El amante del pantano de Nil (libro 1)

HERIDAS ABIERTAS.

CAPÍTULO 25 

Ginebra a limpiado el local de Beatriz, haciendo que este quede irreconocible, ahora parece  
un lugar decente y alguien la sorprende llamando a la puerta. 
—En un momento llega la dueña y… —Ginebra se estremece al ver que el cliente es nada  
más y nada menos que su padre. 
—¿Hija? —Víctor esta desconcertado. 
—Padre, ¿Qué haces aquí? 
—¡Tú hermana esta a punto de dar a luz! 
—¿Qué? 
—Tú madre solicito los servicios de esta mujer para bendecir el vientre de Victoria antes de  
que el bebe llegue a este mundo. 
—Ella no se encuentra, pero… —Beatriz los interrumpe entrando abruptamente al local. 
—¿Qué se le ofrece? 
—Mi nombre es Víctor Borgues, padre de Ginebra y…  
—Se quien es ¿En qué lo puedo ayudar?  
—Mi hija Victoria dará a luz a su primer hijo, necesita sus servicios antes del nacimiento. 
—¿Y que es lo que quiere, que yo reciba al bebé? —Dice Beatriz en un tono grosero. 
—No, un doctor estará ahí para ayudarla a parir, queremos que purifique el ambiente y  
llene de buena energía a la criatura, tiene un posible diagnostico de nacer con alguna  
discapacidad.  
—Yo no hago milagros, no puedo impedir que el bebé nazca con algún problema, lo único  
que puedo hacer es purificar el lugar y al niño en cuanto nazca. 
—¿Cree que pueda acompañarme? 
—¡Yo iré con ustedes! —Ginebra se arma de valor y decide acompañar a Beatriz. 
—¿Qué? ¿estás segura? 
—Hija tú siempre serás bienvenida —Víctor sonríe esperanzado. 
—No lo hago por Victoria, si no por el bebé que viene en camino, él no tiene la culpa de  
nada, además… es el hijo de David. 
—Claro… después de todo él lleva tu sangre.

—Muy bien, Ginebra viene con nosotros, ¿puede adelantarse un poco? Enseguida lo  
alcanzamos. 
—He… claro, no tarden por favor. —Dice Víctor incomodo. 
—¿Qué pasa? Ginebra esta intrigada por la forma de actuar de Beatriz. 
—Permitiré que me acompañes, pero no podrás ayudarme en la purificación, tienes el alma  
atada a una criatura oscura, podrías maldecir al bebé si participas en la ceremonia. 
—Gracias por decirme, lo que menos quiero es perjudicarlo. 
Ginebra sigue a Beatriz y en algún tramo alcanza a su padre, el cual la ve con tristeza y  
añoranza.  
—¿Cómo has estado hija? Te ves un poco pálida, ¿has estado comiendo bien? 
—Estoy bien… ¿tú como estas? —Pregunta Ginebra triste. 
—Extrañándote cada día, me pregunto cuando vas a perdonarme. 
—Padre, lo que paso es algo que no… —De repente Selene se les cruza en el camino y les  
lleva una noticia. 
—¡Señor Víctor! deben apresurarse, el bebé esta apunto de nacer, la Señora Victoria ya esta  
en trabajo de parto. 
—¡Démonos prisa por favor! 
—Recuerda lo que te dije Ginebra. —Beatriz mira fijamente a Ginebra para después  
marcharse de ahí con Víctor y Selene. 
Mientras ellos se adelantan, el dolor le impide a Ginebra entrar en la mansión Landez, han  
pasado seis meses desde que David dejo este mundo, pero para Ginebra el tiempo no pasa,  
la vida le arrebato al dueño de su corazón, el hombre del cual se había enamorado desde  
que era una niña. 
—Estar aquí me parte el corazón, todo me recuerda a él, el jardín, la fuente, el arco de  
flores, aun recuerdo la primera vez que lo vi, él tenia dieciséis años, un joven rico había  
llegado de estudiar en el extranjero, a su corta edad comenzó hacerse cargo de los negocios  
de su padre, era inteligente, caballeroso y encantador, todas las muchachas del pueblo  
suspiraban por él y al parecer, Victoria fue una de ellas, yo solo tenía catorce años y desde  
el momento en que cruce la mirada con él, supe que lo amaría por el resto de mi vida, su  
nombre era David Landez, hijo único de una de las familias más importantes de Valle de  
Cobre y en un soleado día de febrero, me declaro su amor, no entendía como el joven más  
codiciado del pueblo se había fijado en mí, la chica del pecho plano, la menor de la casa  
Borgues. Pero nos juramos amor eterno y me prometió que algún día se casaría conmigo.  
Pero esta historia no tuvo un final feliz, él no cumplió con su palabra, marchito mi corazón  
traicionándome con mi propia hermana y el día que lo asesinaron, termino llevándome con  
él a la tumba, pero esa no es lo que más me duele, sigo amando al hombre que me traiciono,  
estoy enamorada de un muerto asesinado por mi única hermana.

Ginebra observa la mansión, las lagrimas caen de sus ojos mientras su corazón se hace  
pedazos, sube con cuidado las escaleras que la llevaran a la habitación que un día fue de  
David, pero los gritos desgarradores de Victoria la desconciertan, su hermana esta dando a  
luz a su hijo. 
—Victoria… 
Ginebra se apresura y se dirige a la habitación, abre la puerta con cuidado y ve a Victoria  
pujando con fuerza mientras sus padres le sostienen las manos, Beatriz y Bardos miran  
desde el otro extremo. 
—¡Puje con más fuerza! —Insiste Gerardo. 
—¡No puedo! ¡me duele mucho!  
—¡Necesito que haga un último esfuerzo! 
—¡Estoy muy cansada! ¡no puedo más! —Victoria esta bañada en sudor, el dolor la está  
matando. 
—Vamos hija, hazlo por tú bebé. —Víctor acaricia la mano de su hija, pero ella grita  
furiosa. 
—¡Dejen de pensar en el bebé! ¡Me estoy muriendo de dolor! 
—Escucha a tú padre Victoria, el dolor pasara pronto. —Dice Verónica preocupada. 
—¡Ya sáquenmelo! ¡hagan lo que tengan que hacer! ¡no soporto el dolor! 
—¡Una vez más! ¡puje una vez más! ¡Puedo ver su cabeza! —El doctor alienta a Victoria a  
dar un último esfuerzo y ella grita con todas sus fuerzas. 
—¡Ya nació hija! ¡Ya nació! 
Verónica festeja el nacimiento de su nieto, pero el doctor Gerardo tiene el rostro serio y  
mueve la cabeza en señal de malestar. 
—¿Qué pasa Gerardo? ¿Qué tiene mi nieto? —Pregunta Víctor lleno de angustia.




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