El calor del inframundo era asfixiante, como siempre. No había luz, solo sombras que se retorcían y giraban como si la misma oscuridad tuviera vida propia. El aire estaba denso, cargado de una tensión palpable, y mis pasos resonaban con la fría determinación que me caracterizaba. Pero hoy, incluso el ecos de mis botas parecían más vacíos, como si el peso de todo lo que había vivido últimamente me siguiera, dándome una extraña incomodidad.
Hoy era un día importante, una reunión en el consejo del inframundo. Los dioses y las deidades menores se habían reunido en el Salón del Juicio, un lugar vasto y oscuro, adornado con columnas de obsidiana y suelo de mármol negro que reflejaba la luz tenue de los fuegos que nunca se apagaban. Hades estaba en su trono, mirando con su mirada distante y calculadora, mientras las demás deidades se disponían a discutir lo que siempre era tema de conversación: el flujo de almas, el destino de las criaturas, y las reglas que gobernaban el mundo. Todo debía seguir el orden. Todo debía ser inmutable.
Pero mis pensamientos... mis pensamientos no podían dejar de desviarse hacia ella. Charlie. La joven humana que me había hecho cuestionar todo lo que había conocido hasta ahora. Me senté en mi asiento en la mesa redonda, completamente alejado de la cálida presencia de Hades, como siempre. Sabía lo que iba a suceder aquí. Sabía que no importaba cuánto me esforzara por ocultarlo, no podía escapar de lo que había comenzado a formar dentro de mí.
De repente, las voces se apagaron. Las deidades menores, con sus ojos brillando como el fuego más oscuro, me miraron. No necesitaban decir nada. La tensión estaba en el aire.
"Sabemos lo que está sucediendo, Muerte," la voz de Hades resonó con un tono grave, calculador. "Te has desviado del camino. Y no toleramos las desviaciones."
El murmullo de las demás deidades se elevó como un susurro, pero no importaba lo que decían. Hades tenía la última palabra. Él lo sabía todo, siempre lo había sabido. La Muerte nunca podía ocultarse de él.
"¿Qué significa esto?" preguntó Hades, su mirada fija en mí, implacable. "Has estado en el mundo humano más de lo necesario. Has empezado a... interactuar con ellos. Y no con cualquiera de ellos, sino con una humana, una mortal, que está fuera de tu alcance. Esta es una violación a las leyes que hemos establecido."
Mis dedos, que antes estaban fríos como el hielo, ahora comenzaron a temblar ligeramente. Sentí la presión aumentar, pero mi rostro seguía inmutable. Ya sabía lo que vendría. Sabía que no importaba cuántos muertos guiara, no importaba cuántos reinos del inframundo gobernara. Hades nunca aceptaría que me desbordara con sentimientos que no pertenecían a mi naturaleza.
"No puedes tener vínculos con los humanos," dijo una de las deidades menores, una figura etérea con rostro sombrío, su voz llena de desaprobación. "Es un riesgo. Te estamos advirtiendo, Muerte. Si sigues con este comportamiento, podría traer consecuencias más allá de lo que imaginas."
Mis ojos brillaron por un segundo, pero nadie en la sala parecía percatarse del pequeño destello que atravesó mi ser. Había algo en sus palabras que me retorcía por dentro, algo que me quemaba, pero me mantenía en silencio. Estaba acostumbrado a las amenazas, al frío juicio de los dioses. Pero ellos no comprendían. No comprendían lo que había experimentado, lo que había sentido. No podían comprenderlo, ni siquiera Hades.
"Lo que está haciendo es peligroso," otra deidad intervino, su tono sarcástico y sombrío. "No es solo una cuestión de reglas. Es una cuestión de poder. ¿Qué sucederá cuando ella muera? No olvides que los humanos son frágiles. Estás jugando con algo que no entiendes."
El salón se llenó de un murmullo de inquietud, y sentí cómo todo mi ser se tensaba aún más. Estaba claro que no me iban a dejar escapar de este juicio. Estaban decididos a obligarme a darme cuenta de la magnitud de mi error, de la amenaza que representaba mi implicación con un ser mortal.
"Entonces, ¿qué sugieres?" pregunté, mi voz baja pero firme, como la helada calma antes de la tormenta. "¿Qué debería hacer? ¿Olvidarme de lo que he sentido? ¿De lo que soy ahora?"
Hades se inclinó hacia adelante, sus ojos completamente oscuros, llenos de una comprensión y una desaprobación que solo él podía ofrecer.
"Lo que estás sintiendo no es real, Muerte. No eres capaz de amar, no eres capaz de sentir lo que ellos sienten. Lo que estás experimentando es una aberración. Una interrupción del equilibrio, y no podemos permitirlo. Debes alejarte de la humana. Ahora."
La fría palabra "ahora" retumbó en mi cabeza, como una sentencia.
Y entonces, algo dentro de mí, algo que nunca había sentido, se despertó. Una parte de mí que había estado latente, invisible, se rompió. No sabía si era desesperación, si era tristeza, o si era miedo. Pero sabía que no podía seguir ignorando lo que sentía.
"Yo... no puedo," susurré, casi para mí mismo. "No puedo... alejarme de ella."
Hades me miró fijamente, y por un momento, hubo una chispa de algo en su mirada. No era desdén, ni ira. Era algo que no podía identificar. Quizás, una comprensión lejana. Y entonces, en un susurro tan bajo que apenas lo escuché, Hades habló nuevamente:
"Lo sabíamos, Muerte. Sabíamos que llegarías a este punto. Y no podemos detenerte. Pero entiende esto... no será fácil. Los humanos... no están hechos para ti. Ella... no está hecha para ti."