El algoritmo del amor

Capítulo 11 – “Amores, enredos y consejos a medias”

El domingo amaneció con ese aire de resaca emocional que deja una conversación a medias.
Ana despertó tarde, con el celular aún en la mano, viendo el mensaje de Christofer en pantalla.
"¿Y ahora qué hago?" pensó, con el pelo todo alborotado y la voz ronca de recién levantada.

El grupo de amigas ya estaba activo desde temprano, mandando memes, audios, y fotos de desayunos.

—¿Y entonces? —preguntó Sofi por audio—, ¿ya le respondiste?

Ana contestó escribiendo lento:
"Sí, pero no quiero parecer intensa. Me cae bien, pero no sé si de verdad me gusta o si es la costumbre."

Laura respondió de una:
"Eso siempre pasa, uno confunde cariño con amor, o costumbre con conexión. Pero igual, si te hace reír, algo hay."

Mientras tanto, Christofer estaba en su casa con sus amigos, viendo una película de acción pero sin prestar mucha atención.
—Parce, te juro que esa vieja me tiene loco, —decía con una sonrisa tonta—. Pero siento que si la busco mucho, la espanto.
—No la pienses tanto, —respondió Julián—. Las mujeres se dan cuenta cuando uno está muy encima o muy ausente, hay que estar en el punto medio.

—¿Y cuál es ese punto? —preguntó Christofer.

—No sé, bro, si lo supiera, no estaría soltero —dijo entre risas.

Volviendo al grupo de las chicas, las risas también estaban a tope.
Camila contaba su propia tragedia amorosa con un tipo que decía “no estoy listo para algo serio” pero quería todo lo de una relación.
—Ay no, —dijo Ana riendo—, eso ya parece una plantilla universal, todos dicen lo mismo.
—Exacto, —añadió Sofi—, deberían venir con etiqueta: “edición limitada: te confundiré hasta que te canses.”

Entre risas, bromas y consejos improvisados, las chicas comenzaron a escribir una lista que llamaron “Las reglas del amor 2.0”, y que claramente nadie pensaba seguir:

  1. No stalkear después de las 11 p.m.

  2. No responder historias a los ex.

  3. No confundir silencio con desinterés.

  4. No llorar por alguien que no sabe ni tu segundo apellido.

—Esto deberíamos imprimirlo y ponerlo en la nevera —dijo Ana—, pero igual mañana rompemos la regla número uno.

Todas rieron, sabiendo que era verdad.

Esa noche, Ana se quedó en su cama escuchando música, pensando en lo que sentía por Christofer. No era amor todavía, pero había algo… algo que le hacía querer volver a intentarlo, sin tanto miedo, sin tanto cálculo.

Mientras tanto, él estaba acostado mirando el techo, repasando los mensajes que le había enviado. “Yo también un poquito…”
Repitió la frase en voz baja, con una sonrisa que no se podía quitar.
Por primera vez en mucho tiempo, ambos se durmieron con la misma persona en la cabeza.




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