El amante del pantano de Nil (libro 1)

DE REGRESO A CASA.

CAPÍTULO 36

El joven héroe ha llegado a la casa de sus padres y al entrar se da cuenta que esa casa es  
completamente un lugar extraño y ajeno para él, no pisa esa mansión desde que tenia cinco  
años, Bernardo, he Isabel lo reciben con lagrimas y abrazos, su amado hijo por fin está en casa. 
—¡Fernando! ¡hijo! —Isabel, se deshace en llanto. 
—Mamá no llores, arruinaras tu maquillaje. —Fernando, abraza a Isabel y le da un beso en  
la frente. 
—Como no voy a llorar, por fin estas en casa, después retocare mi maquillaje. —Dice  
Isabel, mientras se limpia las lágrimas. 
—Hijo, no sabes lo felices que estamos con tu llegada. —Bernardo, lo abraza con ternura. 
—Yo también papá, fue un viaje largo, pero les traje algunos regalos. 
—¿Por qué estas tan empapado? —Pregunta su madre inquieta. 
—Ah, no es nada. —Fernando, sonríe despreocupado. 
—Debes estar muy cansado.  

—La verdad es que me estoy muriendo de hambre. 
—Vayan a la mesa, en un momento nos atenderán, yo los alcanzo en un momento, Bardos,  
acaba de llegar. —En ese mismo momento un mayordomo le abre la puerta a Bardos y este  
entra con una canasta de quesos y pan. 
—¡Amigo, llegaste! —Bernardo, lo recibe con una gran sonrisa. 
—Ya me imagino el motivo de tu sonrisa. —Bardos, lo abraza. 
—Fernando, acaba de llegar. 
—Excelente, traje esto para celebrar. 
—Gracias, en un momento nos servirán de cenar. 
Bardos y Bernardo, llegan al comedor y la sonrisa de Fernando, conmueve a Bardos, le hacen recordar a su difunto hijo. 
—Ahora sí ya estamos todos, hijo, quiero presentarte a mi gran amigo Bardos Landez. 
—Me alegro de volver a verte muchacho. —Bardos, le estrecha la mano cordialmente. 
—El gusto es mío señor. —Saluda Fernando con cordialidad.

—Quizá no lo recuerdes, pero cuando eras pequeño te cargaba en mis brazos, ahora eres todo un hombre. 
—Por favor déjeme darle mi mas sentido pésame, lamento mucho su perdida. 
—Te lo agradezco hijo. —Los ojos de Bardos, se humedecen. 
—Estoy para servirle y cualquier cosa que necesite, puede apoyarse en mí. 
—Eres un joven educado, te tomaré la palabra. 
—Por favor. 
Isabel, ha regresado de su habitación, había ido a retocar su maquillaje. 
—Bardos, bienvenido, es un placer tenerte con nosotros. —Isabel, lo saluda con un beso. 
—Gracias por la invitación. 
—¿Qué piensas de mi hijo? ¿no es encantador? 
—Por supuesto. 
—Nadie es más encantador que tú, mamá. —Fernando, besa la mano de su madre. 
—La cena está servida señores. —Dice el atento mayordomo, 
—Adelante señor Bardos, tome asiento por favor. ¿Señor? 
Bardos comienza a marearse, todo en su cabeza da vueltas y comienza a sudar de la nada y  
entonces se desvanece. 
—¡Bardos! —Fernando, sostiene a Bardos, en sus brazos. 
—¿Amigo estas bien? 
—Tráiganle un vaso de agua ¡rápido! —grita Isabel preocupada. 
—Lo siento… creo que se me bajo la presión. —Bardos, intenta reponerse. 
—¿Puedes sentarte amigo? —Pregunta Bernardo, angustiado. 
—He… si, no sé qué me pasa. 
—¿Quieres que llamemos a un médico? —Pregunta Isabel, mientras revisa su pulso. 
—No, gracias, estoy bien, solo fue un mareo, eso es todo, ya me siento mejor. 
—Debe ser por todo el estrés que has pasado, estas agotado, no has dejado de trabajar. 
—Puede ser… —Bardos se queda pensativo. 
—Come algo, la comida y el descanso son la mejor medicina. 
—Sí, tienes razón Isabel, cenemos tranquilos.

La cena estuvo deliciosa y Bardos, regresó temprano a casa, su cuerpo empieza a sufrir los  
efectos del veneno y una ves en la mansión, Clara, lo recibe con un té y él se lo bebe tranquilo, no sabe que lo están matando poco a poco. Por otro lado, Victoria está harta de permanecer encerrada en esas cuatro paredes y fingir que está enferma, pero Clara, llega a su presencia con una buena noticia. 
—Entonces el veneno comenzó hacer efecto. —Sonríe Victoria complacida. 
—Sí, tiene el semblante cansado y desmejorado. —Dice Clara con la mirada apagada. 
—¡Excelente! Continúa dándole esa cosa, pronto afectara sus órganos y enfermará  
misteriosamente, espero que el maldito viejo se muera pronto, ya no soporto estar encerrada. 
—Sí señora. 
—Por cierto, ¿trajiste lo que te pedí?  
—Sí, traje las revistas que encargó. 
—¡Dame acá! —Victoria, le arrebata las revistas a Clara. –Debo estar pendiente de lo que  
se esta usando últimamente, quiero comprar estos vestidos, en cuanto me convierta en la  
heredera de toda la fortuna Landez, comenzare a vestirme adecuadamente. ¡¿Hay que tonos  
me quedarán mejor?! Talvez un rojo ¿o será mejor un azul? 
Clara, comienza a incomodarse con la actitud de Victoria, ella no tiene remordimientos. 
—Si no me necesita, pasaré a retirarme. 
—Sí, sí, largo de aquí, ya no te necesito. 
—Con permiso. 
Clara, se pierde en sus pensamientos mientras sale de la habitación de su señora. 
—Se nota que es una mujer malvada, ¿Cómo puede dormir después de lo que estamos  
haciendo? Yo ni siquiera puedo comer tranquila, estos llena de ansiedad y el insomnio me  
invade cada noche. Pero debo terminar lo que empecé, es la única manera de salir de mi  
pobreza, este sueño implica un sacrificio y no puedo permitir que el miedo me domine. 
Selene, ve a Clara, salir de la recamara de Victoria, algo en ella le resulta extraño y preocupante. 
¿Qué le pasa a Clara? Últimamente la he visto muy rara, tiene el semblante sombrío y  
parece que todo el tiempo está nerviosa ¿Qué estará tramando? ¿Por qué se ha vuelto tan cercana a esa mujer? 
Por otro lado, Fernando y sus padres están sentados en el gran salón, están muy  
preocupados por la salud de Bardos. 
—Esa familia le ha desgraciado la vida. —Dice Isabel llena de resentimiento.




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