El alma que nunca se fue

Capítulo 21: La Ilusión de Charlie

Cuando Hades cruzó el umbral de la casa en el bosque, sintió algo profundo dentro de sí, como si el peso de siglos de oscuridad se hubiera aligerado. Al ver a Charlie, su alma se llenó de una paz que no había experimentado en toda su existencia. Su sonrisa cálida, su risa suave, todo en ella parecía perfecto. Ella lo había esperado, lo había perdonado, y lo recibía con una serenidad tan plena que no hubo espacio para ninguna duda.

Él la miraba con los ojos de quien ha esperado tanto para encontrar algo verdadero, algo real, y ella parecía ser todo lo que había deseado. Su rostro, su voz, sus gestos, tan naturales, tan cercanos. Como si nunca se hubiera ido. Y, por un momento, Hades se olvidó de todo lo que lo había hecho llegar hasta allí. Se olvidó del sufrimiento, del castigo que arrastraba, y se dejó llevar por la ilusión de tenerla a su lado.

"Pensé que nunca volverías," le dijo Charlie, su voz llena de ternura. "El amor, la muerte... el destino... todo lo que hemos atravesado... me preguntaba si alguna vez tendríamos un lugar así."

Él, con una sonrisa triste, la observó mientras ella preparaba el té, pensando que, finalmente, las sombras de su vida quedaban atrás. Pero algo en su interior empezó a inquietarse, como un murmullo distante que no podía ignorar. Algo no estaba bien. Había una frialdad en el aire, un vacío que no podía llenar. Y la paz que sentía con Charlie a su lado era, en cierto modo, incompleta.

Cuando Charlie se acercó con la taza de té, él tomó un sorbo, pero la bebida no tenía el sabor que esperaba. Era demasiado dulce, demasiado artificial, como si nada de lo que sucedía fuera real. La habitación, tan acogedora, parecía envolverse en una niebla tenue, casi fantasmal. Hades no pudo evitar mirar alrededor, su mente comenzando a trabajar, a cuestionar.

"Charlie..." dijo, finalmente, con voz vacilante. "¿Dónde estamos?"

Ella le sonrió, su risa suave y cálida, pero algo en sus ojos no era lo mismo. Había una tristeza que no había notado antes. Algo que la hacía parecer más lejana de lo que debería ser.

"Estamos en casa," respondió ella, como si eso bastara para dar una respuesta.

Pero Hades lo sintió. El frío. El vacío. La verdad.

"Esto no es real," murmuró para sí mismo, y el suspiro que siguió a esas palabras fue el más amargo de todos.

Charlie lo miró con una expresión suave, pero sus ojos, aquellos ojos que tanto amaba, ya no brillaban como antes. En su lugar había una oscuridad, una tristeza infinita que atravesaba todo lo que había creído saber.

"Sí, lo es," respondió ella con una calma que hacía eco en su alma. "Lo es para ti. Siempre lo será."

El profesor, ahora consciente de la verdad, comprendió lo que había hecho. Había traído la ilusión de Charlie de vuelta, una ilusión creada por su propia desesperación, un sueño, un espejismo tejido por su mente rota. La verdad era innegable: Charlie había muerto años atrás, y él, en su dolor y su amor, había creado una imagen de ella para evitar la angustia de su ausencia.

Hades no podía contener las lágrimas, aunque estas eran tan frías como la muerte misma. La había perdido, y lo había hecho desde el principio. No había regreso, no había salvación.

"Te extraño," susurró, mirando la figura de Charlie, la que ya no era más que un reflejo de lo que había sido.

Ella lo miró, con una ternura infinita que solo aumentaba el dolor en su pecho. "Lo sé. Y lo siento también."

La imagen de Charlie comenzó a desvanecerse lentamente, como si se disolviera en el aire, su figura volviéndose cada vez más tenue. Y, por fin, la casa en el bosque, que había sido su refugio en este último encuentro, comenzó a desmoronarse. El fuego en la chimenea se apagó, la luz se desvaneció, y el lugar se convirtió en una sombra vacía.

"Pero... ¿por qué?" murmuró Hades, la desesperación llenando sus palabras.

"Porque ese es tu castigo, Hades," dijo una voz profunda y resonante desde las sombras. Varkael apareció, su figura flotando en la penumbra, observando a la muerte con una mirada llena de juicio.

Hades comprendió, el peso de las palabras cayendo sobre él como una condena que no podía evadir. "Mi castigo... ¿esto es lo que tengo que vivir?"

Varkael asintió, sin mostrar compasión. "Cada vez que te acerques a los que amas, ellos se desvanecerán. No puedes tener lo que deseas, Muerte. No puedes tener amor sin pagar el precio."

La figura de Charlie ya no estaba, solo quedaba el vacío, la fría certeza de que la muerte había cometido un error irreversible.

"Todo lo que tocaste... lo perdiste. Y ahora, cada vez que busques una conexión, esa conexión se desvanecerá antes de que la puedas tocar," dijo Varkael, el tejedor de destinos. "Eso es lo que te toca vivir."

Hades miró alrededor, solo. La oscuridad lo rodeaba, y por primera vez en su existencia, comprendió la magnitud de su condena. Había amado, pero al hacerlo, había destruido lo que más deseaba. La imagen de Charlie, su amor, su alma, se desvaneció ante él, dejando solo el eco de su propia soledad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.