El alma del Lobo

Capítulo 9

 

El enfrentamiento con Malkolm y las embaucadoras palabras de mi padre, estaban anclados en mi cabeza cuando me perdía por el trayecto del bus, los ratos libres del trabajo y haciendo las tareas del hogar. Lo peor era llegada la noche; una vez resguardada en la cama, ellos reinaban en mi mente, y hasta en los sueños, donde hacían sus maquinaciones conspiranoicas. Despertaba como si una bandada de cuervos hubiesen picoteado mi cráneo,  media exaltada y con un sudor frío pero imaginario correteando por mi columna. Esos días transcurrieron lentamente sin saber de esos hombres y sin intenciones de hacerlo, ya sea por orgullo o por miedo. 

 El día que conté a Daisy sobre el episodio con Malkolm en la cafetería, recuerdo que su cara no fue como lo esperaba: gritando de indignación. Respondió soltando un soplido forzado, arañando el ambiente de la casa mientras hurgaba en el paquete de patatas y yo me recostaba en el sofá. 

— Pero lo peor fue después... —continué y Daisy se detuvo de hacer ruidos con la boca. 

— ¿Una discusión?

— No fue una discusión exactamente. Discrepamos —Mis ojos saltaron a la pantalla del televisor donde daba comienzo la presentación de la película—. Ambos queremos lo mismo, confianza, hablar de nuestros problemas más complejos, pero yo no puedo ni quiero hacerlo sola. 

— Vaya, acabas de recordarme a una tía en el programa de "Corazones rotos" —Su burla no la tragué y la miré atravesada—. Vale, ya me pongo seria —Se lamió la sal de sus dedos dejando el paquete—. Yo creo que ambos quieren tener algo más que un rollete. Lo que piden es de parejas legales. No sé por qué tanto lío. 

Esperé a sentir ese rechazo de idea tras lo que viví con Ray. Y no pasó. Por un momento me imaginé una relación estable con Malkolm. Mi corazón lo acogió con alegría. Y enseguida, me corregí. Asenté mi cabeza a la realidad. 

— Aunque tuviéramos algo serio, no funcionará —Había tomado un sorbete de cola y mi estómago, tan delicado últimamente, me negó tomar más—. Ya nos cuesta vernos en semana. Él vive de su trabajo. No se mudaría por mí y la verdad... Yo tampoco.

Porque mi vida y futuro está aquí. 

Daisy tuvo en cuenta lo que dije. 

— ¿Y por qué sigues con él? No creo que sea solo por sexo viniendo de ti. 

Me refugié en la tele por esa pregunta que me intimidó. 

— Me gusta mucho —Con cierto sonrojo, admití, pues era la primera vez que lo decía en alto, que hasta sentó que lo gritaba desde una torre para que todo el mundo me oyera, no como un susurro tembloroso que Daisy apenas lo entendió—. Y no quiero dejarle. No ahora, al menos... No sé si soy egoísta o estoy esperando que lo haga él. 

— Con Lara fue más o menos así y mira como estamos. De Londres a Edimburgo, con apartamento compartido y viaje en tres meses a Berlín. 

— Porque las dos tenéis la suerte a una película Hollywood —Repuse señalando la pantalla apareciendo Jennifer López como protagonista.

— ¿Qué película de Hollywood romántica tiene a dos lesbianas de protagonistas y una de ellas es negra? 

No pude evitar darle la razón con una sonrisa doblada de humor. Daisy me tomó la cara con un pellizco y me besó, imitando a Marie como burla. Yo gruñí del pegote y a sal de sus patatas que dejó en mi cara. 

— Puede que tú también tengas esa suerte —dijo Daisy y la escuché con atención—. Aunque antes de arriesgarte en ir más lejos, habla con tu amor sobre vuestros problemas y pregunta qué tiene de malo a que te inviten a café si no sois nada. 

— Malkolm no estaba enfadado por eso, Daisy. 

Puso los ojos en blanco. En el fondo llamándome por algún insulto peor que idiota. 

— ¿Quién se ha pegado tres temporadas de "Corazones rotos" y ha soportado los ex's de sus amigas desde que se les antojaron? Hazme caso, a mí me suena que parte sí. 


 


Días después decidí hacerlo: Marcar el número de Malkolm. En principio, creí que no atendería mi llamada, era un día y hora laboral, que oiría la voz femenina de la compañía telefónica y pensara en dejar un recordatorio. Escuchar su voz al abrir línea fue una sacudida de emociones. Entre un saludo cordial, tenso de mi parte y silencio del suyo tras contestarme, daba prueba lo que vivimos la última vez. Emitió un suspiro junto al sonido como el de un gruñido sutil.

— No debí comportarme de ese modo aquel día — El cruje del fondo era propio de reclinarse en una silla de despacho—. Tenías razón: No es justo que exija confianza cuando no cumplo mi parte. 

Guardé silencio. Malkolm lo preguntó:

— Entonces, ¿arreglado? 

— Sí, supongo —Por mi tono se entendía que no del todo y así deseé expresarme—. Pero, tengo la sensación de que habrá una próxima vez. Me gustaría quedar, zanjar lo que haya que zanjar, probar a intentarlo de forma más... Relajado los dos. 

Lo último sonó a otro tema explícito que no pensaba, y Malkolm lo confundió, con esa risita que luego se guardaba lo deduje y vi avergonzada. Aunque no hubo más sonidos que su respiración. 

— Dentro de unos días iré de viaje durante dos o tres semanas. Lo siento mucho. 

La noticia fue partícipe de una nueva desolación. Sí. Llegué a pensar mal: Que Malkolm mentía y necesitaba tiempo para decidirse conmigo. 

No. Recuerda que Harailt se cosería la boca antes que mentirte. 

— ¿Es de negocios o familiar? —Me atreví a preguntar. 

— Ambas —Reconoció y por el arrastre de la palabra no le agradaba la idea—. Sé que piensas, pero prometo vernos en cuanto vuelva.

Deseale un buen viaje, Sarah. 

Pero mi corazón gimoteaba de preocupación después de los acontecimientos previos de la semana. Entre ellas, el amenazante encuentro con mi padre fue el de mayor peso. 

— Ten cuidado —Me despegué del marco de la puerta y no sabía si añadir algo más. 




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