"El Alpha "

❤Capitulo 36❤

Olivia gimió cuando Lachlan besó la parte interna de sus muslos. Se podría acostumbrar a
despertar así el resto de su vida.
Abrió las piernas dejándole el espacio necesario como para colocarse en medio y así comenzar a
desnudarla. El sueño aún le tenía la cabeza algo paralizada, pero no iba a tardar en acabar de
despertar completamente.
—Parece que nos hemos levantado animados —rio suavemente mientras sintió deslizarse su
ropa rodillas abajo.
—Yo siempre me levanto animado si es contigo —dijo con la boca totalmente llena por su sexo.
Solo él podía ser divertido y caliente a la vez.
La saboreó a conciencia, lamiendo cada rincón de su húmedo sexo provocándole un millón de
sensaciones. Su cuerpo reaccionaba a su toque como si llevaran juntos toda la vida y esa era la
magia del amor.
Ahora eran una pareja y, al fin, podían ser felices.
Perdió el hilo de sus pensamientos cuando el orgasmo la asaltó sin piedad. El Alfa se aferró a ella
tomándola de las caderas y apretándola duramente contra su boca. Olivia no tuvo más opciones
que gritar con una sonrisa dibujada en el rostro.
Sí, él era alguien increíble.
Bajó directa a buscar su boca y lo besó, metiendo la lengua en su boca, buscando el contacto.
Ambos se mordieron sin llegar al dolor, pero lo hicieron como si de algún modo buscasen marcar al
otro.
Estaban perdidos en el placer visceral que sentían el uno con el otro.
Se acariciaron, se abrazaron y quedaron en contacto piel con piel. De un modo íntimo y suave.
Pero Olivia no pensaba en ser dulce aquella mañana. Tumbó a Lachlan boca arriba y le pidió que
la esperase allí.  


Salió de la habitación a toda prisa y fue a buscar la compra que había hecho recientemente.
Regresó cargada con una bolsa negra con unas letras doradas que el lobo no tuvo opción a leer.
Luciendo una mirada perversa, ella sacó unas tiras de terciopelo rojo. Eso hizo que él dudara y
frunciera el ceño. Estaba confuso y no acababa de comprender lo que iba a hacerle.
Antes de comenzar, Olivia se sentó sobre su regazo. Con lentitud comenzó a balancearse sobre
su gran miembro y el contacto entre ambos les provocó placer.
—¿Y si te la metes? —preguntó Lachlan enarcando una ceja.
—Aún no —respondió ella.
No tuvo prisa, se regodeó en el contacto sabiendo bien que él estaba a punto de explotar sin
embargo, lo soportó como un campeón.
Olivia tomó la primera cinta de terciopelo y tomó una de las muñecas del lobo. Lo guio hasta
colocarla hacia atrás, en dirección al cabecero, justo donde la sujetó. Con la siguiente repitió la
misma operación.
—Nos hemos despertado juguetones esta mañana —rio Lachlan.
Confiaba tanto en ella que no había mostrado signo de miedo alguno.
Ella bajó de la cama y se dirigió a sus piernas. Las cintas lo sujetaron de pies y manos quedando
a su merced sobre la cama, totalmente extendido y duro. Todo de ella, para hacer con su cuerpo lo
que quisiera.
Sonrió al ver una imagen tan gloriosa.
—¿Te gusta lo que ves? —le preguntó.
Asintió antes de ir a la bolsa nuevamente y sacar esta vez un vibrador color morado.
La sorpresa más absoluta se reflejó en el rostro del lobo.
—Ey, ¿y eso? ¿Es que lo necesitas teniéndome a mí?
“Por supuesto que sí”. Contestó mentalmente.
Pensaba torturarlo un poco antes de dar paso a lo siguiente. Se sentó entre sus piernas, pero
lejos de su incipiente erección. Y se abrió de piernas, proporcionándole unas buenas vistas desde
su posición.
Olivia se acarició suavemente los pechos al mismo tiempo que encendía el vibrador.
Un gruñido de advertencia se escapó de entre los labios de Lachlan. Prefirió ignorarlo y comenzar
a acariciarse suavemente con el nuevo juguete.
Un segundo gruñido, esta vez más intenso, le provocó una sonrisa. Él estaba advirtiéndola, pero
iba a empujarlo un poquito más al límite.
Se penetró suavemente con su juguete al mismo tiempo que el Alfa tiró de los agarres para
soltarse. La cama crujió quejándose y cejó en el empeño no sin antes morderse los labios.
Él no la perdía de vista, casi creía que no era capaz de pestañear por lo que estaba
contemplando.
—Solo diré que vas a matarme si sigues así.
Y continuó dejando entrar hasta el final el vibrador y gimiendo sonoramente. La cama volvió a
crujir por un nuevo tirón. Lo ignoró mientras comenzó a penetrarse.
Lo miró fijamente a los ojos mientras lo hacía, para que él pudiera contemplar lo que estaba
haciendo. Sonrió cuando vio la pura desesperación de Lachlan. Estaba a punto de enloquecer
pidiéndole sin palabras que lo dejase ir.
El orgasmo llegó y supo que ya no podía retenerlo más. Un fuerte sonido le corroboró su teoría,
Lachlan había roto sus ataduras y ya se había abalanzado sobre ella.
La tomó de los tobillos y la deslizó sobre la cama hasta tumbarla. Una vez en esa posición, la giró
hasta quedar boca abajo. Lo siguiente que hizo fue arrebatarle el juguete de las manos y tirarlo
lejos.
—¿Qué haces? Lo estaba pasando muy bien.
—Me gusta ese rollo de moderna con el vibrador, ya lo introduciremos en nuestros juegos
sexuales otro día. Hoy te necesito a ti, no ver como una polla de plástico te folla.
Olivia hizo un mohín.
—Era placentera.
La mano del lobo cayó sobre su nalga derecha propinándole un fuerte cachete. Olivia gritó a
causa de la sorpresa, no se lo había visto venir. Un segundo golpe, esta vez en la nalga contigua,
provocó que riera.
—Parece que alguien está ligeramente enfadado —canturreó.
Lachlan se apoyó con ambas manos a cada costado de su cuerpo. Ella pudo sentirlo en su oído
izquierdo, su aliento golpeándola tan provocativamente que no fue capaz de contenerse levantando
el trasero buscándolo.
—El día que esté enfadado lo sabrás. Lo que estoy es muy jodidamente cachondo.
Olivia rio y él respondió con un nuevo cachete. El sonido fue tan fuerte que pareció que le había
dado mucho más fuerte de lo que había sido en realidad.
Lachlan se quedó congelado.
—Me he pasado.
—Un poco —mintió—, pero si me dejas darte unos cuantos azotes se me pasará el enfado.
La sonrisa perversa del lobo vaticinó que sus juegos iban a ser divertidos y tenían toda la vida
para experimentar qué era lo que más les gustaba hacer en el dormitorio.
Lachlan la retuvo contra el colchón y negó con la cabeza.
—Hoy no.
Abrió sus piernas con suma suavidad y se coló entre ellas. Olivia contuvo la respiración por culpa
de la excitación cuando notó que la penetraba.
Ambos rugieron como si en vez de lobos fueran tigres cuando estuvo por completo en su interior.
—Eres una híbrida increíble.
—Y tú un Alfa que no está tan mal.
Salió para penetrarla duramente, sin miramientos y haciéndola gemir al borde del orgasmo. Aquel
hombre sabía bien como encenderla y llevarla al límite. Comenzó a bombear en su interior
salvajemente, como si fuera algo primitivo o animal.
Notó como comenzó a besarle la nuca hasta bajar a su hombro derecho, allí mordió suavemente
dejando una leve marca. No dolió, aumentó más el placer provocando que Olivia se moviera para
aumentar el ritmo de las embestidas.
—¿Crees que nadie sabe que estamos juntos que tienes que marcarme?
Lachlan jadeó e hizo un par de respiraciones profundas antes de poder contestar a la pregunta.
—No, pero me moría de ganas por morderte. Soy lobo, es nuestra naturaleza.
—¿Y si yo quisiera morderte también?
Él casi aulló mirando al techo al hacerle esa pregunta.
—Soy todo tuyo, muérdeme, úsame, tómame como te plazca, pienso dejarme.
El orgasmo comenzó a llegar y Olivia suplicó que aumentara el ritmo. Casi esperó que él se
detuviera en seco para enfadarla levemente, pero no fue así. Cumplió su deseo hasta exponerla al
mayor de los placeres.
Olivia supo en ese momento que era capaz de morir allí mismo.
—Creo que voy a desmayarme.
—De eso nada, jovencita. No puedes dejarme a la mitad —se quejó.
No lo hizo. Le obligó a girarse y lo besó mientras se sentaba a horcajadas sobre su entrepierna.
Él estaba sentado y la abrazó suavemente, acariciando su espalda y dejando un reguero de besos
por todo su cuello.
Ella comenzó a moverse rápidamente, Lachlan dejó de hablar, se limitó a gemir y gruñir sin parar.
Cuando el placer lo asaltó aulló fuertemente, un sonido tan alto que, seguramente, sus vecinos
habían escuchado. A este paso los iban a invitar a mudarse al bosque para no tener que soportar
sus momentos de pasión. 
Olivia sonrió satisfecha.   




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