"El Alpha "

❤Capitulo 14❤

Cuando Leah vio a Ryan en el porche, no pudo evitar abrir la puerta, salir e ir corriendo hacia él.
Al llegar le acunó el rostro y suspiró al verlo sano y salvo.
—¿Estás bien? ¿Te han herido?
—Mira, ya llegó mamá —comentó el lobo que lo acompañaba.
Leah se giró hacia él y le tendió la mano.
—Tú debes ser Luke, gracias por mantenerlo a salvo.
Él contestó al saludo y explicó:
—Yo no hice nada, pelea tan bien que fue él el que nos mantuvo sanos y salvos. Fue increíble.
La humana miró totalmente orgullosa a Ryan, el cual se sonrojó y se tapó un poco los ojos con
una de sus manos.
—¿Seguro que estás bien? —se cercioró.
—Sí, solo una leve herida en el costado.
Todos supieron que acababa de decir algo terrible, ya que Leah se lanzó sobre la base de su
camiseta y la levantó para ver el alcance de la gravedad.
Ryan se dejó hacer para que se calmase. Al parecer aquel hombre quería mucho a la humana y
el amor era mutuo.
—No es nada demasiado terrible. Llevo un botiquín en el coche, pero veo que no será necesario.
—Tranquila, mamá, tu cachorro está en perfectas condiciones.
Leah asintió.
Todos entraron en casa y saludó a sus compañeros.
—Pero, ¿a cuántos te has traído? —preguntó sorprendido.
—Yo solo me traje a Doc. Fue Dominick el que insistió en venir con los demás.
Miró a su jefe y este hizo una mueca. Parecía ser que la noticia del ataque había trastocado a
Leah y sabía lo que eso significaba. En parte se sintió culpable de hacer dicha llamada y no tuvo
claro si había hecho bien. Aunque, por otra parte, si se lo hubiera callado y meses después Leah lo
hubiera sabido, hubiera firmado su sentencia de muerte.
—Bueno, cuantos más seamos mejor lo pasaremos —comentó Luke.
Lachlan entró por la puerta como un vendaval. Quedó perplejo al verlos a todos reunidos en su
salón y quedó en silencio unos segundos para señalar a Nick.
—Anda, si se han traído la canguro y todo.
Nick le dedicó una mirada furibunda, pero decidió ignorarlo. Era lo mejor y todos lo agradecieron.
—Leah, no era necesario venir corriendo.
—Lo era. ¿No somos bien recibidos? —preguntó fingiendo estar ofendida.
Doc entró en la estancia y, tras sortear a los niños, se sentó al lado de la humana. Sabía bien que
era a modo de protección. Era el guardaespaldas de aquella mujer y poco le importaba que
estuviera su marido allí también para protegerla. Era una relación extraña, pero él no entraría en
aquel tema; todos eran libres de ser como quisieran sin que nadie les dijera nada.
—Por supuesto que sois bien recibidos, pero siento el viaje y más sabiendo que la pequeña
Camile está enferma.
Todos miraron a la susodicha. La pequeña estaba jugando con el pequeño de los lobos, Remi, y
comenzó a hacerlo levitar.
Dominick corrió y tomó al niño entre sus manos para dejarlo nuevamente en el suelo y se disculpó
con sus padres.
—Vaya, esta niña va a dar más guerra que su madre.
Nick chasqueó los dedos y sobre la boca del lobo apreció una cremallera que le cosió los labios
sin dolor alguno.
—¡Nick! —exclamó Leah enfadada.
—¿Qué? ¿Culpa mía? Qué poco agradecidos sois.
Chase se pellizcó el puente de la nariz.
—Eres su invitado y debes comportarte acorde a la situación —dijo Doc antes que nadie.
—Sí y tú eres el más simpático de todos para darme clases.
Cualquier día ese Devorador iba a comerse su ironía, pero no tenía claro quién iba a ser el
primero en hacérsela comer. Al parecer y pasado el tiempo, iba a tener cola detrás.
Tras un bufido hizo desaparecer la cremallera y siguió con los pequeños.
La verdad que iba a ser una reunión muy amena con todos los presentes.
***
Verlos marchar fue lo más difícil que había hecho en su vida y Ellin lo supo y le sostuvo la mano
tratando de darle la fuerza necesaria.
Leah había insistido en llevársela, pero Olivia había decidido quedarse al menos hasta que el celo
pasara. Por muy infantil que se hubiera comportado en algún momento, sabía bien que allí donde se
encontraba ellos podían lidiar con sus estados más álgidos y también podían asesorarla para
sentirse mejor. En cambio, los Devoradores no.
Su hermana lo aceptó de mala gana y subió al coche con su pequeña y su marido. Pronto
vendrían a verla de nuevo y cuando pasasen tres meses, Olivia podría elegir si se marchaba o no.
—Gracias —dijo suavemente a Ellin.
—Tranquila, es normal lo que sientes. Tu corazón ahora está dividido entre tu gente y tu
hermana. Si necesitas cualquier cosa he grabado mi teléfono en tu móvil.
Olivia frunció el ceño confusa.
—No tengo móvil.
—Ahora sí. Lo he dejado en tu habitación.
—Gracias.
La loba le restó importancia haciendo unos leves movimientos con las manos y la instó a entrar
en casa.
—Bueno, yo voy a dormir un poco más —se despidió Luke.
—Gracias por cuidar de él. A Leah le hubiera dado un infarto si algo le hubiera ocurrido. Lo quiere
tanto que casi podría ser su madre.
Él negó con la cabeza.
—De verdad que no hice nada. Ese hombre es más capaz de lo que todos piensan y comienzo a
ver por qué Dominick lo eligió como pupilo. Es fuerte y peligroso y me gustaría llevarme el mérito de
que lo cuidé, pero no lo hice. Luchó a mi lado codo con codo.
Olivia asintió aceptando sus palabras. Fuera como fuera él estaba a salvo y era lo importante.
Había visto el amor que tenía su hermana hacia aquel muchacho.
Luke se marchó silbando y eso le provocó una sonrisa. Era tan jovial que apenas era capaz de
creer que una vez hubiera vivido algo peor que lo que ella había sentido en sus propias carnes.
Si él lo había superado tal vez había alguna opción para ella.
La urgencia la golpeó con contundencia cuando notó que el momento álgido del celo comenzaba
a llegar. Escuchó a Lachlan y Howard gruñir al mismo tiempo que ella subía corriendo las escaleras
de dos en dos a toda prisa.
Se encerró y echó el pestillo para evitar que alguien pudiera alcanzarla. Era una sensación
extraña de protección aquella puerta que tanto había odiado durante meses.
Había sido tan de golpe que apenas había sido capaz de prepararse mentalmente para el dolor
que su cuerpo emanaba. Le exigía tener contacto con otro cuerpo, le urgía sentir las caricias sobre
su piel y calmar esa quemazón que la golpeaba.
Se aferró a las sábanas y colocó la almohada entre sus piernas en un intento desesperado de
acolchar un poco el dolor. Cuando los pinchazos de calor retorcían sus entrañas podía apretar las
rodillas contra el cojín y aliviar levemente el momento.
Era lo único de todo lo que había probado que había funcionado.
—Basta ya, por favor… —susurró.
A su mente llegó como si fuera una alucinación el beso compartido con Lachlan. Había sido rudo,
húmedo y caliente, hasta tal punto que, muy a pesar de la situación, había disfrutado del instante.
Solo había sentido algo semejante hacía mucho, tanto que Cody ya parecía un leve y tímido
recuerdo que apenas podía esbozar.
¿Cómo podía ser el dolor tan profundo? ¿Por qué la vida se lo había arrebatado?
No podía pensar en el beso de Lachlan sin evitar sentirse culpable. Era una traición hacia el
hombre que amaba por mucho que no siguiera con vida. No podía pensar en hombre alguno
siempre que el recuerdo de Cody siguiera en ella.
Si cerraba los ojos todavía podía sentirlo. Su mente le llevó a un recuerdo que atesoraba con todo
su corazón.
Su amor fue puro y certero, pero fugaz y doloroso al mismo tiempo.
—¿Qué hora será? —le preguntó Olivia a Cody.
—¿Y de qué te sirve saberlo? —contestó él con una nueva pregunta.
Olivia se encogió sobre su manta, hacía frío y llevaban demasiados horas a oscuras. Resultaba
desesperante e incluso claustrofóbico. Se sentía a punto de enloquecer, casi se veía capaz de
tirarse contra los barrotes como tantos otros habían hecho.
—Combatiré en cuanto enciendan las luces, me toca —sentenció terriblemente Cody.
Eso era algo terrible. Siempre sentía su corazón partirse en dos cuando lo veía marchar, cabía
una gran posibilidad de que nunca regresase.
—Tienes que ganar.
—Como siempre, niña. Volveré.
Asintió con una tranquilidad fingida increíble, ya que quiso transmitirle que confiaba en él y que no
temiera nada. Siempre había que salir al ring con el ánimo alto, por mucho que uno quisiera morir
no debía darles el gusto.
Los humanos se reían de los lobos, los escupían e insultaban, era demoledor sentirles fuera pedir
sus pellejos. La gente que venía a ver los combates no tenía alma, ni corazón y mucho menos
piedad alguna. Los querían muertos y si podía ser sufriendo muchísimo mejor.
Ella les había llorado implorando ayuda, se había agarrado a la jaula metálica que colocaban
alrededor del cuadrilátero implorando que llamaran a la policía. Y ellos se habían reído tan fuerte
que toda esperanza se había marchado.
Una vez un hombre le lanzó un refresco por asesinar al combatiente por el que había apostado.
La pobre muchacha había quedado tendida en el suelo sin apenas poder moverse y la habían
rociado con aquel líquido pegajoso y dulce.
La humillación fue tan atroz que estuvo dos días sin moverse apenas de la esquina de su jaula.
Solo Cody la había hecho volver, por ese motivo él no podía desaparecer de su vida. No podían
arrebatarle lo único bueno que quedaba en su vida.
El mundo no podía ser tan cruel y arrebatarle a aquel hombre que había cuidado de ella desde el
primer momento que había pisado aquel lugar.
—Acércate, anda —pidió él.
No se lo pensó. Se colocó a su lado todo lo más cercana que pudo a pesar de los barrotes que
los separaban. Se sentó en el suelo e introdujo las piernas dentro de su jaula.
Cody se sentó entremedio y la rodeó con las suyas al mismo tiempo que con sus manos buscaba
las de la loba.
—Vamos a estar bien y conseguiremos salir de aquí, que no te quepa duda.
Olivia rio amargamente. Nadie podía devolverles la libertad.
—¿Por qué siempre eres tan positivo? ¿De dónde sacas tanta esperanza?
Notó la mirada de aquel hombre sobre ella a pesar de la oscuridad que los abrazaba. Se sintió
atraída hacia su cuerpo de un modo desesperante y acercó el rostro al suyo. Solamente se detuvo
cuando su aliento golpeó sus labios. Nunca antes habían estado tan cerca y resultaba inquietante y
excitante al mismo tiempo.
—Porque cuando todo era demasiado oscuro para seguir viviendo llegaste tú. Eras tan frágil y
estabas tan asustada que no podía morir y dejar que este mundo te engullera. Debía permanecer a
tu lado y ayudarte a sobrevivir.
—¿Y si algún día dejo de necesitarte? ¿Te marcharás?
Notó como se acercó unos leves centímetros más haciendo que, al hablar, sus labios rozasen los
suyos.
—Ya no puedo marcharme porque has llenado tanto mi vida que no sé vivir sin ti.
Nunca antes le habían dicho algo tan hermoso, provocando que se estremeciera. Apenas fue
capaz de contenerse cuando Cody selló su frase con un tierno beso que Olivia sucumbió al
momento.
No solo se dejó besar sino que también lo hizo de una forma frenética y desesperada. Se
abrazaron a pesar de las barreras arquitectónicas que tenían. Se tocaron, se acariciaron y se
saborearon durante minutos haciendo que la soledad ya no fuera tan dura.
—Prométeme que nunca me dejarás.
—Nunca lo haré. Siempre estaré contigo —juró Cody.
Olivia regresó a la realidad, a una sin el amor de su vida. Ahora era libre, pero había perdido la
posibilidad de estar juntos, una mala decisión les había separado de por vida. Ya no había consuelo
para ella.
Podía fingir que jamás había existido, pero era falso. Lo había hecho y había llenado su corazón
de una forma tan dura que no podía dejarlo atrás. No podía soltar su recuerdo y seguir adelante.
Puede que hubiera momentos en los que se sintiera mejor y viera el mundo con un poco más de
esperanza, no obstante, en ese instante todo era negro como el ébano.
Las lágrimas mancharon sus ojos sin piedad. Lo extrañaba tanto que el dolor era mayor que lo
que le provocaba el celo.
—Me mentiste y no cumpliste tu palabra. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.