El río de las almas se agitó como nunca antes, sus aguas frenéticas y distorsionadas, retumbando como una tormenta imparable. La Muerte, agotada por el esfuerzo de romper las reglas, observaba con una mezcla de dolor y satisfacción mientras las aguas comenzaban a calmarse. Pero en su pecho aún ardía un fuego, un dolor que la atravesaba con cada segundo que pasaba. Había salvado a Charlie, pero a un costo que no comprendía del todo.
El equilibrio estaba roto. El tejido del tiempo y el destino ya no era lo mismo. Y, mientras miraba a las Atropos, notaba en sus ojos que la gravedad de sus actos comenzaba a reflejarse en los rostros de las guardianas del hilo del destino.
“Lo has hecho,” dijo la primera Atropos, su voz fría, como si un pedazo de su alma también hubiera sido arrancado. “Lo has deshecho todo. El precio será alto, y no habrá vuelta atrás.”
La Muerte se acercó a la orilla del río, mirando las aguas que ahora fluían de manera errática. Se había enfrentado a ellos, había luchado contra su propia naturaleza y las leyes universales para salvar a Charlie. Y, a pesar del caos que había creado, sentía que había hecho lo correcto.
“No importa el precio,” murmuró, su voz resonando con una fuerza inusitada. “Lo que importa es que ella está conmigo. Y eso es lo único que me importa ahora.”
La segunda Atropos levantó sus tijeras y las miró con tristeza. “Te advertimos. Ya sabíamos de tu debilidad. Sabíamos lo que esto causaría. Varkael lo sabía. Pero aún así, decidiste seguir adelante.”
La Muerte no contestó. Sabía que era inútil argumentar. Había cruzado la línea, y no había marcha atrás.
“Entonces, es hora de que pagues el precio,” dijo la tercera Atropos, su voz dura, como un eco distante. “Varkael lo pedirá. El tiempo, el destino... todo se deshace ahora. Lo que has hecho no tiene perdón.”
Las Atropos comenzaron a retirarse, dejando a la Muerte sola en el río de las almas, con Charlie aún flotando entre las sombras. Aunque su alma ya no se desvanecía, su cuerpo permanecía inmóvil, atrapado en la espera del retorno. La Muerte la observaba, su corazón latiendo con una intensidad desconocida.
De repente, una figura oscura emergió de las sombras detrás de la Muerte. Era Varkael, su presencia imponente llenaba el aire, su mirada fija en ella como si pudiera ver su alma.