"El Alpha "

❤Capitulo 23❤

Lachlan suspiró cuando, sentado en su porche, vio pasar a Luke, Olivia y Aurah. Su Sargento
mayor estaba siendo llevado en volandas cogido por las dos mujeres con claros signos de
embriaguez. Su hermana lo tomaba de las piernas y la otra por el torso.
—¡Voy volando! —gritó Luke abriendo los brazos.
—Estoy por dejarlo aquí y que lo recoja el camión de la basura —comentó Olivia.
El lobo siguió la escena de cerca y se descubrió a sí mismo sonriendo como un estúpido al
sentirla hablar.
Hacía demasiado tiempo que no compartían una conversación y se estaba volviendo loco.
¿Cómo podía extrañar a alguien que veía cada día? Solo se daban los buenos días y eso era tan
insuficiente que sentía rabia.
Estaba enfadado todo el día, hasta cuando dormía. Y ella parecía haber pasado página sin darse
cuenta de la gente que había dejado atrás.
Kara salió en su busca con dos tazas de café y se sentó a su lado en los escalones del porche.
Le tendió una taza y la tomó calentándose las manos con ella.
—Parece que están entretenidos —comentó la loba señalando al trío que caminaba de forma
tambaleante calle abajo.
Lachlan asintió.
—Sí, tienen montada una buena fiesta.
Kara tomó un sorbo mirándolo directamente.
—Con todo lo fanfarrón que puedes llegar a ser en algunos momentos, me sorprende que no
hayas ido a hablar con ella.
Él frunció el ceño.
—¿Con quién?
Ella enarcó las cejas. De acuerdo, ambos sabían bien de quién hablaba, pero no era posible en
aquellos momentos.
—Todavía es pronto —explicó antes de tomar un buen sorbo al contenido de la taza.
—¿Para qué es pronto? ¿Debes estar años suspirando por las esquinas viéndola pasar?
Lachlan gruñó en señal de advertencia. No era un tema de su agrado y comenzaba a estar
cansado de que siempre le insistiera en lo mismo.
—Tú no has venido para eso. Limítate a tu cometido y deja el tema de Olivia.
Se levantó directo hacia el bosque. Necesitaba transformarse y dejar libre al lobo, así podría dejar
de pensar un poco y cansarse corriendo. Antes de hacerlo, giró sobre sus talones y dejó la taza en
el porche, justo al lado de Kara.
La señaló con un dedo y advirtió:
—No te quiero ver cerca de ella.
—¿Es una orden?
—Sí —contestó sin titubear.
La loba agachó la mirada como muestra de sumisión y asintió.
Kara vio como Lachlan saltaba y se transformaba en el gran lobo que era y se alejaba de ella
corriendo. Estaba tan enfadado y contenía tanta rabia en su interior que sabía bien que era
inestable en aquellos momentos.
Lo mejor era dejarlo estar unas horas antes de poder volver a hablar nuevamente.
La puerta se abrió a su espalda y Ellin asomó la cabeza. Seguramente había escuchado la
conversación y venía a ver si podía hacer alguna cosa para ayudar.
—¿Todo bien? —preguntó con curiosidad.
—Ha visto a Olivia pasar —contestó señalando calle abajo—. Ha salido a despejarse.
Ellin miró hacia donde apuntaba y asintió.
—Ya veo. —La miró con semblante preocupado—. ¿Y tú todo bien?
Kara asintió.
—Por supuesto, sé cuál es mi lugar.
La loba suspiró con esa afirmación, se rascó la cabeza y miró calle abajo, nuevamente. Ella
sonrió imaginándose la cabeza de Ellin como un montón de engranajes funcionando sin parar al
mismo tiempo que humeaba.
—Estos dos o acaban juntos o todos acabaremos locos.
—¿Y qué propones? ¿Qué lo lance sobre ella o al revés? —preguntó Kara.
La idea dio vueltas en la cabeza de las dos, como si tratasen de urdir un plan factible para hacer
que volvieran a hablarse. No iba a ser fácil, pero las cosas importantes nunca lo eran.
Suspiró.
—¿Alguna vez lo viste así? —preguntó Kara.
—Jamás, ella lo ha tocado muy profundo. Más de lo que le gustaría admitir.
Kara se pellizcó el puente de la nariz y pegó el último sorbo a su té.
—Pues son idiotas.
—Cielo, es que tú nunca has sido muy romántica.
Se hizo la ofendida y acabó riendo siendo incapaz de contenerse.
—Como si eso fuese lo importante en esta vida. Más sexo y menos flores, ese es mi lema.
—Sí, hasta que te mueras por el ramo del hombre adecuado —sentenció Ellin.
No, eso no iba a pasarle jamás.
                                                                 ***
Olivia arropó a Luke y se lo quedó mirando. El lobo se había dormido a medio trayecto o había
perdido el conocimiento. Le había buscado el pulso para cerciorarse que seguía con vida y sonrió al
sentirlo roncar.
—Va a estar unas horas KO —comentó Aurah.
Cierto, ya casi se había olvidado de la presencia de una de las hermanas de Lachlan. Para ser
honestos, no resultaba del todo incómodo hablar con ella, pero no iba a convertirse en su persona
favorita.
Salieron de casa del lobo y se aseguró de que la puerta quedase cerrada. Sabía bien que ningún
lobo de la manada lo atacaría, sin embargo le gustaba dejarlo todo bien cerrado.
—Le tendría que haber dejado un analgésico cerca para la reseca que va a tener mañana —dijo
sintiéndose culpable.
Ahora ya no podía entrar en casa y el lobo tendría que espabilarse.
Ambas bajaron las escaleras del porche totalmente en silencio, la tensión entre ellas podía
cortarse con un cuchillo hasta el punto de que Olivia dejó de respirar. Finalmente, tomó una
generosa bocanada de aire y fue a despedirse. Deseaba llegar a su casa, tirarse sobre el sofá y ver
alguna película con la que quedarse dormida.
Poner la televisión de fondo le daba una sensación de compañía falsa y eso la consolaba. Nunca
había estado sola. Siempre había vivido con Leah, después Cody y, por último, Lachlan. Vivir ahora
de forma independiente le había resultado difícil.
—Gracias por ayudarme.
—No hay de qué.
—Me voy a derretir en el sofá un rato antes de dormir. Que vaya bien.
Con eso dio aquella interacción por terminada y fue calle arriba para llegar a su hogar. Recordó
que tenía una lavadora por poner y pensó en qué se iba a preparar de cenar. La rutina era algo
extraño después de tanto tiempo.
Unos pasos tras de sí la obligaron a detenerse y mirar. Se sorprendió ver a la loba, ya que ella
vivía en la otra dirección.
No quiso decir algo y sonar maleducada, así qu, la ignoró y siguió su camino. Solo cuando
vislumbró las pobres margaritas mustias de su jardín se alegró de llegar a casa. Lo primero que iba
a hacer era regar las plantas.
—¿Te sientes bien? —preguntó Aurah.
Olivia dio un respingo y giró sobre sus pies para chocar directamente contra la loba. Se apartó
ligeramente y la miró.
—Sí, ¿y tú?
—También bien, gracias.
Ambas quedaron en silencio mirándose.
—¿Se te ha perdido algo? ¿Puedo hacer algo por ti?
—Un té estaría bien.
Eso solo podía tratarse de una broma, porque de lo contrario no iba a ser tan educada como lo
estaba siendo hasta la fecha.
—Seguro que los preparas buenísimos. Yo pienso dormir.
Olivia sonrió mentalmente, así había sido lo suficientemente explícita para dejar claro que no
quería seguir “disfrutando” de su compañía.
—¿Y no te apetece un té antes?
Vale, no todo el mundo pillaba las indirectas al mismo tiempo y necesitaba hacerlo con algo más
de tacto.
—Te lo agradezco, pero no deseo compañía ahora mismo, solo un sofá, un televisor y el
ventilador para refrescar esta noche tan calurosa.
—Podríamos tomarnos uno con hielo y charlar de nuestras cosas.
Olivia entornó los ojos. Vale, una cosa estaba clara: aquella niña no era buena entendiendo
cuándo debía marcharse. No era capaz de verlo a pesar de que el cartel era grande y luminoso.
Una lástima, porque no deseaba seguir estando allí.
—No tengo nada de lo que charlar, solo quiero descansar.
—¿Echas de menos a mi hermano?
Sacar el tema del Alfa la trastocó. Su semblante se tornó oscuro y sombrío, haciendo que todo
rastro de educación se marchara por el retrete.
—¿Tú qué quieres de mí?
—Quiero hacerte compañía.
Aquella mujer tenía un problema mental.
—Pues resulta que yo no.
Entró en su jardín, dejando a Aurah fuera. Fue hacia la manguera que colgaba en el costado
izquierdo de la casa y llenó el cubo que tenía bajo el grifo.
Sus margaritas iban a morir si no las regaba con más frecuencia. El calor abrasador del verano
las quemaba y su poca memoria no ayudaba a la combinación.
Les echó el agua bajo la atenta mirada de la hermana de Lachlan.
—¿Por qué no te vas? ¿Qué tengo que hacer para que te vayas, suplicar?
Su rostro mostraba lástima, una que no deseaba. No quería darle pena a nadie. Estaba siendo
capaz de remontar después de todo lo que le había sucedido. Tenía salud, casa y un trabajo,
además de un amigo; eso era mucho más de lo que hubiera imaginado jamás.
Cuando acabó de regar las flores le dedicó una mirada furibunda a Aurah para después
marcharse. Dejó el cubo en su sitio y entró en casa.
¡Oh, sí! Ahora podría disfrutar de su queridísimo sofá.

Dane no pudo soportarlo más y abrió la puerta de la sala donde Doc y Leah entrenaban. Corrió
hacia su jefe, lo tomó del cuello de la camisa y lo retiró de encima de la humana. Solo cuando logró
tirarlo al suelo lejos de ella se dio por satisfecho.
—¡Ya es suficiente! —gritó fuera de sí.
Leah estaba ensangrentada, su rostro mostraba marcas visibles de los golpes que había recibido
de entrenamientos anteriores.
Eso ya estaba durando demasiado.
Al principio, cuando Leah había dicho de entrenar para poder acabar con el mayor número
posibles de espectros lo aceptó. Era algo lógico tras perder a Dominick y no se imaginaba el dolor
que podía estar sintiendo.
Pero golpearla hasta la extenuación no era la solución.
Doc se levantó y se quedó a escasos pasos de él. Si pretendía pelear no iba a contenerse.
—¡No te metas! —gritó Leah fuera de sí.
Dane explotó, no podía soportar más todo aquello, no se podía consentir. Ya se había cansado
de toda aquella locura.
—¿Que no me meta? ¿Planeas asesinarte?
Miró a los dos y solamente vio a dos amigos que morían de dolor.
—¿Os habéis vuelto locos? —Respiró—. ¿Esta es la solución a la pérdida? ¿Esto es lo que te
ayuda a seguir adelante?
Doc se mantuvo tranquilo, observando como su compañero perdía los papeles en algo que
pensaban que no tenía motivos para intervenir.
—Hago lo que quiero y no tienes ningún derecho a decirme que me detenga.
—¿Y Camile tiene algo que decir? ¿Ella no cuenta?
Leah miró hacia otro lado, como si el nombre de su hija la avergonzase, eso le dio a Dane
esperanzas. En el fondo sabía que no estaba haciendo las cosas como debía.
—Hannah y Brie la tienen día y noche. No solo ha perdido a su padre sino que su madre se niega
a estar con ella. Es un bebé, ¿cómo crees que debe sentirse? ¿Es justo para ella?
Ella se estaba secando con una toalla cuando la tiró al suelo tras sus palabras.
—¿Justo? ¡Nada de esto lo es!
La rabia era un sentimiento poderoso que se estaba tragando a su amiga.
—Por supuesto que no, pero no puedes pagarlo con tu hija.
Leah rio amargamente.
—La tienen ellas porque no quiero que vea en lo que se ha convertido su madre. Soy un alma en
pena llorando día y noche porque su padre no está con nosotras.
Dane negó con la cabeza.
—Debes dejarlo ir. No me imagino lo que debes estar sufriendo, pero no creo que darte palizas
ayude a mitigar el dolor.
—Tú no puedes saber lo que se siente. Pixie sigue contigo. No te atrevas a fingir que puedes
hacerte una idea de lo que estoy pasando porque lo que tú imagines tendrás que multiplicarlo por
mil. Se dejó caer en el suelo de puro agotamiento.
—Al menos los Devoradores os transformáis en espectros, yo quedo condenada a seguir
adelante sin él, solo con su maldito recuerdo.
Le dolió el corazón de verla así, tan destrozada. No había forma de hacerla sentir mejor, pero
seguir como hasta la fecha tampoco era una opción.
—No puedes seguir así, Leah. No es sano —susurró.
Miró a Doc y negó con la cabeza al mismo tiempo que leía su mente.
—No puedes sentirte responsable porque el único que lo es, es Seth. Nadie más tuvo la culpa.
—¡Él se entregó por mí! —gritó entre sollozos.
Dane se sentó a su lado tratando de mantener el control. Los sentimientos de sus amigos eran
tan fuertes que casi se sentía tentado a dejarse afectar y perderse en la ira.
—Tú hubieras hecho lo mismo. Y Seth hubiera ganado igualmente. No había forma de salir de allí
de una pieza. Caísteis en una trampa y las consecuencias iban a ser las mismas
independientemente de lo que hubierais hecho.
—¿Por qué no me mató? He odiado esa decisión cada minuto desde ese día.
Seguramente porque Seth era un cabrón sin sentimientos, pero Dane se abstuvo de decir algo al
respecto.
—Leah, tienes que cuidar de tu hija y tratar de salir de este agujero. Pelear no es la solución.
Ella le miró completamente decepcionada de sus palabras.
—No voy a parar. Nick va a seguir buscando a Seth y pienso mirar ladrillo a ladrillo si hace falta
hasta encontrar a Dominick.
Dane cerró los ojos al sentir la desesperación agolparse alrededor de su corazón. Respiró
profundamente y se frotó los ojos.
—Dominick está muerto.
Habían sido, con diferencia, las palabras más difíciles que había pronunciado en toda su vida.
—Si lo está quiero verlo con mis propios ojos y enterrarlo cerca de mí. Y quiero la cabeza de Seth
colgada del cabecero de mi cama.
Esa fue la gota que colmó el vaso. Leah había traspasado una línea peligrosa, una de no retorno
y mucho se temía que Doc se encontraba en la misma tesitura. Los miró a ambos con auténtica
desesperación. Los amaba a los dos y se estaban destruyendo el uno al otro por culpa del dolor.
—No pienso dejaros entrenar. ¿Eso es lo que queréis? ¿Lo que necesitáis? —Los miró a ambos
preso de la furia y alzó el tono de voz—. ¿Necesitáis que haga el papel de poli malo? Si os vuelvo a
pillar peleando el uno contra el otro pienso encerraros en las mazmorras con camisa de fuerza para
evitar que os dañéis.
Levantó un dedo llamando totalmente la atención de los presentes.
—Y no creáis que es un farol, pienso hacer todo lo que esté en mi mano para garantizar vuestra
seguridad.
—Pienso seguir, aunque sea a escondidas.
Dane la miró con auténtico dolor reflejado en sus pupilas.
—Pues cuídate de que no te vea porque pienso hacer todo lo necesario para que te arrepientas
de esta decisión.
Se levantó y caminó hasta Doc, colocándose a centímetros escasos de sus ojos.
—Siempre te he respetado, pero esto que haces con Leah me asquea. No vales más que el dios
que tanto odias si permites que ella se destruya de la forma en la que lo está haciendo.
Su jefe no contestó y tampoco parpadeó. Se quedó allí, inmóvil, con la mirada fija en sus ojos.
Dane profesó un suspiro hastiado y se marchó. Que el cielo lo perdonase, pero en momentos
como ese odiaba a sus amigos.




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