Leah ayudó a Olivia cuando bajando del coche se precipitó contra el suelo. Había sido una caída
tonta y por suerte el vestido no se había manchado. Ambas hermanas rieron a carcajada llena.
De pronto, un gran lobo surgió de entre los árboles aullando como si el mundo fuera a acabarse.
Casi se desmayó al ver que se trataba de Lachlan. Al parecer, ambos pensaron lo mismo, porque
al fijar su mirada en ella negó con la cabeza tornándose humano.
—Estás preciosa, eres la mujer más bonita del mundo.
Leah giró la cabeza para ignorar la desnudez de su cuñado.
—Dime que antes de transformarte te quitaste el traje.
Negó con la cabeza. ¡Oh, sí! Acababa de destrozar la ropa del día de su boda. Se golpeó la frente
con las manos.
—Lo siento muchísimo, cariño. Pensé que Seth había vuelto y no lo pensé.
Olivia le restó importancia.
—Tranquilo, seguro que alguien puede prestarnos algo.
Aquella boda acababa de mejorar por momentos.
Olivia miró a Leah. Ninguna de las dos podía culpar al lobo de lo que acababa de suceder. Seth
se había quedado grabado en sus vidas para siempre. El último golpe había sido el más
contundente y había sido una suerte salir con vida.
Dominick abrió el maletero y sacó una bolsa de deporte.
—No tengo ropa de tu talla, soy bastante más alto que tú, pero algo de lo que llevo de repuesto
puede servir. Aunque siempre puedes ponerte mi traje.
Lachlan sonrió.
—No hace falta, soy más feliz al natural.
Olivia y Leah negaron con la cabeza a la vez. No podía casarse como su madre lo había traído al
mundo, pero él era feliz. Con eso bastaba.
Lachlan revolvió en la bolsa y sacó unos calzoncillos que se puso para tapar su intimidad. Con
ellos puestos se abrió de brazos como si se acabase de poner el traje más caro del mundo y se
despidió para ir corriendo al altar a esperar a su mujer.
Leah también se fue, guiando a la pequeña Camile por el pasillo nupcial dejando caer pétalos y
confeti al suelo. Todo el mundo aplaudió a la pequeña, la cual se animó más de lo necesario y usó
los poderes para hacer que el confeti que le quedaba en la cesta cayera sobre todos los invitados.
Su madre la tomó en brazos y se la llevó corriendo a su silla. Por suerte todos estaban felices y
un poco de confeti no hacía daño a nadie.
Y llegó el gran momento para Olivia.
Dominick sonrió orgulloso al ser el elegido para llevar al altar a la novia, un honor muy grande que
le había causado algo de emoción cuando se lo habían pedido.
Y ahí estaba el gran Devorador, dejando que Olivia lo tomara de su brazo y caminaran hacia
Lachlan.
La música sonó y lo agradeció porque de no ser así todos hubieran podido sentir los latidos
desbocados de dos personas a punto de casarse.
Cuando llegó ante el lobo, Dominick dejó ir a Olivia no sin antes besarla en la frente.
Nick se alejó del lado del Alfa para susurrarle a la novia mientras iba a su asiento.
—Si en algún momento quieres huir, silba y salimos corriendo de aquí. Solo tienes que silbar.
Olivia le dio un leve golpe en el hombro al Devorador riéndose.
Y ahí estaban al fin, a punto de dar el paso más importante y bonito de toda su vida. Rodeados de
amigos y seres queridos. No podía ser mejor.
Chase carraspeó tras la mesa de ceremonias, llamando la atención de todos los presentes. No
solo estaba contento con presidir el gran momento sino que había estado días ensayando en casa
de Leah. Los había vuelto locos a todos.
Todo fue hermoso.
Se juraron amor eterno y poco importó que Lachlan estuviera casi desnudo. Aquel momento fue
perfecto y nada lo hubiera mejorado.
Olivia tomó la mano de él y dijo sus votos nupciales:
—Yo te tomo a ti, mi querido Lachlan, en matrimonio. Gracias por mostrarme que había vida
cuando yo solo quería muerte. No sé qué hubiera sido de mí sin alguien como tú. Y ahora que nos
veo rodeados de nuestros amigos solo puedo decirte que te amo. Quiero que todos lo sepan.
Todos aplaudieron mientras su hermana lloraba como si fuera a ahogarse con sus propias
lágrimas.
—Y quiero añadir algo más. —Miró a los ojos a Lachlan—. Estoy segura que estabas guapísimo
con el traje.
Cuando tocó el turno de Lachlan él estaba visiblemente nervioso y sudando.
—Y yo te tomo a ti, Olivia, como mi esposa. No soy el príncipe que mereces, pero prometo
esforzarme para ser el hombre que quieres a tu lado. Puedo prometerte risas, aventuras y mucho
amor. Que mis días serán solo para ti y que no dejaré que nunca jamás puedas pensar que estás
sola en el mundo. Te quiero.
—Puedes besar a la novia —anunció Chase con orgullo.
Y vaya si lo hizo. La tomó de la cintura y se lanzó sobre su boca tan feroz que olvidó que todo el
mundo los estaba mirando. Ella abrió la boca y dejó entrar su lengua, el beso fue tan profundo que
ambos gimieron.
Nick miró al cielo y sus manos se iluminaron. Utilizó sus poderes para crear grandes y hermosos
fuegos artificiales.
Para cuando se separaron Lachlan estaba más serio que de costumbre y miraba a los invitados
como si fuera a anunciar algo importante.
Se giró hacia Chase y se bajó los calzoncillos.
—Que sabía que os moríais de ganas.
Sí, ese era su marido.
Alguien fuerte, mágico y divertido. ¿Quién podía aburrirse a su lado?
Sabía que la vida no iba a ser un camino de rosas, pero después de todo lo que habían pasado
solo quedaba mejorar.
La vida se abría ante sus ojos y solo les quedaba tomar impulso y vivirla. Nadie podía detenerles,
juntos eran invencibles.
Esa noche comieron, bailaron y celebraron el amor. En todas sus infinitas formas, desde el
fraternal hasta el de pareja. Todos debían conocer en algún momento de sus vidas algún tipo de
amor.
Olivia deseó que todos los presentes pudieran encontrar la felicidad igual que lo había hecho ella.
Nada era imposible porque ella había sido un caso muy difícil y había salido victoriosa.
—Vámonos a casa que tengo ganas de contarte un cuento —susurró Lachlan mirando a los
invitados bailar.
Ya tenían uno propio.
—No serás el príncipe azul de brillante armadura, pero eres el hombre lobo más increíble del
mundo.
—No sé lo que soy. Lo único que puedo decir con auténtica certeza es que fui tuyo en el
momento en que clavaste tus ojos en mí. Ninguno de los dos lo supo, pero estábamos destinados a
encontrarnos. —Tomó una ligera bocanada de aire—. Lo único que lamento es el sufrimiento por el
que tuviste que pasar antes.
Ambos sellaron su amor con un beso. Uno que encendió una llama que no se apagaría jamás.
Un fuerte “plaf” sonó. Olivia le había golpeado la mano por tratar de colarse bajo su vestido.
Él solo contestó con una pícara sonrisa.
—Tenía que intentarlo.