CAPÍTULO 7
La media noche ha comenzado a andar, Ginebra está sentada bajo un árbol con su elegante
vestido negro, temblorosa y con las manos entre las piernas espera a Alejandro bajo la luz
de la luna, unos gritos desgarradores se apoderan del silencio erizándole la piel, el monstro
del pantano está degustando su cena en las afueras del pueblo.
—¿A quién le estará arrebatando la vida? —dice Ginebra mientras se tapa los oídos.
¿Debería escapar? ¿Enterrarle una estaca al corazón? ¿podría detenerlo? ¿o siendo su
mascota debería ser obediente y quedarme aquí?
Pensamientos como estos llenan la mente de Ginebra, pero su cuerpo la traiciona y se pone
de pie, el morbo seducido por la curiosidad la llevan a presenciar algo horrible.
—¿Qué estoy haciendo? ¡Maldición! mis pies no me obedecen ¿Qué es lo que hago aquí?
Él es un monstruo.
Cada paso que da la lleva a la escena del crimen, ahí está Alejandro, sus ojos brillan como
carbón encendido, son como las llamas del infierno, son los ojos de un asesino.
—Dios mío… —Ginebra se tapa la boca, pero Alejandro la mira de reojo y con su brazo se
limpia la sangre, su víctima es un hombre adinerado el cual ha dado su ultimo respiro.
—¡Lo mataste! —Ginebra grita horrorizada.
—Quee mascota tan curiosa eres tú, pequeña y frágil humana, y quee desobediente
—Alejandro se pone de pie.
—Está muerto…
—Por supuesto, fue un bocadillo escandaloso por eso tuve que romperle el cuello.
—¿Quee no tienes remordimientos? ¿es acaso que para ti no vale nada su vida? ¿solo fue
comida sin valor?
—Sí, y un poco menos que eso.
—No tienes corazón …— Ginebra está llorando, sorprendida de su frialdad al hablar.
—No, no tengo, estoy vacío por dentro, estoy hueco, soy perverso, despiadado, violento y
muy cruel, sin embargo, viniste corriendo a entregarte a mi.
—¡Y no quisiste darme lo que necesitaba! —responde Ginebra con gritos.
—Te pedí, no… te suplique me mataras, pero decidiste no hacerlo, por eso creo que eres
un...
—¿Un qué? ¿Un monstruo? —dice Alejandro mientras sonríe.
—¿Por qué no quieres asesinarme? Vamos, ¡toma mi sangre, es tuya!—Ginebra se
descubre el cuello mientras voltea la cabeza — Por favor…
Alejandro la mira con desprecio al ver que no deja de insistir en que la mate.
—¡No la quiero! consideras tu vida de tan poco valor, tan miserable que la ofreces sin
pensarlo, no me apeteces, así que deja de insistir.
—¿Tan mal sabor tiene?...
—Vámonos de aquí, cazare en otro lugar.
De repente Alejandro siente como los brazos de Ginebra rodean su cintura apretándolo con
fuerza.
—Por favor, si mi sangre no es de tu agrado, te pido que aun así la tomes, no quiero seguir
viviendo, ya no puedo soportarlo, mañana mi hermana se casara con David y mis padres lo
aprueban, si no me ayudas me colgare de un árbol a primera hora y no te molestare más,
pero si me matas ahora ya no tendré que pensar en ellos nunca más, así que por favor bebe
mi sangre y…
Alejandro voltea y molesto le da una bofetada a Ginebra, ella enmudece instantáneamente.
—¡Ya es suficiente! no soy tu salvador, acepta tu realidad y hazle frente, en lugar de huir
de ella como una cobarde, no puedes renunciar a lo único valioso que tienes por un par de
idiotas a los que no les importas un bledo. Presta mucha atención, la próxima vez que me
pidas asesinarte, lo hare de la forma más violenta y dolorosa posible ¿entendiste?
De pronto, Ginebra se da la vuelta y corre con todas sus fuerzas obligando a sus piernas a
no detenerse, a pesar del dolor sigue corriendo hasta llegar al rio, mientras que Alejandro se
queda atrás.
—Entonces seré yo la que termine con esto, nada puede ser más doloroso ni violento que
vivir de esta forma, cada maldito recuerdo, cada estúpido abrazo, cada falso te amo, eso es
lo que me está matando lentamente
Ginebra se dirige al puente y se quita los tacones saltando al agua mientras llora
amargamente y piensa que después de esta noche, ese terrible dolor desaparecerá, después
de respirar profundamente se avienta al rio y la corriente la arrastra violentamente
revolcándola sin piedad, Alejandro la observa desde el puente sin hacer nada.
—Estúpida humana imprudente.
Alejandro se da la vuelta, decidido a marcharse de aquel lugar, pero en un grito escucha su
nombre y esto hace que regrese y entre al agua, Ginebra se esta ahogando y esta apunto de
quedarse inconsciente, su vida pasa frente a sus ojos como una película, las imágenes de su
padre entristecen su alma, seguramente se le romperá el corazón cuando se entere que su
preciada hija ha muerto ahogada en un rio y finalmente ginebra pierde el conocimiento.
—¿Que es esta sensación? ¿acaso estoy muerta? ¿Qué es este peso en mi cuerpo?
De pronto Ginebra comienza a toser el agua que había tragado y se da cuenta que el temible
vampiro esta encima de ella, el le ha salvado la vida, Alejandro acerca su cuerpo
recargando su frente con la de ella mientras sus brazos se apoyan en el suelo y con voz
susurrante le dice.
—El único que tiene derecho a quitarte la vida soy yo, no olvides que me perteneces.
El corazón de Ginebra late con fuerza, Alejandro esta muy cerca de ella, unos cuantos
centímetros separan sus labios con los de él, sus ojos brillan como dos luciérnagas en la
madrugada, las gotas de su rostro mojado le caen en la cara.
—Me has traído muchos problemas esta noche, tendré que castigarte.
—¿Qué harás conmigo?
—Vas a alimentarme.
Alejandro muerde el cuello de Ginebra bebiendo desesperadamente su sangre, ella puede
escuchar su respiración agitada el dolor de su mordida es insoportable.
—Por favor no me mates…
—Creí que querías morir —le dice Alejandro al oído.
—Cambie de opinión — responde Ginebra llena de dolor.
—Ahora será difícil detenerme.
Ginebra comienza a llorar, diciendo una y otra vez que no quiere morir.
—Deja de llorar, el sabor de tu sangre desmejora considerablemente. —Alejandro se aleja.
—No me puedo mover…
—Es normal, tomee mucha de tu sangre.
—Gracias por detenerte.
—Pronto amanecerá.
—¿Vas a dejarme aquí?
—No, vendrás conmigo a la mansión.
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Editado: 04.09.2022