La ciudad de Lumina se despertó bajo un cielo plomizo. Sus rascacielos, bañados en neón, parecían gigantes de metal que se alzaban para tocar las nubes. Pero bajo esa fachada brillante, acechaba una oscuridad más profunda.
Sebas, conocido como **"Espada del Amanecer"**, caminaba por las calles empedradas. Su espada, forjada con fragmentos de sol, reposaba en su espalda. La gente lo miraba con respeto y temor. Sabían que él era su última esperanza.
La Niebla Negra se extendía desde los bordes de la ciudad. Se filtraba por las rendijas de las ventanas, se enroscaba alrededor de farolas y se aferraba a los corazones de los desesperados. Sebas podía sentir su frío abrazo, como si la oscuridad misma intentara arrancarle la esperanza.
En la plaza central, Sebas se encontró con Elena, la **"Luz de Alba"**. Su cabello blanco como la nieve brillaba incluso en la penumbra. Ella sostenía una rosa escarlata en su mano, símbolo de su deber como detective. Había investigado los asesinatos relacionados con la Niebla Negra, pero las respuestas seguían siendo esquivas.
—Sebas —dijo Elena con voz firme—, los Fragmentos de la Aurora son nuestra única esperanza. Si no los encontramos pronto, la ciudad caerá.
Sebas asintió. Juntos, buscarían los fragmentos perdidos, enfrentando criaturas sombrías y desentrañando secretos ancestrales. Pero también había algo más en juego: la profecía que lo atormentaba. ¿Era él el verdadero Espada del Amanecer o solo un peón en un juego más grande?
El viento susurró palabras olvidadas mientras Sebas y Elena se adentraban en la oscuridad. El amanecer estaba cerca, pero también lo estaba la hora más sombría. Los héroes se alzaban, pero ¿sería suficiente para detener la Niebla Negra y salvar Lumina?
Continuará...