El amante del pantano de Nil (libro 1)

TERROR EN LA NIEBLA.

CAPÍTULO 31
Ginebra, no puede conciliar el sueño, está de pie junto a su cama, pensando y reflexionando  
sobre todo lo que ha pasado últimamente, lleva varios días durmiendo en casa de Beatriz, desde que Alejandro se fue, no ha podido dormir bien, la mansión es demasiado grande y solitaria para ella, además, no hay rastros del vampiro y por alguna razón, se siente triste por su ausencia. 
—Debo admitir que ese día me descargué contigo, sé que te fuiste terriblemente ofendido por mis palabras, una ves más desprecie el vinculo que tenemos, aun sabiendo lo que este significa para ti. ¿De verdad te fuiste para siempre? ¿No vas a regresar? —Ginebra, suspira profundamente.  
—Estás triste. —Beatriz sorprende a Ginebra provocando que esta de un brinco. 
—¡Beatriz! ¡Me asustaste! ¿Qué haces levantada tan temprano? 
—Son las cuatro de la mañana, tampoco podía dormir. —Balbucea mientras bosteza. 
—Bienvenida al club. 
—¿Por qué estas deprimida? 
—No lo estoy — Ginebra, trata de disimular su sentir. 
—Claro que sí, no puedes engañarme, soy una bruja. 
—Bueno… talvez un poco, no sé por qué me siento así. 
—Disculpa, tienes razones de sobra para sentirte así, tu vida es horrible, sin ofender.  
—Beatriz, le da una palmada en la espalda en forma de consuelo. 
—¿Y que hay de ti? ¿Por qué no puedes dormir? 
—Tuve una pesadilla, un mal presentimiento, pero no quiero hablar de eso. ¿Haz sabido algo  
de ese estúpido vampiro? 
—No… no ha regresado a la mansión. 
—Ah, ya veo por qué estas triste. 
—Le dije cosas horribles, entendería si ya no regresa.  
—¿Qué le dijiste? —Pregunta Beatriz, curiosa. 
—Que por mí podía olvidar ese estúpido vinculo, que David siempre sería el dueño de mi alma y que él jamás ocuparía mi corazón. —Responde Ginebra, avergonzada. 
—¡¿Qué hiciste qué?! No defiendo a ese chupa sangre, pero entiendo por qué se fue tan  
molesto.

—Metí la pata… 
—¡Metiste las cuatro! voy a traducir tus palabras a el idioma de ese desgraciado. No me importa tu alma, vete al carajo, no vales nada, yo soy la que manda aquí, no me importa que seas un rey ni que te hayas unido a mí, en la unión mas sagrada que existe, prefiero estar atada a un muerto y serle fiel a mi ex y muchas otras maldiciones mas que tus castos oídos  
no pueden escuchar. 
—¿Yo dije eso? Pues él me dijo cosas horribles también. 
—¿A si? ¿Cómo qué? —Pregunta Beatriz, alzando una ceja. 
—Dijo que se arrepiente de haberse vinculado conmigo, que puedo irme a la tumba si  
quiero. —Ginebra hace un puchero y se humedecen sus ojos. 
—Sí, pero tu mordiste primero. 
—Eso ya no importa, probablemente no volveré a verlo, quizá con el tiempo se vincule con  
alguien de su especie y se sienta mejor. 
—Eso es imposible. —Dice Beatriz con un rostro serio. 
—¿Qué? 
—Los vampiros solo se vinculan una vez en su vida, si es que logran hacerlo, ya que no es  
fácil encontrar un alma que encaje a la medida, al decirle que no te importa el vinculo lo  
estas despreciando, imagínate la humillación que debió sentir siendo un rey. 
—¡Ay! Beatriz… me siento tan culpable, Además eso me suena muy romántico y yo no puedo enamorarme de él, yo jamás amaré a nadie como lo hice con David. 
—No te preocupes, mejor para ti, así no tendré que preocuparme de que te rompa el corazón, él es el que jamás podría enamorarse de ti, el amor es algo que una criatura como él no puede sentir ni anhelar. 
—No entiendo cómo podría funcionar esto… 
—Si es que algún día regresa, deberás tenerle la devoción que le tendrías a tu esposo, ser  
leal y fiel, eso tendría que bastar. —Beatriz hace una pausa y se estremece. —¡Ay! ¿Qué estoy diciendo? Ese tipo es un vampiro, no puedo creer que te este explicando todo esto, mejor aviéntalo al sol y que se calcine.  
—¡Beatriz! Yo jamás le haría algo así. 
—Sí, sí, lo sé, vaya problema el tuyo. 
—¡Qué frio esta haciendo! hay demasiada niebla allá afuera. 
De pronto, un temor inexplicable se apodera de Beatriz y la piel se le eriza hasta la nuca. 
—Esto no esta bien… no es normal…

—¿Estas bien? 
Mientras tanto, en la espesura del bosque, un hombre de belleza exquisita es acariciado por  
la niebla, sangre fresca resbala de su boca, acaba de devorar a su presa y una vez que ha terminado, avienta el cuerpo a los arbustos, un terrible olor hace que termine asqueado y esto lo molesta. 
—¿Le sucede algo señor? ¿acaso desea otro humano? —Pregunta una voz en la oscuridad. 
—Este hedor ya lo he percibido antes, ese aroma nauseabundo, además esta niebla no es normal. —Dice Alejandro con desagrado. 
—También percibo ese aroma desagradable y me parece un tanto familiar. 
De repente, los arbustos comienzan a moverse, algo se aproxima, emitiendo gemidos huecos y espeluznantes, se trata del cadáver del hombre que Alejandro había matado, se ha convertido en un muerto viviente, arrastrando los pies se dispone a dar la primera mordida. 
—Permítame quitarle ésta molestia de encima. —El sirviente de Alejandro se abalanza contra el cadáver y le revienta la cabeza de un solo golpe, salpicando de sangre y sesos a su  
señor. —Perdóneme amo, he manchado su rostro, aceptare cualquier castigo que me ponga. 
—Lo dejaré pasar por esta vez, parece que la bruja necromante sigue con vida después de todo. 
—Me encargaré de traerle su cabeza mi señor.  
—Asegúrate de encontrar a la bruja de los muertos, morirá antes de completar los trecientos  
años de gracia. 
—Como ordene amo. 
El sirviente se va haciendo una reverencia mientras los ojos de su rey brillan en la oscuridad de aquel desolado bosque.

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.