"El Alpha "

❤Capitulo 18❤

—¡Te odio! ¡Lanzaste sobre tu sobrina y sobre mí a Seth sabiendo que nos mataría! —bramó
Leah presa de la ira.
Fuera de control tomó la almohada y se la lanzó a su hermana. La golpeó certeramente, pero la
joven se quedó quieta mirando a Leah en un mar de lágrimas.
No trató de justificarse o de evitar el enfado de su hermana. Lo aceptó y tomó cuanto ella
estuviera dispuesta a darle por mucho que doliera. Iba a aceptarlo, tragar su odio e interiorizarlo
hasta grabárselo en el alma para recordarlo toda su vida.
Doc contuvo a Leah al mismo tiempo que Alma trataba de dialogar con su amiga. Nada de lo que
probaban funcionaba.
Ella había despertado y tras unos segundos de calma la tormenta había hecho saltar la bomba de
relojería en la que se había convertido su hermana.
—¡Te estás vengando! Es eso, ¿verdad? —preguntó fuera de sí.
Ella forcejeó con Doc, pero no consiguió liberarse de su agarre y eso la enfureció todavía más.
—Nos hiciste responsable de la muerte de Cody y has hecho que pierda al amor de mi vida para
que sienta lo mismo que tú.
Esa acusación dolió, pero la aceptó.
—Leah, estás fuera de control. Tienes que calmarte —pidió Doc acunando su rostro y obligándola
a que lo mirase.
Alma aprovechó para tomar del codo a la loba y llevársela fuera. Hicieron falta dos intentos para
que Olivia cediese y saliera fuera.
—Déjame entrar, si ella me odia lo acepto. Si eso le ayuda a sentirse mejor déjale que me pegue,
me grite, insulte o lo que necesite —pidió Olivia totalmente rota por el dolor.
La humana negó con la cabeza al mismo tiempo que la abrazó.
—No es culpa tuya, no lo es. Calma, mejorará.
—No lo hará. Nunca podrá perdonar que le haya arrebatado al amor de su vida.
Lachlan y Nick llegaron en aquel momento y quedaron expectantes viendo lo que estaba
ocurriendo.
—No le has quitado nada, no puedes cargar con las culpas.
Olivia lloró desconsoladamente sobre el pecho de Alma. Se abrazó a ella como si fuera una
especie de salvavidas y descargó en ella todo lo que había en su interior. Ahora el mundo se había
desmoronado.
—Yo la llamé y la separé de Chase como me pidió. Él la localizó por mí —jadeó.
Alma acunó su rostro y secó sus lágrimas.
—Todos en tu lugar hubieran salvado a los pequeños. No es tu culpa, no podías elegir algo mejor.
—Le debo lealtad. Ella ha hecho tanto por mí…
Lachlan vio a Olivia romperse en tantos pedazos que dudó que algún día fuera capaz de
componerse.
—Tienes un corazón tan grande que no te mereces esto que te ha ocurrido. Has hecho lo mejor
que podías hacer. —Alma la agitó para que dejara de sollozar y la escuchase de una vez—. No es
culpa tuya, tienes que creerme.
Pero Olivia no la creyó y siguió llorando cada vez más con cada grito desgarrador que venía del
interior de la habitación de Leah. La pobre mujer estaba viviendo el momento más crudo de su vida
y si Dominick había muerto sabían bien que su mujer lo había hecho con él.
Finalmente, Lachlan no pudo seguir mirando y corrió a tomar a la pobre Olivia entre sus brazos y
protegerla de sí misma y del dolor que la atormentaba. La cogió en contra de su voluntad y la llevó
lejos de los gritos de su hermana, no podía permitir que ella le hiciera más daño por muy justificado
que estuviera.
—¡Déjame ir, por favor! ¡Tengo que estar con ella! —suplicó desgarradoramente.
—Ahora no, todo llegará.
                                                                   ***
Luke sintió lástima de Leah. Los gritos podían sentirse desde el otro lado del hospital y eran
capaces de encoger el corazón de cualquiera.
Dane estaba escayolando el brazo de Ryan, el hueso se había roto limpiamente y no haría falta
operar para su curación. En un mes iba a estar como nuevo, eso era un inconveniente para alguien
que cicatrizaba tan lento. En un lobo el proceso se acortaba a una semana.
—No va a superar esto… —Susurró Ryan.
—Tal vez esté con vida. No hemos visto el cuerpo de Dominick.
La esperanza de Dane era admirable, pero no había estado allí. La supervivencia del líder era
algo muy improbable.
—Siento lo ocurrido, Devorador —dijo Luke con el corazón encogido.
Los lamentos de aquella mujer eran tan viscerales que casi podía sentir el dolor en sus propias
carnes y era absolutamente demoledor. Sobrevivir para perder a la pareja de tu vida debía ser algo
terrible que esperaba no experimentar jamás.
En aquellos momentos agradecía estar soltero.
Dane los dejó a solas. Su mujer había llegado y ambos necesitaban un momento de intimidad. No
les culpaba, lo que acababa de pasar podía sacudir el corazón de cualquiera.
—Gracias por quedarte a mi lado.
La voz dulce de Ryan le hizo sonreír.
—No ha sido nada.
Él no pensaba igual y negó con la cabeza.
—Me has protegido y te has quedado a mi lado. Eso sí es algo.
Era cierto, pero no debía darle más importancia de la necesaria. Su amistad le había obligado a
protegerlo y no esperaba agradecimiento a cambio.
Ryan se sonrojó cuando él lo miró tan intensamente. Aquel lobo había arriesgado su vida por la
suya y no había agradecimiento posible que pagara eso. Además, no se había marchado con los
suyos y se había asegurado que atendían correctamente su brazo.
¿Él se merecía tanta dulzura?
—¿Qué crees que ocurrirá ahora?
Los rizos pelirrojos del lobo se movieron al compás de su dueño, el cual agitó la cabeza un par de
veces antes de contestar.
—Se avecina una guerra y nadie estará a salvo.
Eso era cierto. Los tiempos de paz habían acabado para sucumbir en la oscuridad que Seth les
había traído. Venía una tormenta tan fuerte que no supo vaticinar el resultado, no podían
enfrentarse a alguien tan fuerte.
—Deberías volver a casa a descansar —susurró Ryan.
—¿Ya te has cansado de mi compañía?
No se trataba de eso, pero no quería ser el culpable de que aquel hombre cayera rendido de puro
cansancio.
—La verdad es que no —dijo sinceramente.
Podía sorprender, pero su compañía siempre había resultado agradable y estaba contento con
tenerlo a su lado en un momento como ese. Era el amigo en el que más confiaba en aquellos
momentos de flaqueza.
Su mente estaba en mil temas a la vez, todos dispares y, a la vez, preocupantes. Luke se dio
cuenta y chasqueó los dedos ante sus ojos para atraer su atención.
—¿Cuánto tendría que pagar para conseguir que me explicaras qué hay en tu cabeza?
—¿Puedo confesarte algo? —preguntó Ryan abruptamente.
Él asintió convencido, esperando algo terrible y su corazón se encogió.
—Nunca he estado con nadie.
Durante unos segundos lo miró perplejo. Creyó escucharlo mal y le pidió que lo repitiera, el pobre
muchacho no fue capaz y negó con la cabeza.
—Me has oído perfectamente, no te mofes de mí —dijo totalmente ofendido.
Luke se sorprendió ante su reacción y trató de contener la risa.
—Estás malinterpretándome, Devorador. En ningún momento me he reído de ti, es solo que no
doy crédito a tus palabras.
Ryan suspiró, se encogió tanto que estuvo seguro que podía hacerse invisible si se lo proponía.
—No tenía que haberte dicho nada. Hazme un favor y vuelve con los tuyos, yo voy a morir en
algún rincón de la vergüenza.
La risa brotó del pecho del lobo y se plantó ante él evitando que pudiera bajar de la camilla donde
lo habían atendido.
—Escúchame, no me he reído de ti en ningún momento. Es que me cuesta creer que no hayas
tenido un largo número de encuentros.
—Me centré en ser el mejor candidato para Dominick para que se fijase en mí y pudiera ser su
pupilo.
Entonces la vio, la adoración absoluta que sentía hacia su líder. Algo que le pareció tan adorable
que tuvo que contenerse para no tomar sus mejillas y estirar como las abuelas hacían con sus
nietos al verlos tan guapos.
—En ese caso yo tenía razón.
Ryan lo miró perplejo.
—Te dije que estabas falto de fiesta.
Eso le provocó una sonrisa al mismo tiempo que asentía dándole la razón. Puede que hubiera
estado en lo cierto, pero jamás hubiera imaginado que aquel dulce niño fuera tan inocente en tantos
aspectos.
—Y yo pidiéndote una cita. He sido tan brusco contigo, lo lamento.
—No lo sientas —dijo Ryan mordiéndose el labio.
Acto seguido lo miró a los ojos y confesó:
—Me sentí halagado de gustar a alguien.
Y por primera vez en mucho tiempo, él no supo qué decir salvo mirar las cajas de pastillas que
había cerca y reír.
—Te han dado una cantidad increíble de calmantes. Quiero creerte cuando dices que Dane es tu
amigo, pero te ha dopado para hacer saltar por los aires el control antidoping.
Ryan miró las pastillas y tomó un par de cajas entre sus manos.
—No, en realidad no me dio nada fuerte. Fue suave conmigo.
—¿Y eso cómo lo sabes?
El Devorador alzó el pecho con orgullo antes de decir:
—Soy enfermero.
—¿Qué me dices? Pues ahora que lo dices tengo un pequeño dolor en el cuello que no consigo
que se me vaya con nada. ¿Qué me recomiendas?
Ambos se miraron unos segundos.
—Lo mejor en tu caso es descansar.
—Lástima, porque es lo que menos he podido hacer los últimos días.
—Doy fe, lobo.
Y eso no había hecho nada más que empezar.




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