El amante del pantano de Nil (libro 1)

INJUSTICIA.

CAPÍTULO 17

Poco a poco Ginebra recupera el conocimiento, un fuerte dolor en la cabeza la despierta, no  
puede mover el cuerpo, está sentada en una silla atada como una criminal.

—¿En donde estoy? —Dice Ginebra temerosa. —¿Por qué no puedo moverme? —¿Qué es  
esto? ¡déjenme ir! ¡esto es un error, yo no debería estar aquí! —grita Ginebra desesperada. 
—Por fin despertó — Dice uno de los policías. 
—¿Por qué me detienen, que crimen he cometido? 
—La señora Victoria Landez presentó una denuncia en su contra, en ella asegura que usted es la responsable de la muerte de David Landez. 
—¡¿Qué?! ¿Cómo pudo hacerme esto? —Pregunta Ginebra llena de impotencia. 
—En el pueblo se rumoran muchas cosas, dicen que usted estalló de celos el día que se entero que David Landez la engañaba con su hermana y que intentó apuñalarlos cuando los encontró teniendo relaciones sexuales. 
¡Eso no es verdad! 
—¿No es verdad que la engañaron? —Ginebra guarda silencio apenada. 
—¿Cómo pudo asesinar al esposo de su propia hermana? ¿En dónde estaba la noche que el  
señor David murió? 
—Yo… 
—En medio de la noche usted salió de la posada donde se encontraba hospedada, decidió  
sorprender al señor Landez y lo mató a sangre fría. 
—¡No! Yo jamás... 
—Estaba furiosa de que le hayan visto la cara y que su prometido la haya dejado por una mujer más hermosa y… —El policía es interrumpido por su superior. 
—¡Ya fue suficiente!  
—¡Señor! —Responden intimidados. 
—¿Cómo se les ocurre arrestar a una mujer sin pruebas? 
—Es sospechosa señor… 
—¡Cállense! ¡largo de aquí! ¡están suspendidos! Rueguen  a Dios que la señorita Borgues  
no levante una demanda en su contra por agresión. 
—Pero señor… 
—¡Desátenla rápido! 
—¿Se encuentra bien? deje que un médico revise su herida. 
—Solo quiero irme a casa —Dice Ginebra desgastada. 
Bardos entra apresurado, preocupado por el bienestar y la integridad de Ginebra. 
—¡Dios mío! Ginebra… — exclama conmovido. 
—Señor Bardos…

—En cuanto supe lo que había pasado vine corriendo a detener ésta infamia. 
—Tiene que creerme, yo no mate a David, jamás lo hubiera lastimado, yo lo amaba…  
—Ginebra se suelta a llorar. 
—Lo sé, tú amabas a mi hijo más de lo que me puedo imaginar, lamento todo por lo que has  
tenido que pasar, no es justo… —Bardos la abraza. 
—Lo extraño mucho… 
—También yo hija… 
—Ginebra alza un poco la mirada y mira a Victoria parada en la puerta. 
—Victoria… —Exclama Ginebra indignada. 
—Espero que no hayas mentido en tú declaración —Dice Victoria molesta. —Bardos la confronta lleno de rabia. 
—¿Qué haces aquí? ¿Cómo te atreves a culpar a tu hermana de algo tan grabe? ¡pudieron haberla ejecutado por tu culpa! 
—¡Mi deber es encontrar al culpable de la muerte de mi esposo, sin importar de quien se trate! 
—¡Es tu hermana por Dios! 
—Victoria tiene razón —Ginebra se pone enfrente de su hermana con una actitud retadora.  
—Yo también encontraré al culpable sin tocarme el corazón. 
—¡Espera Ginebra! ¿adonde vas?  
—¿Por qué no está de mi lado? —Pregunta Victoria enojada. —¡Usted es mi suegro! ¡Es el  
abuelo de mi hijo! ¡Ginebra no es tan inocente como cree! ¡Te desconozco mujer, en tus  
venas no corre sangre si no hiel! 
El frio sacude la tarde, sopla el viento sin piedad, calandose en los huesos, enfriando los pies de  
Ginebra. 
—Ya nada tiene sentido, todo está perdido, mi propia hermana me ha llenado de llagas el corazón, mi propia sangre me ha entregado al sepulcro, pero juro por mi vida que encontraré al culpable de tu muerte, yo te vengare y no me tocare el corazón, si resulta que  fue Victoria lo pagará. 
La niebla se apodera de las calles, Ginebra se dirige al bosque y se da cuenta de que alguien la sigue. 
—¿Quién anda ahí? ¡Sal de donde quiera que estes! ¡te advierto que estoy armada! —Grita  
Ginebra con voz temblorosa y unas risas se escuchan al fondo. 
—Tranquila muñeca, somos nosotros tus amigos policías 
—¿Qué quieren? ¡Ya vieron que soy inocente!

—Por tu culpa nos despidieron y eso no nos hace muy felices, además tu hermana nos pidió darte tu merecido, nos pagó muy bien, te aseguro que haremos nuestro mayor esfuerzo para complacerla. 
—¡Aléjense de mí o comienzo a gritar! 
—Grita todo lo que quieras, nadie podrá escucharte. –los hombres se abalanzan contra Ginebra y comienzan a desvestirla. 
—¡No! ¡no me toquen! ¡suéltenme! ¡Auxilio! ¡por favor no me lastimen! —Ginebra comienza a llorar, estos hombres la tocan contra su voluntad y la besan por todas partes, la han golpeado hasta el cansancio burlándose de ella, están decididos ha complacer sus fantasías con ella, se ha convertido en su juguete y antes de rendirse a causa de la fatiga grita con todas sus fuerzas. 
—¡Alejandro! 
—¡Qué te calles zorra! —Los policías comienzan a golpear a Ginebra haciendo que su nariz y su boca sangren. —se nota que eres virgen, mi amigo y yo te aremos el favor de convertirte en mujer jajaja. —Ya era hora ¿no crees? 
—Alejandro… —Ginebra está apunto de rendirse, parece que nadie vendrá a rescatarla o al menos eso creía. —de pronto, uno de los hombres que golpeaba a Ginebra desaparece justo frente a sus ojos, algo se lo a llevado, los gritos desgarradores invaden el bosque y su compañero se llena de temor. 
—¿Qué fue eso? ¿Qué diablos está pasando? —Pregunta lleno de miedo. 
Una criatura infernal ha llegado al bosque, está lleno de ira, completamente desquiciado,  
sus ojos son como brazas ardientes y su velocidad y fuerza son de otro mundo, se trata de Alejandro y no descansara hasta asesinarlos. 
—¡¿Quién anda ahí?! ¡¿Quién eres?! ¡por favor no me mates!  
En un abrir y cerrar de ojos el policía que quedaba fue degollado, los agresores de Ginebra fueron asesinados salvajemente. El vampiro jadea lleno de adrenalina y atrapado entre el frenesí y la ira, es una bestia sedienta de sangre y venganza, ha desmembrado los cuerpos de sus enemigos y se encuentra tan enojado que destroza los árboles como si fueran de  
papel. 
—Por favor detente… —Ginebra se arrastra y como puede toca el pie de Alejandro, esa  
acción lo hace reaccionar y ve a Ginebra semi desnuda, lastimada y sin fuerzas para levantarse, se quita la camisa para cubrir su torso desnudo la toma en sus brazos y la lleva a la mansión. Por alguna razón que no busca comprender Ginebra siente paz en los brazos del monstro del pantano de  Nil.




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