El alma que nunca se fue

Capítulo 19: El Castigo del Tejedor

Varkael permaneció en el borde del río, su mirada tan fría como el hielo, y la Muerte sabía que su tiempo de enfrentarse a las consecuencias había llegado. Había desafiado las reglas del destino, había roto el equilibrio que él mismo tejía y controlaba, y ahora debía enfrentarse a lo que nadie, ni siquiera él mismo, había previsto.

"Pensaste que podías escapar de las leyes que rigen el universo", dijo Varkael, sus palabras resonando como un trueno lejano. "No importa cuántas veces desafíes las reglas, Muerte. Nada escapa al destino."

La Muerte no respondió, pero sabía que las palabras de Varkael eran ciertas. Había cruzado una línea que no debía cruzarse, y ahora estaba pagando el precio por su insubordinación. Pero no podía arrepentirse. Había salvado a Charlie, había hecho lo que su corazón le pedía, y aunque el costo fuera elevado, lo aceptaría.

Varkael dio un paso hacia adelante, su presencia envolviendo el lugar con una gravedad palpable. "Este no será un castigo común, Muerte. Nadie ha osado quebrantar el equilibrio de esta manera. Te he dado muchas oportunidades para que te alejaras de ella. Pero ahora, al desobedecerme, has puesto en peligro todo lo que rige el destino."

La Muerte se preparó, consciente de que lo que se avecinaba sería peor de lo que había imaginado. Sabía que no había vuelta atrás, y que Varkael no perdonaría lo que había hecho. La eternidad de la Muerte no tenía poder sobre el tejedor del destino.

"Este castigo," continuó Varkael con una calma inquietante, "será uno que nunca le he dado a nadie. Porque tú no solo has desobedecido las reglas, Muerte, sino que has alterado el flujo del tiempo. Has dado la oportunidad de vivir a quien ya no debía. Has jugado con las vidas humanas como si fueran simples hilos. Y eso... no se perdona."

La Muerte, que había estado mirando con firmeza, ahora sintió un escalofrío recorrer su ser. Algo en las palabras de Varkael le decía que el castigo sería mucho más grande que lo que había anticipado.

"Por todo lo que has hecho," dijo Varkael, "tu inmortalidad te será arrebatada. Pero no será solo eso. La muerte que has alterado será tuya para siempre, pero no como una figura eterna y sin fin. Te condenaré a experimentar la mortalidad. Y cada vez que un ser humano muera a tu alrededor, sentirás la pérdida. Cada alma que cruce hacia el otro lado, será una herida que atravesará tu ser, como si cada vida se desgarrara de ti mismo."

La Muerte tragó saliva, su corazón palpitando con fuerza. Esta era la mayor tortura que había imaginado. Ser la Muerte y, al mismo tiempo, no tener la libertad de hacerlo, estar condenado a sentir el peso de cada alma perdida, a vivir la angustia de los que se van, sin poder hacer nada.

Varkael continuó, sin mostrar piedad. "No solo vivirás como un mortal, sino que serás testigo de la muerte que provocaste. Serás el espectador de cada alma que se desvanezca, el guardián de lo inevitable, pero también su víctima. Te haré sentir lo que es perder, lo que es ver caer la vida una y otra vez, sabiendo que no podrás hacer nada por detenerlo. Serás la Muerte que ya no puede morir, pero también serás el ser más vulnerable de todos."

La Muerte no pudo evitar una oleada de desesperación. El castigo de Varkael no solo implicaba una pérdida física, sino una emocional, algo que nunca había considerado, algo que jamás habría imaginado. Perdería su esencia, su poder, su autonomía, y estaría atrapada en un ciclo interminable de sufrimiento, observando cómo las almas de los humanos cruzaban, pero nunca pudiendo salvarlas.

"Este es el precio que pagarás por tus acciones. Y como última advertencia, el amor que has experimentado por Charlie... será la llama que más te quemará. No podrás tenerla, no podrás acercarte a ella. Estará siempre fuera de tu alcance, porque el destino no permite que lo que está roto sea reparado." Varkael dio un paso atrás y levantó su mano.

"Vete ahora, Muerte. Y recuerda siempre que no importa cuánto desees cambiar las reglas... nunca podrás escapar de las consecuencias."

La Muerte permaneció en silencio, observando a Varkael por un largo momento. Su cuerpo ya no era el mismo, la sensación de pérdida se cernía sobre ella como una sombra interminable. Sin embargo, a pesar del dolor que comenzaba a sentir, la Muerte miró hacia donde Charlie descansaba en el río, su alma ya no cruzando, pero su presencia aún vibrando en el aire.

"Lo haré", murmuró, aunque sus palabras eran apenas un susurro. "Lo haré por ella, incluso si eso me destroza."

Varkael la miró por última vez, su rostro impasible, antes de desaparecer en la niebla del inframundo. La Muerte, ahora sin inmortalidad, sin poder, sin propósito, se quedó allí, sintiendo el peso de su condena. Pero, a pesar de todo, algo dentro de ella seguía viva. Algo seguía ardiendo por Charlie.




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