El amante del pantano de Nil (libro 1)

EN EL BOSQUE.

CAPÍTULO 3

Luego de la discusión con Victoria, Ginebra sale de su casa y se dirige al jardín, a lo lejos  
ve a David que se acerca con un ramo de flores y corre a su encuentro. 
—¡David! 
—Ginebra, te traje esto, ¿Cómo estás? ¿Qué tal va todo para la boda? 
—Todo va muy bien, solo falta decidir qué tipo de manteles usar para la celebración.  
El banquete aún está por definirse, pensaba que tú y yo podríamos ir y decidir juntos, ya tengo el vestido de novia, mi padre me lo regalo. 
—Lamento dejarte sola en la organización, pero he estado muy ocupado. Mañana te acompañare a revisar el banquete, ¿de acuerdo? Por lo pronto ya sé a dónde llevare a mi  
esposa de luna de miel. 
—¿Lo dices enserio? ¿A dónde? 
—Te llevare a parís. 
—No puedo creerlo, Paris es un sueño hecho realidad. —Ginebra está emocionada y abraza a David. 
—Te mereces ese viaje, siempre quisiste ir, además, qué mejor que disfrutar ese viaje juntos. 
—¡No puedo esperar para por fin ser tu esposa! 
—Ya falta poco. 
—Por cierto, que modales los míos, no te invite a pasar. ¿quieres entrar?

—No gracias, tengo que regresar, encontraron un cuerpo en un callejón. —Ginebra cae en cuenta de que se trata del mismo cuerpo que tan solo momentos antes ella encontró. 
—Parece que es el mismo animal que ataco a las otras víctimas incluyendo al ganado. 
—¿Ya descartaron al asesino? 
—Pues a todos los cuerpos se les encontraron marcas extrañas en el cuello, como si algo les

hubiera succionado la sangre, dimos por hecho que se trata de algún animal. 
—¿Cómo un vampiro? 
—¡Eso no existe! 
—Espero lo atrapen pronto. 
—En fin… no salgas de casa, no sabría qué hacer si es que algo te pasa. 
—Tendré cuidado lo prometo. Tú también cuídate. 
—Nos vemos mañana. —Se despiden con un beso y David se va. 
—¿Qué haces aquí afuera? ¿era David? 
—Sí, vino a traerme estas flores. 
—Voy a salir, no me esperen. 
—¿Adónde vas? 
—¡Ese no es asunto tuyo!  
—No hagas nada estúpido. —Victoria la ignora y se marcha luego de tomar un abrigo. 
—¿A dónde va? No sé por qué me empeño en llevarme bien con ella, si parece que se esfuerza en mantener esa postura conmigo. Qué más da, me iré a recostar un rato, hoy ha sido un día difícil. 
Ginebra está descansando en su cama cuando de pronto unos perturbadores gritos la despiertan. 
—¿Qué fue eso? ¡Victoria! 
Rápidamente Ginebra se levanta de su cama y busca apresurada el origen de los gritos, pero estos no provienen de la casa sino de afuera. 
—¿Victoria? Los gritos vienen de afuera, pero ¿de dónde? 
Los alarmantes gritos no cesaban, por el contrario, cada vez iban en aumento. 
—Parece que vienen del bosque, espero que no sea Victoria o mi madre, no logro ver nada, está demasiado oscuro.

Descalza, soportando el frio, Ginebra corre en dirección al bosque, pero al acercarse a los misteriosos gritos, estos se apagan y al adentrarse cada vez más a la espesura del bosque, distingue dos sombras, parecía que algo estaba devorando a su presa, y en efecto Ginebra escuchaba los últimos sollozos agonizantes de la víctima, 
—¿Qué está pasando? No… esto no es real. 
Petrificada y asustada Ginebra les ordena a sus piernas huir de ese lugar, pero sus piernas no responden, y en un intento de escapar pisa una rama, atrayendo la atención de aquella bestia, entonces milagrosamente sus piernas al fin responden y huye. 
—No, no. Esto no está bien, tengo que salir de aquí, no puedo morir de esta forma. 
Algo trepa la copa de los árboles y persigue ferozmente a Ginebra. 
—¡Auxilio, ayúdenme! 
Resbala y cae bruscamente cuesta abajo, golpeándose fuertemente la cabeza,  
perdiendo el conocimiento por un momento. Su cuerpo está tendido en el suelo, se encuentra totalmente vulnerable, siente como la calidez de su sangre recorre su rostro y  
entre imágenes borrosas y confusas, ve a un hombre alejarse entre las ramas. Luego de algunos minutos vuelve en sí un tanto desorientada y llena de adrenalina. 
—¿Dónde estoy? Ah… mi cabeza. ¡estoy sangrando! ¡Rayos! Pude sentir como claramente algo me cargo, y no solo eso. ¿Alguien lamio la sangre de mi herida? ¿acaso será ese animal que David menciono? No. Esto era humanoide… ¡imposible! ¿habrá devorado a alguien? ¿debería volver y ver de quien se trata? Pero que estupideces estoy diciendo,  
¿acaso quiero morir? Aun así, me tengo que asegurar que lo que vi, fue algo más que un animal devorando a otro. 
Ginebra toma una piedra y se dirige nuevamente al bosque, al llegar ahí decide acercarse.  
Temblorosa camina hasta aquel bulto y al inclinarse a tocarlo se da cuenta que se trata de un ciervo. 
—No es humano, entonces… ¿este ciervo era quien hacia esos ruidos aterradores? Está muerto, debería revisar su cuello y… tiene esas marcas, lo que devoro a este animal no fue una bestia, fue un… ¿humano? Podría ser que esa vieja historia que cuentan sea real y el  
monstruo del pantano de Nil sea un vampiro, tiene más sentido de lo que parece, ¿pero ese hombre de la historia seguirá vivo después de tanto tiempo? ¿en qué estoy pensando? Me  
iré a casa antes de que esa cosa decida volver por mí. 
Ginebra regresa a casa, su padre esta desconcertado, puesto que pasa de la media noche, en  
eso la ve llegar, sucia y con aquel notorio golpe. 
—Hija, ¿estás bien? ¿Dónde estabas? —Victoria observa a su hermana despectivamente y  
en un tono burlón le dice. 

—¿Estabas con tu amante?

—¡Cierra la boca! ¿acaso no ves que tu hermana esta lastimada? Trae algo para curar su herida, ¡rápido! 
—Perdón papá, estoy bien. Solamente tropecé y sin querer golpee mi cabeza, pero no me duele. 
—¡Ven aquí y siéntate! Dios mío no vuelvas a salir sin avisarme, afortunadamente estas bien. 
—¿Tan mal se lo hiciste que el tipo tuvo que golpearte? —Victoria ríe, pues disfruta ver a su hermana en esas condiciones. 
—Deja de decir tonterías Victoria, ¡no hagas enojar a mi papá!  
Luego de que su padre revisara su herida Ginebra sube a su habitación a descansar. 
—Me cuesta creer que esto haya pasado, aun si tratara de explicárselo a alguien, jamás me creerían, ¿y quién lo haría? Yo misma creo que estoy loca ¿en serio existen los vampiros?  
¿será que una vez más la mitad del pueblo desaparecerá? Mejor aseguraré las ventanas. 
Ginebra toma un baño para tratar de despejar su mente, pero es inútil ya que no deja de pensar en lo ocurrido, ya estando en la cama arriba en ella un insomnio que la obliga a dar vueltas buscando conciliar el sueño, de alguna manera trata de explicarse que es lo que  
paso, y cómo era posible que algo o alguien la siguiera desde lo alto de la copa de los árboles. Después de un largo rato en que no encontró respuestas a las incógnitas que le surgían, se queda dormida.  
 




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