El alma que nunca se fue

Capítulo 20: La Última Lección

La Muerte, ahora debilitada, caminaba con una solemnidad que antes no había conocido. Su ser ya no era el mismo, su existencia arrastrada por el peso de las decisiones que había tomado. Sin embargo, a pesar de todo, su destino seguía estando ligado a Charlie, y eso era lo único que le quedaba. Había sacrificado todo, incluso su inmortalidad, pero ahora tenía la oportunidad de devolverle la vida.

Con manos temblorosas, la Muerte levantó el alma de Charlie, la cual descansaba frente a ella, flotando como un hilo de luz en el aire. La colocó cuidadosamente dentro de su cuerpo inerte, sintiendo cómo la esencia de la vida retornaba lentamente. Su pecho comenzó a moverse, su respiración regresó, y poco a poco, los ojos de Charlie se abrieron.

Charlie miró alrededor, confusa, sin entender lo que sucedía. Las sombras de la muerte aún flotaban en el aire, y en un susurro suave, ella preguntó: "¿Quién... quién eres tú?"

La Muerte, que no tenía ya nombre, observó a Charlie con una mezcla de amor y dolor. Sus ojos, ahora humanos, brillaban con una intensidad que jamás había tenido. No era la Muerte la que veía, sino un ser mortal, con sus propios sentimientos, deseos y temores. Y, por un momento, deseó poder decirle la verdad, revelarle lo que realmente era, pero las palabras no salían. Solo podía mirarla, y en su silencio, responder con lo que sentía.

Pero antes de que la Muerte pudiera hablar, el aire se cerró a su alrededor, el espacio a su alrededor se desvaneció, y todo lo que quedaba era una nube de incertidumbre.

La escena desapareció y se oscureció.

Un golpe de tiza contra una pizarra rompió el hechizo del silencio. Los estudiantes, que habían estado absortos en la historia, miraron hacia el frente, sorprendidos al ver al profesor cerrar el libro con un movimiento firme.

"Y así concluye esta historia", dijo el profesor con una voz grave, pero llena de reflexión. "La historia de la Muerte, de cómo desafió las reglas del destino, cómo se enfrentó a su propia naturaleza y cómo pagó el precio por ello."

Los estudiantes, aún en shock, se quedaron en silencio, algunos con la mente llena de preguntas sin respuesta, otros con emociones a flor de piel. La historia había tocado algo profundo en ellos, algo que no sabían cómo procesar aún.

"Profesor," levantó la mano uno de los estudiantes, con una expresión de incertidumbre. "¿Por qué la Muerte eligió a Charlie? ¿Por qué luchó contra todo, sabiendo que iba a perder?"

El profesor dejó el libro sobre su escritorio, miró a sus estudiantes y, con una mirada seria, comenzó a hablar.

"La Muerte, como todos los seres, tiene deseos. Aunque no es humana, experimenta la necesidad de algo más, algo que va más allá de su deber. Ella, como muchos de nosotros, se enfrenta a la soledad, a la carga de la existencia, y, aunque no lo creamos, incluso los seres más poderosos tienen sus momentos de debilidad. Charlie, para la Muerte, fue su salvación, su luz en la oscuridad, su razón para desafiar las reglas. Pero, en su deseo de salvarla, la Muerte rompió el equilibrio del universo. Al final, la Muerte pagó por sus acciones, porque no podemos ir contra lo que el destino ya tiene trazado para nosotros."

Los estudiantes estaban en silencio, reflexionando sobre las palabras del profesor.

"Pero hay algo más que debemos aprender de esta historia", continuó el profesor. "El amor, como la Muerte, es una fuerza que no entiende de reglas. A veces nos lleva a hacer cosas que nunca imaginamos, nos impulsa a romper límites, y, en ocasiones, puede hacernos perder lo que más amamos. Sin embargo, también nos enseña lo que significa sacrificarse por los demás, por el bienestar de quienes amamos. La Muerte lo hizo por Charlie, y aunque pagó un precio enorme, su amor nunca se desvaneció."

Un silencio pesado llenó la habitación. Los estudiantes no sabían qué pensar, pero sabían que algo dentro de ellos había cambiado, algo había tocado sus corazones. El amor, la muerte, el sacrificio, el destino... todos esos conceptos flotaban ahora en el aire, y ellos debían decidir qué hacer con ellos.

El profesor, viendo las expresiones pensativas de sus alumnos, dio un paso atrás.

"Recuerden," dijo con una sonrisa suave, "que el destino es un tejido complejo, y aunque nuestras acciones puedan alterar su curso, lo que importa es cómo elegimos vivir nuestras vidas. No estamos destinados a ser inmortales, ni estamos destinados a siempre ganar, pero siempre debemos luchar por lo que creemos. Y, a veces, el sacrificio es el precio de ese amor."

Con esas palabras, el profesor se dio la vuelta y comenzó a guardar el libro en su estante, dejando a sus estudiantes con una lección que resonaría con ellos mucho tiempo después.

La clase había terminado, y los estudiantes se dispersaron, sus mentes aún procesando las palabras del profesor. Sin embargo, él no compartió su carga, no compartió el peso de la verdad que llevaba consigo. Como siempre, se mantenía en silencio, observando a sus alumnos irse, pero con una mirada melancólica en sus ojos, sabiendo que la lección no había terminado para él.

Después de un largo día, se retiró del aula, como lo hacía cada tarde. Caminó por las calles, pero esa noche, su destino era diferente. En lugar de regresar a su apartamento o su oficina, su caminar lo llevó hacia el bosque. Sabía exactamente a dónde iba, un lugar que había mantenido oculto durante siglos. El sol ya había desaparecido, y la luna iluminaba el camino, pero había algo en el aire que le decía que esa noche debía llegar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.