El amante del pantano de Nil (libro 1)

ALGO INESPERADO.

CAPÍTULO 35

Ginebra está enmudecida, Alejandro, se encuentra frente a ella, mirándola en silencio con sus  
hermosos ojos color escarlata. ¿Qué es lo que pasa con ella? ¿Por qué le brinca así el corazón? Las lagrimas caen de su rostro sin darse cuenta y recarga su cabeza en el pecho del hermoso vampiro mientras dice en sus adentros. 
<<Creí que jamás volvería a ver el rostro de Alejandro, siento mucha tranquilidad en mi corazón, tiene los ojos de un demonio y su presencia es como la de una fiera hambrienta, a pesar de eso, me siento segura a su lado, sé que si algo malo sucede él me protegerá.  
Beatriz, me dijo que si alguno de los dos trata de huir del vinculo tarde o temprano nos traerá de vuelta, su alma llamara a la mía y yo por instinto correré hacia él y creo que es verdad, hoy estamos juntos de nuevo.>> 
—¿Por qué lloras? —Pregunta Alejandro, con su voz varonil. 
—Perdóname… te dije cosas horribles, soy una tonta, este vínculo significa mucho para ti, me lo dijiste tantas veces, pero yo no lo entendía, por favor perdóname. —Dice Ginebra,  
entre lágrimas. 
—Como te dije aquella vez, no espero nada de ti.  
—Pensé que no volvería a verte…  
—No me digas que me extrañaste humana. —Alejandro, se sorprende al escuchar a Ginebra, pensó que le reclamaría por lo que le hizo al cadáver de David. 
—Todos los días… responde Ginebra, aliviada de tenerlo junto a ella. 
—Debo admitir que no esperaba verte aquí, pero creo que ya deberías volver a casa, te prometo que no volverás a saber de mí, no quiero estar vinculado con una prisionera del pasado, me molesta saber que miras atrás y te retuerces por estar bajo tierra, así que ignora mi existencia, nunca me rebajare en competir con un fantasma, yo soy un rey, desprecio la  
deslealtad de los ojos cuando me miran y los tuyos me ofenden, así que olvídate de mí.  
—Alejandro, habla con una notable decepción. 
—Lo sé… también me canse de eso, no quiero seguir mirando atrás, decidí olvidarme de ese pasado, de él, Alejandro… dejé de amar a David, desde el momento en el que te fuiste y  
no me había dado cuenta, todo este tiempo solo podía pensar en ti, este vínculo se ha vuelto  
lo más importante para mí, sé que te avergüenza haberte unido con una humana como yo, pero a mi no me importa que tu seas un vampiro, he decidido quedarme a tu lado, así que  
por favor no te vallas, si lo haces… seré la mujer mas desdichada del mundo.

—¿Me has declarado tú amor? —Pregunta Alejandro, en un tono burlón. 
Ginebra, se ruboriza y le responde a Alejandro, asintiendo con la cabeza, ella también está sorprendida, jamás se imaginó que lo que sentía por ese vampiro era amor, un amor más  
fuerte que el que sintió por David. 
—Enamorarte de mí es un error. —Alejandro, aparta a Ginebra, de él. 
—No me importa, conozco los riesgos y aun así quiero estar contigo. —Dice Ginebra, decidida. 
—Estas a tiempo de recapacitar, hazlo antes de que sea demasiado tarde. Haz visto con tus propios ojos lo que te espera si estas conmigo, te daré la oportunidad de escapar, con la  
promesa de que no te seguiré, así que vete de aquí, vive tu vida de la manera más normal que puedas, porque, si decides quedarte, nuestro futuro será incierto y lleno de peligros,  
habrá dolor y perdidas, así que te pregunto ¿aun así quieres quedarte conmigo? —Alejandro,  
pregunta ansioso por recibir la respuesta de la frágil y bella humana. 
—Sí… —Ginebra, lo mira con ojos suplicantes. 
—Si eso es lo que quieres, acepto, pero tengo una condición para ti. —Advierte el flamante vampiro. 
—¿Y cual es? —Pregunta Ginebra, intrigada. 
—Mantengamos esto en secreto, los humanos a tu alrededor no deben saber de mi existencia, ante la mirada del pueblo, serás una mujer común con una vida normal. Si tu familia pregunta, ese tal Alejandro, se fue lejos rompiéndote el corazón y no volviste a saber  
de él, vivirás en el pueblo y nos frecuentaremos aquí, debes saber que en los días soleados no me encontraras, pero en los días nublados y en las noches oscuras y frías te estaré  
esperando aquí, sé que mis constantes salidas te hacen sentir sola así que esto será lo mejor.  
Tú serás mía y yo te complaceré, pero te advierto que una criatura como yo no puede enamorarse, Así que dime Ginebra Borgues, ¿aceptas mis condiciones? 
—Acepto. —Le responde Ginebra, decidida. 
Ginebra, prometió que jamás volvería a enamorarse y hoy está frente Alejandro,  
derritiéndose por un beso suyo, el corazón le va a estallar de felicidad, está enamorada del monstruo del pantano de Nil y por un momento, Ginebra, tuvo la impresión de que los ojos  
del vampiro brillaron al escuchar que ella lo amaba. 
Alejandro, toma a Ginebra, entre sus brazos y la contempla como si fuera una obra de arte, acariciando su rostro sonrojado, para luego besarla apasionadamente, su lengua es tan  
fresca y húmeda que calma la sed que en ella ha despertado, provocando que quiera más.  
Las manos de Alejandro, despiertan un deseo desenfrenado de seguir siendo acariciada por él, pequeños gemidos salen de su boca, la cual es absorbida y mordisqueada por el apuesto  
vampiro y al escuchar los quejidos de su inexperta humana comienza arder de deseo.  
Alejandro, la carga entre sus brazos y la lleva a su habitación y una vez que la ha llevado a sus aposentos, comienza a desnudarla, Ginebra, tiene el corazón acelerado, Alejandro, ha comenzado a besar su cuello para después aventurarse a saborear sus pechos, ella está  
temblando de placer y una electricidad le recorre el cuerpo al ver a su hermoso amante desviarse hacia la virtud que está entre sus piernas, nunca había experimentado algo así,  
Alejandro, no solo era un buen amante, sino que también era un caballero, sabe que ésta es la primera ves que Ginebra, está con un hombre y la trata con dulzura repitiéndole una y otra vez que es hermosa. ¿Cómo una criatura como él puede ser tan dulce? Le hace el amor  
como si ella fuera su todo, llenándola de besos y saliva, Alejandro, se abre paso entre sus piernas y entra en Ginebra, haciendo que esta se quede sin voz. Torturando a su joven  
amante de placer llevándola al clímax, cada embestida la hace gritar, es la melodía de los amantes, Si los vampiros no pueden sentir amor, ¿Por qué el monstruo del pantano no deja  
de besarla? ¿Por qué trata de no lastimarla? En su rostro pálido se puede ver el placer, el vínculo se ha consumado, sus cuerpos se hicieron uno y la luna llena es testigo de eso, el  
vampiro se entregó a la humana y ella no pudo resistirse. Su amor tendrá que ser un secreto, Ginebra, tiene un nuevo amante, el amante del pantano de Nil.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.