"El Alpha "

❤Capitulo 38❤

—Vamos, Leah. Tenemos un largo camino y no podemos llegar tarde —dijo Dominick parado en
la puerta de casa.
Llevaba a Camile en brazos mientras ella bajaba los escalones a toda prisa. Los últimos los saltó
para ir más rápido y fue en dirección a la salida.
—¡Ya estoy! No encontraba el chupete de la niña —se justificó.
Dominick la miró de arriba abajo y sonrió ampliamente, se veía en su cara felicidad y algo de
picardía.
—¿Estoy guapa?
Llevaba un vestido largo azul eléctrico que cortaba el aliento. La espalda era descubierta y su
generoso escote estaba provocando que su marido se perdiera en las vistas.
Leah cerró la puerta de casa.
—Estás increíble —contestó.
—Tú también estás muy guapo —le dijo ella.
No mentía, el traje le sentaba de lujo y se ajustaba a sus músculos de tal forma que era un manjar
para la vista.
—¡Esas babas! ¡Que yo solo he cogido baberos para la niña, no para el padre! —gritó Hannah
desde la casa de al lado.
Leah no pudo evitar reír. Miró a sus amigas y se quedó boquiabierta, las dos llevaban unos
vestidos largos preciosos. Hannah había optado por un color verde oscuro y Brie por el morado.
—Estáis increíbles, chicas. Guapísimas.
Mamá oso abrazó a su humana y después fue directa a Dominick para arrebatarle a Camile de
sus brazos.
—Y mi niña pequeña que va a ser la más bonita de toda la boda.
Sí, al fin había llegado el gran día. La boda de Lachlan y Olivia había llegado y estaba tan
nerviosa que apenas podía respirar.
Un Jeep fue hacia ellos y se detuvo a pocos metros de la casa del líder de los Devoradores de
pecados.
Leah sonrió cuando vio bajar a unos guapísimos Ryan y Luke vestidos de traje. El del novato era
un negro clásico, pero el del lobo pelirrojo tenía un tono azul precioso.
—¡Estáis tan guapos! —exclamó la humana antes de emocionarse.
Hannah y Dominick empezaron a reír.
—Pues sí que empiezas pronto a emocionarte —se mofó Ryan.
Las Devoradoras se despidieron y fueron hacia su coche, tenían un largo camino y no podían
permitirse llegar más tarde que la novia o el lobo iba a volverse loco. En lo que llevaban de mañana
ya les había llamado cientos de veces.
Dominick se llevó a Camile para irla sentando en la sillita.
—Leah, sé que no es el momento, pero tenemos que decirte algo —comenzó a decir Luke.
La seriedad de ambos hizo que se temiera lo peor. Asintió y esperó sin poder mediar palabra
alguna.
—Hemos estado hablando mucho sobre nuestra relación y no queremos seguir viviendo
separados. Hemos pensado que voy a mudarme a la manada si os parece bien.
El corazón de Leah dolió, pero trató por todos los medios no demostrarlo. Él merecía ser feliz y no
podía negarse a una petición semejante.
—Por supuesto —contestó secándose una lágrima traicionera—. No me hagas caso que estoy
sensible. Me alegro mucho por vosotros, de verdad.
Abrazó a Ryan y lo apretó todo lo que pudo, como si su aroma fuera a quedarse en su piel para
tenerlo cerca.
—Pienso ir a verte todas las semanas así que buscaros una casa con habitación de invitados.
Estaba muy contenta porque Ryan había encontrado a su compañero. Realmente hacían una
muy bonita pareja y ambos eran guapísimos. Se merecía toda la felicidad del mundo y esperaba
que fueran felices toda la vida.
Leah se negó a soltarlo y lloró en su hombro.
—No sé qué me pasa, que tonta estoy. De verdad que lloro de alegría.
Pero no era del todo cierto y el Devorador pegó un leve tirón llevándose la mentira.
—Vale, me alegro, pero me da pena al mismo tiempo. No sé tenerte lejos.
No obstante, iba a aprender.
Para cuando soltó al novato tuvo que abrir su bolso para buscar un clínex con que secarse la
cara. No podía seguir llorando o iba a arruinar su maquillaje.
—Siento de corazón no haber estado a tu lado cuando me necesitaste. Tú estabas confuso
contigo mismo y yo no te escuché, estaba tan perdida en mi dolor… Me arrepiento mucho porque
eres muy importante para mí. Espero que algún día puedas perdonarme.
Ryan negó con la cabeza visiblemente emocionado.
—No tengo nada que disculpar porque nunca te he culpado. Estabas viviendo un infierno y no
quiero imaginarme qué sería de mí sin Luke.
Acto seguido se sonrojó mirando a su lobo.
Eran tan dulces que su corazón se sobrecogió. Leah no pudo soportarlo y se abrazó al lobo
pelirrojo.
—Cuídamelo mucho o pienso hacerme una alfombra contigo.
Luke le dio un pequeño codazo en las costillas a Ryan y Leah los miró a ambos
intermitentemente.
—¿Hay algo más? Que sea rápido que va a darme algo.
Leah sintió que estaba a punto de desmayarse y ellos lo tuvieron que ver porque Ryan la tomó
por los brazos.
—Te estás poniendo blanca.
Luke tomó el bolso de la humana y comenzó a abanicarla con él totalmente asustado. Dominick
también se acercó preocupado y la tomó de la cintura.
—Te dije que no le gastases esa broma que estaba muy sensible.
—¿A mí? Si fue idea tuya —se quejó Ryan.
Leah había perdido el mundo de vista y se sentía mareada. Trató de respirar, pero fue como si
sus pulmones hubieran olvidado la habilidad de respirar.
—Ay, perdóname. Vale, fue idea conjunta. Solo queríamos hacerte una broma. Que nos
queremos quedar en la base, Luke se queda conmigo aquí si os parece bien. Así hará de
intermediario entre la manada y nosotros.
Sentaron a Leah en el asiento delantero y Dominick corrió a encender el motor y enfocar el aire
acondicionado a su rostro.
—¿Y tú que has notado la mentira que soltaban estos dos por qué no me has dicho nada? —le
reprochó a su marido.
Este la miró perplejo y contestó:
—Pues porque he creído que querían gastarte una broma, sin embargo no esperaba que te
sentara tan mal.
—Leah, por favor, perdónanos —suplicó Ryan.
Ella le dedicó una mirada furibunda a ambos y ellos contestaron bajando la mirada.
—¿De verdad que queréis quedaros?
Asintieron a la vez. ¿Se podría ser más dulce que ellos dos?
Leah sonrió ampliamente, realmente estaba muy contenta y agradecida por que ellos quisieran
aquedarse allí; a su lado. Pensaba no soltarlos jamás en la vida y lo primero que iba a hacer es
buscarles una casa cercana a la suya.
Salió del coche y logró abrazarlos a los dos a la vez al mismo tiempo que volvió a llorar.
—¡Claro que podéis quedaros! Con la pena que me daba pensar que te fueras. Bienvenido a
casa, Luke.
—Gracias —dijo el susodicho.
Hannah pitó desde su coche.
—¡Que llegamos tarde!
Cierto.
Tenían una boda a la que acudir. 




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