"El Alpha "

❤Extra #2❤

Los Devoradores eran unos exajerados. Habían montado una enorme barbacoa esperando su
llegada. Olivia apenas podía creérselo, allí había carne para alimentar a toda la manada un mes
entero.
—¿Esperáis más visita? —preguntó bajando del coche tomándose la pesada barriga.
Dominick sonrió.
—Sé que las lobas embarazadas comen mucho y no quisiera que te faltase comida.
Olivia se sonrojó.
—No como tanto.
—Mejor que sobre. Somos muchos aquí y no se va a tirar, no te preocupes.
La voz de su cuñado la calmó. Lejos había quedado esa primera impresión terrorífica que tuvo de
él. Bajo esa capa sombría había conocido a un hombre dulce y agradable que amaba a su mujer, su
hija y los suyos por encima de su propia vida.
Le agradecía al mundo entero que hubiera podido volver de entre los espectros.
La ayudaron a sentarse presidiendo la enorme mesa que habían colocado en medio del patio y,
tras unos segundos de vergüenza, se sintió especial. Era un sitio de honor para ella y lo agradecía
enormemente.
Leah llegó corriendo con la pequeña Camile entre sus brazos, la cual entregó a su padre y se
lanzó sobre su hermana abrazándola hasta cortarle la respiración.
—¡Esa barriga! ¡Estás enorme! ¡Y guapísima! —exclamaba sin parar de pura emoción.
Y comenzó a llorar.
Su hermana llevaba tiempo que lloraba por cualquier cosa, hasta el punto de ser preocupante. No
se quejaba de las lágrimas, pero sí la veía más inestable emocionalmente que nunca. Solo
esperaba que no tuviera problemas.
—Cariño, ¿va todo bien? —preguntó preocupada.
—Sí, todo perfecto. Ya sabes como está tu sobrina, pero todo bien.
No, no lo estaba y lo supo cuando Leah se movió ligeramente notando el tirón que Dominick
hacía sobre su mentira.
Le dedicó una mirada recriminatoria y esta no pudo más que sonrojarse.
—Vale, con esto de Camile estoy algo sensible, se me pasará. Y pronto podrás entenderme
cuando veas a tus pequeñas resfriadas.
Eso era cierto y lo peor iba a ser el padre loco que les había tocado.
—Oye, Dominick, ¿tenéis médicos disponibles? Que he estado a punto de traerme al mío, pero
Olivia no me ha dejado. Es por si las pequeñas nos dan un susto que estemos bien preparados.
—Tú tranquilo, si eso pasa, cosa que dudo, estará en las mejores manos. Además, Leah es una
gran enfermera.
Olivia negó con la cabeza, se negaba a dar a luz con su hermana en el paritorio. Ella solo podía
volverla loca en un momento tan intenso como ese. Se la imaginaba entre sus piernas con un
sonajero llamando a sus sobrinas.
—Mami, Momo…
Y ahí estaba la pregunta que llevaba haciendo la niña todo ese tiempo. Nadie sabía lo que era y
decidieron darle su querido oso para ver si así dejaba de preguntar por esa cosa extraña.
Comieron, bebieron y rieron durante horas. La visita era muy esperada y disfrutaron de su
compañía por si era la última vez que podían estar así. Con un poco de suerte, el siguiente
reencuentro iba a ser cuando las pequeñas llegaran al mundo.
—¿Cómo fue tu parto, Leah? —preguntó Olivia revañando el plato de pastel de chocolate que le
habían servido.
—Precioso y doloroso. El tuyo también, pero verás la cara de las peques y la de loco de tu marido
y se te olvidará todo.
Lachlan soltó sus cubiertos y se levantó fingiendo estar ofendido.
—¿Y por qué mi cara le puede ayudar a olvidar el dolor? Si a mí ya me está doliendo.
Dominick asintió.
—Claro, porque estás teniendo un embarazo muy difícil —comentó.
El Alfa se dejó caer en la silla y se tomó la barriga como lo hacía su mujer.
—Como lo sabes, estoy teniendo un embarazo terrible. Tengo náuseas, he cogido peso y tengo
los tobillos inflamados como si quisieran explotar. Me está costando mucho.
—Es capaz de tener contracciones el gran día —rio Olivia.
Todos lo miraron.
—O de morder al médico por cualquier ínfimo motivo —susurró Dominick.
Cierto y agradecieron que fuera en la manada donde diese a luz. El médico iba a pasar un rato
muy divertido con ellos.
De pronto, Lachlan vio como la pequeña Camile robaba un trozo de pan de la mesa y comenzaba
a caminar lejos revisando que no la vigilasen. El lobo silbó a los padres y los instó a la calma, era
mejor saber qué era lo que estaba ocurriendo que reñir a la niña.
Por suerte aquella base estaba tan fortificada que no podía escaparse.
La siguieron cuando Camise se sintió lo suficientemente segura de que nadie la veía y caminaron
muy lejos de la barbacoa. Llegaron hasta casa de Leah y Dominick, la rodearon y siguieron
caminando unos metros más.
De pronto los poderes de Camile hicieron que un montón de ramas y palos se levantara del suelo
mostrando una pequeña cueva en una leve colina.
Leah estuvo a punto de decir algo, pero Lachlan logró contenerla.
La niña se sentó en el suelo y comenzó a trocear el pan pacientemente. Canturreaba una canción
infantil y sonreía al mismo tiempo que esparcía los pequeños trozos cerca del agujero.
No pasaron muchos minutos antes de que un diminuto ser saliera en su busca. Primero vieron
una lengua y después un largo hocico peludo.
Su madre no pudo soportarlo más y salió a por su hija gritándole que se apartara de lo que fuera
que estuviese alimentando.
La niña al verse sorprendida comenzó a llorar desconsoladamente y se negó a separarse del
agujero. No obstante, Leah la tomó en brazos y eso hizo que los poderes de Camile explotasen
fuertemente.
Se vio obligada a soltarla cuando una descarga eléctrica la recorrió, no fue fuerte, pero lo
suficiente como para llevarla al suelo para dejar a la niña.
—¡Te he dicho cien veces que no se electrocuta a Mamá! —exclamó apuntándola con un dedo.
De pronto, del agujero salió un pequeño reno tambaleante que corrió a los brazos de Camile
como si fuera su protección.
Todos los presentes se quedaron perplejos mirando al animal.
—Momo… —dijo la niña riendo cuando le chupó las manos.
Leah miró a todos tratando de entender lo que estaban contemplando, como si se hubiera
quedado sin ideas, se dejó caer en el suelo de rodillas y siguió allí, mirando a aquella extraña pareja
como si de una película se tratase.
—Parece que Papá Noel se dejó un reno —comentó Lachlan.
Fue en ese momento en que Dominick cayó en la cuenta. Por eso Camile estaba tan nerviosa con
su llegada. Estaba cuidando a aquel pequeño animal con la esperanza de que los renos de aquel
ser mágico lo reconocieran como suyo y se lo llevaran.
Dominick caminó lentamente hasta ellos y se agachó a su altura. El reno se volvió a esconder en
el agujero y Camile metió la cabeza en él.
—No susto, Papá —le dijo.
Al parecer, aquel animal había quedado huérfano y Camile se había dedicado a cuidarlo cuando
jugaba en el jardín. Seguramente el animal habría encontrado aquel refugio y había ido en busca de
la pequeña por algo de comida.
—¿Y ahora que hacemos? —preguntó Leah.
—Podemos engordarlo y para la próxima barbacoa.
Olivia le propinó un codazo en las costillas a su marido tan sonora que atrajo la atención de todo
el mundo.
—A ti te voy a meter en una barbacoa si sigues haciendo bromitas —le advirtió.
El lobo sonrió a Camile.
—No he dicho nada, quédate con el bicho.
Pero ese era un problema.
—No podemos quedárnoslo como si fuera un perrito —susurró Leah.
Dominick extendió la mano y logró tocar el pelo del reno. El animal era tan pequeño que le
parecía asombroso que hubiera podido resistir con la ayuda de la niña. Parecía haber quedado
huérfano y en busca de los suyos había acabado allí.
—¿Y por qué no? Podemos cuidar de él hasta que sea lo suficientemente mayor como para
regresar al bosque con los suyos. Quizás podemos contactar con alguna asociación que cuide de
ellos y explicarles el caso.
¿Qué podían decir al respecto? Quitarle el animal a la niña no era una opción.
Olivia rio cuando vio a su hermana suspirar y aceptar.
—De acuerdo, vamos a infomarnos de qué come.
Camile abrazó a su pequeño Momo y se alegró tanto que hizo que todos los presentes sonrieran.
Era el mejor regalo navideño que podían hacerle a ambos. Porque ese animal no podía sobrevivir
mucho más a base de pan.
—Os recomiendo vigilar más a vuestra hija de aquí en adelante. Ya mismo se hace amiga de un
cocodrilo.
Leah le apuntó con un dedo al lobo.
—Tú vas a sufrir mucho muy pronto, ya verás.
Lachlan tragó saliva. Sí, la paternidad no iba a ser fácil. 




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