecían sacados de un comercial de colonia masculina: chaquetas, sonrisas confiadas y ese aire de “somos los dueños del plan”.
—Buenas tardes, damas —dijo Mateo, inclinándose como si saludara a reinas medievales.
—Ay, por favor, bájate de la nube —se burló Diego, dándole un codazo.
Christofer me sonrió directo, y sentí que el corazón se me subía a la garganta.
—¿Interrumpimos? —preguntó.
—Claro que no —respondió Laura demasiado rápido—. Justo hablábamos de lo felices que somos todas solteras.
—¡Mentira! —gritamos Clara, Carolina y yo al unísono.
Los chicos rieron. La mesa terminó convertida en un caos de conversaciones cruzadas: Mateo tratando de impresionar a Clara con historias de oficina que parecían más inventadas que otra cosa, Diego burlándose de todos, y Christofer y yo intercambiando miradas cómplices entre tanta bulla.
Fue entonces cuando el celular de Carolina vibró. Una notificación del famoso algoritmo apareció en la pantalla:
"¡Nueva predicción! Tu pareja ideal está a solo 2 metros de distancia."
Todos nos miramos. Carolina tragó saliva.
—Ok… esto sí es raro.
Diego levantó las manos.
—A ver, estoy sentado justo aquí. Si la app dice la verdad, Carolina, ¿quieres casarte conmigo ya o esperamos al postre?
Todos estallamos en carcajadas. Carolina lo empujó con suavidad.
—Ni en tus sueños más salvajes, ingeniero.
Pero Laura, con su vena dramática, se levantó como si fuera un oráculo.
—¡El algoritmo ha hablado! —anunció—. ¡Y nadie puede huir del destino!
—Tú lo que quieres es desviar la atención de tu ex —le dijo Clara.
—¡Exacto! —dijo Diego, señalándola—. Esa es la estrategia de alguien que aún stalkea stories prohibidas.
Laura abrió la boca para defenderse, pero justo en ese momento le sonó el celular. Y, como si el universo conspirara para exponerla, apareció en la pantalla: “Tu ex subió una nueva foto con alguien especial”.
La mesa entera se quedó en silencio dos segundos… y luego explotamos de risa.
—¡Zen y superada, dice! —me burlé.
Laura se tapó la cara con las manos, pero terminó riendo con nosotras.
Mientras todos seguían molestándola, Christofer se inclinó hacia mí.
—¿Sabes qué pienso? —me susurró.
—¿Qué?
—Que este algoritmo tiene un humor muy cruel… pero me alegra que gracias a él termináramos en esta mesa.
Y así, entre risas, burlas y notificaciones ridículas, lo imposible pasó: el algoritmo, aunque torpe, estaba logrando algo que ninguna de nosotras esperaba.
#5569 en Novela romántica
#2181 en Otros
#669 en Humor
comedia romantica, romance contemporaneo, ficción tecnológica
Editado: 13.10.2025