Pasaron dos semanas.
Ana se veía más tranquila, más centrada.
El grupo de amigas notó el cambio enseguida.
—Amiga, tienes otra vibra —dijo Sofi mientras se tomaban un café—. Como si hubieras soltado un peso.
—Tal vez sí —respondió Ana—. Tal vez entendí que a veces amar también es dejar ir.
—O cambiar de WhatsApp —agregó Laura riendo—, que ayuda un montón.
Todas se rieron.
El humor siempre era su manera de sanar.
En el trabajo, Mateo seguía siendo esa presencia amable que llenaba el ambiente sin pedir permiso.
Había algo en él que no presionaba, que no exigía respuestas inmediatas.
Simplemente la acompañaba.
Una tarde, cuando todos se fueron, quedaron solos en la oficina.
Él estaba revisando unos papeles y ella, distraída, miraba por la ventana.
—¿Sabes qué me gusta de ti? —preguntó Mateo, rompiendo el silencio.
—¿Qué? —respondió ella, medio riendo.
—Que no finges estar bien cuando no lo estás. Te permites estar rota y aun así sonríes. Eso… eso no lo hace cualquiera.
Ana se quedó callada.
No sabía qué responder.
Por primera vez en mucho tiempo, alguien no la estaba intentando “arreglar”. Solo verla era suficiente.
—Gracias —susurró, sincera.
—No me des las gracias. Solo prométeme algo.
—¿Qué cosa?
—Que no te cierres a lo bonito solo porque una vez dolió.
Ella lo miró, y por dentro, algo se movió.
No era amor todavía. Era posibilidad.
Y eso ya era un inicio.
Días después, Christofer la volvió a escribir.
Un mensaje corto, sin drama:
“Espero que estés bien. Te mereces todo lo bueno.”
Ana lo leyó y sonrió.
No con tristeza, sino con una gratitud serena.
Había pasado la tormenta, y por fin entendía que no todos los finales son tristes.
Algunos son solo necesarios.
Esa noche, mientras cerraba el computador, Mateo le escribió:
“¿Te apetece caminar un rato después del trabajo? Sin flores, sin drama, solo aire.”
Ana dudó un segundo… y luego respondió:
“Sí, me apetece.”
Y mientras caminaban entre las luces de la ciudad, riendo por tonterías, ella pensó que quizás el amor no se trataba de intensidad, sino de calma.
De poder ser uno mismo sin miedo.
De encontrar a alguien que no huya del silencio.
Y por primera vez en mucho tiempo, sintió que el universo le devolvía algo que había perdido: la paz de volver a empezar, sin esperar finales perfectos.
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comedia romantica, romance contemporaneo, ficción tecnológica
Editado: 28.10.2025