El amante del pantano de Nil (libro 1)

DEL AMOR AL ODIO.

CAPÍTULO 12

La esperada boda adoptó un amargo sabor a funeral, el jardín fue abandonado por los invitados, que con vergüenza fueron despedidos sin probar la deliciosa comida, la cual se enfrió en la intemperie, Victoria y su ahora esposo David, se mudan a la mansión Landez para iniciar su vida como marido y mujer. 
—Este lugar es hermoso, no solo seré la señora de Landez, sino que toda ésta fortuna ahora me pertenece y todo gracias a este mocoso y pensar que la estúpida de Ginebra casi me lo arrebata. 
—Una de las sirvientas se pone a disposición de Victoria con la esperanza de ganarse su favor. 
—Señorita Victoria, ¿dónde pongo sus cosas? 
—Dime señora, ¿entendiste? a partir de ahora soy la señora de esta casa. 
—He, sí señora, discúlpeme. 
—¿Qué haces ahí parada?! ¡Muévete! Trae las cosas de mi esposo a la habitación ¡rápido! 
—El señor David me pidió que deje sus maletas en otra habitación —dice la criada temerosa. 
—¡¿Estás loca?! El no pudo haberte dicho eso, has lo que te digo, tráelas aquí, ¡es una orden! 
—Pero señora yo… 
—¡¿No me oíste?! 
—¡Victoria! — David la corrige evitando que maltrate a la sirvienta. 
—Mi amor, ésta criada tonta no quiere obedecer mis órdenes, dile que dormiremos juntos. 
—No me digas mi amor, yo le dije a Frida que pusiera mis cosas en otra habitación. 
—¿Pero por qué? ¡Soy tu esposa! ¡voy a tener un hijo tuyo! 
—Un hijo del cual me hare responsable, pero a ti no te amo, entiéndelo ¡Victoria! Yo siempre voy a amar a Ginebra. 
—¿Cómo puedes decirme eso? Ella ya te olvido ¿no lo entiendes? Ese apuesto caballero es su nuevo amante, ¡tú ya no le importas! 
—¡Cállate! no quiero escucharte. 
—Además, si tanto la amaras como dices, no la habrías engañado conmigo, no te queda hablar de amor querido esposo. 
—¡Tú me sedujiste! ¡No creas que no notaba tus insinuaciones y tus constantes coqueteos,  
siempre buscaste la forma de provocarme!

—¡Ay por favor! No me vengas con eso, a ti parecía no molestarte, no dejabas de mirarme las piernas o de morderte los labios, me devorabas con la mirada, te encantaban los escotes y yse que ya me hacías tuya en tu mente, hasta que los dos no resistimos más y ya sabes como terminó. Serás padre, te casaste conmigo te guste o no, y tu adorada Ginebra debe  
estarse cogiéndose a... —David la calla con una fuerte bofetada. 
—Ella no es como tú, no te vuelvas a expresar así de Ginebra por que te juro que la farsa del matrimonio se termina. 
David sale de la habitación azotando la puerta, Victoria va tras él insultándolo y jaloneando  
su ropa, mientas David baja las escaleras con la intención de quitársela de encima, Victoria  
llena de rabia lo avienta, provocando que se golpee varias veces y caiga inconsciente. 
—No, David, ¡mi amor! ¡despierta! 
—Frida corre rápidamente al ver que Victoria había aventado a David por las escaleras. 
—¡Dios mío! ¿Qué le hizo? —Victoria se siente amenazada, pero no dejara que esa criada entrometida la delate. 
—¡Tú lo empujaste! eso fue lo que paso. 
—No es verdad, yo venía detrás de ustedes. 
—Es mi palabra contra la tuya, nadie le va a creer a una miserable rata como tú. 
—¡Está mintiendo! ¡no dejare que me culpe! 
Bardos viene llegando a la mansión y los fuertes gritos llaman su atención he interviene. 
—¿Qué esta pasando aquí? —Bardos se estremece al ver a su hijo inconsciente y lleno de  
sangre. —¿Qué le paso a mi hijo? ¡David reacciona! ¡hijo despierta! 
—¡Qué bueno que llegó! —Victoria se deshace en lágrimas, —esta sirvienta empujó a David por las escaleras, le estaba exigiendo un aumento y al recibir un no como respuesta se enojó tanto que lo aventó, apenas escuché los gritos salí corriendo de mi habitación para ver que sucedía, y después trató de culparme. 
—¡Le juro que no es verdad! ¡está mintiendo! 
—Llévense a esta mujer y enciérrenla, más te vale que mi hijo despierte o no saldrás nunca de la cárcel, pagaras por lo que hiciste. 
—No, ¡suéltenme! Yo no lo hice, fue esa mujer, ella lo empujo, ¡tienen que creerme! 
Victoria sonríe mientras se limpia las lágrimas, Frida es sacada de la mansión Landez a la fuerza, jurando y perjurando que es inocente, Bardos ha llamado aun doctor, David aún tiene pulso, lo único que quiere es que su hijo despierte. 
—Mi hijo abrirá los ojos pronto, tenlo por seguro y entonces él nos dirá lo que realmente pasó y la culpable de su accidente será severamente castigada. —Bardos mira fijamente a  
Victoria sabe que ella no es de fiar. 
—Espero que David despierte pronto, vera que lo que le digo es cierto.

—¡Rápido súbanlo a su habitación! 
Victoria se queda sentada en las escaleras, está muy nerviosa sabe que sus mentiras no duraran para siempre. 
—Maldición, no quería lastimarlo, estaba tan enojada que lo único que quería era desquitarme con él ¿Qué voy hacer si despierta y dice que yo lo empuje? Tengo que pensar en lo que voy a decir, el estaba de espaldas cuando lo empuje, a pesar de que yo era quien iba tras él, no me vió directamente, así que la historia de la criada encaja bien, tengo que  
aferrarme a eso, estúpida Ginebra, no dejas de desgraciarme la vida, espero que te mueras sola. 
Por otro lado, Ginebra se había quedado a dormir en la mansión de Alejandro, lleva puesto  
un camisón de seda, tiene los ojos cerrados está acostada en la cama, sumergida en sus pensamientos. 
—No puedo creer que Alejandro me haya besado, se que lo hizo porque David estaba mirando, sus labios eran de otro mundo ¿lo disfrute? No, ¡claro que no! Solo me sorprendió, eso es todo, además él es un... un vampiro, el muy malvado me ha tomado  
como su esclava, ahora que lo pienso, él puede hacer conmigo lo que quiera ¿me pedirá que me acueste con él? ¡No! ¡De ninguna manera! ¿Por qué acepte ser su mascota? 
De repente, Alejandro le habla, susurrándole al oído con su voz seductora. 
—¿Por qué estas ruborizada? ¿estás pensando en mí? 
—¡Alejandro! ¿Qué haces aquí? ¡Aun no me visto! 
—Vine a ver si mi desayuno ya había despertado —le dice Alejandro con una sonrisa pícara. 
—¡No soy tu desayuno! ¿Qué no te enseñaron a tocar la puerta? 
—Mascota bocona ¿Quién te dijo a ti que yo necesito permiso para venir a verte? 
—Claro que debes pedir permiso, soy una mujer y tu un hombre, todo podría malinterpretarse. 
—¿Enserio? Pasé la noche contigo y no te diste cuenta —dice Alejandro orgulloso. 
—¿Qué? 
—Estaba aburrido y me recosté a tu lado. 
—No sentí tu presencia… —Ginebra se tapa con una almohada, se le han ruborizado las  
mejillas. 
—¿Qué me hiciste? 
 




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