El alma que nunca se fue

Capítulo 15: El Precio de la Desobediencia

Mi respiración estaba entrecortada, mi corazón late con una furia salvaje en mi pecho, como si cada pulsación me acercara más a la desesperación. Miraba el cuerpo inerte de Charlie, sentía la tibieza de su mano en la mía, pero aún así sabía que su alma ya no pertenecía a este mundo. Y aunque mi ser entero rogaba por que las reglas se rompieran, por que el destino fuera alterado, la realidad me golpeó con la frialdad de lo inevitable.

Entonces, de entre las sombras que se alzaban en la habitación, una presencia se hizo notar. No era un ser humano, ni siquiera un dios, sino algo mucho más antiguo, más profundo que todo lo que había conocido.

Varkael.

El anciano tejedor del destino apareció ante mí, imponente y silencioso. Su presencia era como un torrente de poder que me envolvía, como si pudiera sentir los hilos del destino de cada ser, de cada momento, entrelazados en la tela infinita del tiempo. Su figura, tan grandiosa como aterradora, emanaba una luz fría, casi cegadora, que iluminaba la oscuridad que me rodeaba. La quietud en la habitación se intensificó aún más, como si el tiempo mismo estuviera suspendido ante su llegada.

Me aparté de Charlie lentamente, levantándome, sin soltar su mano, y lo miré, mis ojos cargados de furia. Ya sabía lo que iba a decirme.

“Varkael”, murmuré, mi voz apenas audible, pero cargada de desafío. “¿Qué quieres? ¿A qué has venido?”

Él no respondió de inmediato, sino que observó la escena con su mirada profunda, como si estuviera evaluando cada palabra, cada movimiento. Finalmente, su voz resonó como el sonido de las campanas de una iglesia distante, un eco profundo que retumbaba en mi pecho.

“Te lo advertí, Muerte", dijo con calma, pero cada palabra estaba impregnada de una autoridad inquebrantable. "Te di muchas oportunidades, te ofrecí incontables chances de alejarte de ella. Pero decidiste desobedecerme. Decidiste ignorar las reglas del destino, del equilibrio que no puedes alterar.”

Mi cuerpo vibró con un fuego interno, y el dolor se transformó en rabia.

“No puedo dejarla ir, Varkael. No puedo simplemente seguir las reglas cuando ella está… allí, fuera de mi alcance. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras su alma se disuelve. ¡No después de todo lo que hemos compartido!”

Varkael levantó una mano, y el aire a su alrededor pareció tensarse, como si cada palabra que pronunciaría tuviera el poder de destruir el mismo tejido de la realidad.

“Sabes lo que eso significa, ¿verdad? Sabes que la desobediencia tiene un precio. Rompiste el orden, rompiste la cadena que mantiene todo en equilibrio. Y ahora, el precio es más grande de lo que imaginas. Las consecuencias de tus actos no solo afectarán a ti. Todo lo que has conocido, todo lo que creías comprender, comenzará a desmoronarse.”

Un escalofrío recorrió mi espalda. Ya sabía lo que estaba arriesgando, pero no me importaba. Nada de eso importaba. Nada importaba más que ella.

“Ya no me importa el precio. No me importa lo que el mundo, el destino o tú digas, Varkael. No puedo dejarla ir. Voy a romper el equilibrio si es necesario. Si debo luchar contra ti y contra todos los dioses del Inframundo, lo haré. No hay nada que me detenga ahora.”

Varkael me miró en silencio, como si evaluara mi alma misma, como si pudiera ver la tormenta que ardía dentro de mí, el dolor, la desesperación, la necesidad absoluta de estar con Charlie. Pero en sus ojos había algo más: tristeza. Tristeza por lo que sabía que estaba por venir.

“Tu voluntad es tuya, Muerte", dijo lentamente, su tono sombrío, "pero el precio que pagarás será alto. Las reglas no son solo una sugerencia. Son la fundación misma del universo. Si decides ir al Río de las Almas, si decides enfrentarte a los Atropos y deshacer lo que está hecho, estarás desafiando no solo a ellos, sino a toda la estructura del tiempo y el espacio.”

No respondí. No había nada que pudiera decir. Mi mente solo podía pensar en una cosa: Charlie.

Con una última mirada de lástima, Varkael levantó una mano y, en un parpadeo, se desvaneció en la oscuridad, dejándome solo en la habitación con el eco de sus palabras. Pero yo no podía, no iba a detenerme. La desesperación ya había dejado de ser una opción.

Me volví hacia la ventana, mirando la luna llena que iluminaba la escena, sintiendo el peso de la decisión sobre mis hombros. No había vuelta atrás.

El Río de las Almas me llamaba, y yo lo iba a cruzar. No había nada que pudiera hacer para detenerme. No importaba lo que el destino tuviera reservado para mí, no importaba el precio que tuviera que pagar.

Charlie… mi alma estaba lista para romper las reglas por ti.




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