El amante del pantano de Nil (libro 1)

LOS DEMONIOS DE LA MINA.

CAPÍTULO XXXVIII 
 El vagabundo se ha desmayado, tiene mucha fiebre, Ginebra, pidió ayuda y se lo han llevado a una clínica para atenderlo. 
—En otro tiempo no le habría creído ni una sola palabra, pero mis ojos han visto cosas que  
parecen sacadas de un cuento de terror, por eso se que no está mintiendo, debo ir a esa mina  
y asegurarme de que esas cosas no vuelvan a robar a otro bebé. 
Ginebra, se dirige al local de Beatriz, sabe que ella es la única que puede ayudarla a detener a esos seres aterradores. 
—¡Beatriz! ¡Necesito tu ayuda! —Ginebra, entra abruptamente. 
—¡Ginebra! llegas tarde, ¿Dónde estabas? ¿Por qué entras de esa forma? Me va a dar un  
infarto. —Reclama Beatriz, molesta. 
—¿Qué sabes de los duendes? 
—¿Qué? ¿A qué viene esa pregunta? 
—Creo que ellos son los responsables de las desapariciones de los bebés. —Ginebra, le  
cuenta todo. 
—¡Ah! Qué problemático será esto. —Dice Beatriz, mal humorada. —por lo que me dices  
pueden ser duendes o Goblins. Su nombre significa dueños de casa. Es un ser sobre natural,  
habitan en diferentes lugares, por lo visto, ellos viven en la mina, son del tamaño de un niño  
y tienen la cara de un anciano decrépito, son amantes de lo ajeno y algunas veces se roban a los niños para quitarles el alma, esos bastardos son un verdadero fastidio, te dije que al despertar el rey vampiro, los monstruos lo harían con él. 
—¿Hay alguna forma de detenerlos? ¡Debemos impedir que el pueblo sepa de su  
existencia! —Ginebra, está preocupada. 
—Hay una manera, pero es muy peligrosa. 
—¿Y cuál es?  
—Iras a la mina y… 
—¡Iremos! —Ginebra, la interrumpe. 
—¡Ay, ok! —Acepta de malagana. 
—Iremos esta noche a la mina, a la media noche y les tenderemos una trampa, conseguiremos un litro de alcohol, un espejo, una baraja, unos dados y unos cigarrillos, tendremos que esperar a que salgan y jugar con ellos un rato, a esos enanos les gustan las apuestas, si nosotras ganamos nos devolverán las cosas robadas y con suerte los cuerpos de  
los bebés, pero si perdemos… los acabaremos con agua bendita. 
—¿Y dónde conseguiremos eso? —Pregunta Ginebra, con seriedad. 
—Estás en una tienda de ocultismo mujer, te daré todo a mitad de precio. — Sonríe Beatriz,  
mientras le pega a Ginebra, con el puño en el hombro. 
—Entonces está decidido, al caer la media noche iremos en busca de esas cosas. 
—Se llaman duendes. —Susurra Beatriz, para hacerla enojar. 
Por otro lado, la gente se ha ido. Fernando, está con su padre, la situación se ha vuelto  
preocupante, por más que la policía ha investigado, no logran dar con los responsables. 
—¿Qué vamos hacer? —Bernardo, está preocupado por la situación del pueblo. —La gente  
está furiosa y lo entiendo, quieren respuestas y yo no se las he dado. 
—Deja que me haga cargo. —Fernando, mira a su desesperado padre y decide ayudarlo. 
—Hijo, pero… 
—Encontraré al culpable antes del fin de semana, tengo experiencia en esto, investigaré por  
mi parte, te prometo que encontraré a los responsables, los haré pagar por sus crímenes.  
—Dice Fernando, decidido. 
—Está bien puedes hacerlo, hijo. 
—Gracias papá, no te voy a defraudar. 
Fernando, se va y comienza a recaudar información entre la gente, las mujeres son quienes  
más lo ponen al día con tal de pasar tiempo con él. 
—Me pregunto si ese hombre decía la verdad.  
A pesar de que Fernando, había tenido una experiencia sobre natural, se negaba a aceptar  
que esas criaturas existieran y les tomó un profundo resentimiento, él no va a permitir que  
Valle de cobre crea en historias fantasiosas, él protegerá al pueblo de la maldad. 
Mientras tanto, el sol se ha ocultado, una fría noche a caído sobre Valle de Cobre, faltan  
algunos minutos para la media noche, Ginebra y Beatriz, se dirigen a la mina, llevan una  
capa negra y una canasta con todas las cosas que necesitan para llamar la atención de los  
hombrecillos arrugados, Ginebra, ha ocultado un frasco de agua bendita entre su pecho. 
—Llagamos. 
—Acomodemos el mantel y preparemos todo. 
Beatriz y Ginebra, encienden los cigarrillos y sirven alcohol para llamar la atención de los  
duendes y comienzan a jugar cartas mientras esperan nerviosas su aparición. 
—¿No me digas que tienes miedo? —Pregunta Beatriz, temblorosa.

—No… solo tengo frio… 
—Viviste con un vampiro, ésto no debería ser tan terrorífico. —Beatriz, mira por todos  
lados está muy asustada al igual que Ginebra. 
Por otro lado, Fernando, ha llegado primero a la mina, introduciéndose en lo profundo de esta, lleva una lampara y un rifle, está dispuesto a atrapar a los culpables sin importar las consecuencias. 
Mientras tanto, Beatriz y Ginebra, están afuera y unas risas escandalosas las asustan. 
—¿Qué fue eso? —Pregunta Ginebra, temerosa. 
—Son ellos… 
Uno a uno se acerca, como fuertes ráfagas de viento llegan a donde están ellas, sus risas son  
molestas he insoportables, tienen los ojos amarillos y brillantes, tanto que resaltan en la  
oscuridad, la luz de la luna alumbra sus rostros arrugados y sus dientes afilados y puntiagudos, beben el alcohol como si fuera agua y comienzan a fumar los cigarrillos, Ginebra, está horrorizada, tiene el cuerpo entumido, esas criaturas son horribles, espantosas, se nota la maldad en sus rostros. Beatriz, se arma de valor y toma la palabra. 
—Hagamos una apuesta, quien gane pedirá lo que sea.




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