YA AHORA SI EPILOGO, PERDON POR LA BROMA
El bosque estaba envuelto en una niebla tenue, con el canto de los pájaros resonando entre los árboles. Hades caminaba con pasos pesados, acostumbrado ya al silencio de su existencia. Había dejado atrás siglos de tormento, de arrepentimiento, de búsqueda sin sentido. Y sin embargo, algo en el aire aquella noche era distinto. Algo lo llamaba.
Un leve sollozo rompió la calma.
Se detuvo.
Bajo un árbol torcido, una pequeña figura estaba sentada sobre la hierba húmeda. Una niña, con su ropita sencilla y el cabello desordenado, abrazaba sus rodillas temblando de frío. Hades sintió cómo su pecho se oprimía al verla. No por compasión, ni por tristeza, sino porque cuando sus ojos se encontraron, todo su mundo se sacudió.
Eran los ojos de Charlie.
La pequeña lo miró con la inocencia de quien aún no comprende el peso de la vida ni de la muerte. No habló, solo parpadeó, como si reconociera en él algo familiar, algo que no podía explicar.
Hades cayó de rodillas frente a ella, su mente debatiéndose entre la razón y la locura. La tocó con una suavidad que jamás había mostrado antes, temiendo que se desvaneciera como lo había hecho tantas veces. Pero no lo hizo. La niña estaba allí, real, cálida, viva.
—Charlie… —susurró con la voz quebrada.
La pequeña inclinó la cabeza con curiosidad, sin entender el peso de aquel nombre. Hades sintió que el tiempo mismo se detenía en ese instante, el universo girando alrededor de esa pequeña criatura que le devolvía algo que creía perdido para siempre.
Entonces, una sombra se materializó entre los árboles.
Varkael.
El anciano tejedor de destinos lo observó con una expresión inescrutable, sus manos ocultas bajo los pliegues de su túnica.
—Lo lograste —dijo con voz profunda, cargada de un significado que Hades apenas podía procesar—. Contra todo pronóstico, contra toda ley del universo… has traído su alma de regreso.
Hades no podía hablar. Solo sostuvo a la niña contra su pecho, sintiendo su pequeño latido, escuchando su respiración tranquila. Durante siglos había buscado romper su castigo, encontrar una forma de traerla de vuelta… y ahora, aquí estaba. Renacida.
—Ella no recuerda nada —continuó Varkael—, y no lo hará. Esta es una nueva vida, una oportunidad para empezar de nuevo. Pero ahora la pregunta es… ¿qué harás con ella?
Hades alzó la vista, sujeta aún a la niña como si temiera que desapareciera en cualquier momento. Pero ya no había duda en su corazón. Había pasado una eternidad persiguiendo fantasmas, luchando contra fuerzas más grandes que él, y finalmente había encontrado la respuesta.
—La cuidaré —respondió con firmeza—. La protegeré, la guiaré… esta vez, no la perderé.
Varkael lo estudió durante un largo momento antes de asentir con lentitud.
—Entonces, Muerte… esta vez, has vencido.
Y con esas palabras, el tejedor de destinos desapareció, dejando atrás solo el murmullo del viento entre los árboles.
Hades se quedó en el bosque, sosteniendo en sus brazos lo único que alguna vez había amado. No sabía qué deparaba el futuro, pero por primera vez en su existencia, tenía algo que jamás había poseído antes.
Esperanza.
"Incluso la muerte puede encontrar la redención, porque el amor verdadero nunca desaparece… solo encuentra una nueva forma de existir."