El amante del pantano de Nil (libro 1)

INEXPLICABLE.

CAPÍTULO XL
Los demonios de la mina fueron ahuyentados del pueblo, Ginebra y Beatriz, lograron salir vivas de ahí. Parece que un nuevo héroe ha nacido en Valle de Cobre, Fernando de la cruz,  
se ha ganado el favor del pueblo logrando traer de vuelta a los bebés que habían sido secuestrados por los duendes de la mina, afortunadamente logró impedir que esas criaturas  
les robaran el alma, tuvieron que ser llevados a la clínica por deshidratación, pero estaban bien. La gente le  
tiene una alta estima a Fernando, desde que llegó a Valle de Cobre no ha hecho más que ayudar al pueblo. Fernando, les dijo a los pueblerinos que los responsables de los robos y  
los secuestros de los bebés eran unos extranjeros, los cuales huyeron tras ser perseguidos y advertidos por él. Si bien no fue esto lo que pasó, Fernando, no dejará que valle de cobre crea en la existencia de criaturas infernales como esas, él protegerá a Valle de Cobre de  
todo aquello que amenace su paz.  
Por otro lado, Ginebra, acaba de salir de la clínica, al parecer el vagabundo fue dado de alta hacía unas horas. 
—¿Cuánto es lo que debo? —Pregunta Ginebra, con cordialidad. 
—Bueno, seria un total de… —La señorita es interrumpida por un joven valeroso. 
—No debes nada, yo me harée cargo de los gastos. 
—¡Fernando! 
—Supe lo que hiciste por ese pobre hombre, fue un gesto muy solidario de tu parte. —Dice Fernando, con una agradable sonrisa. 
—No hice nada extraordinario, cualquiera lo habría hecho —Ginebra, mira los brazos de Fernando y ve que tiene las marcas de los duendes. 
—¿Qué te paso en el brazo? —Pregunta Fernando, preocupado. 
—He… me rasguñe con una rama jaja —Dice Ginebra, nerviosa. 
—Debes tener más cuidado, con suerte no te quedará cicatriz. 
—Estaré bien ¿te has sentido bien en el pueblo? —Pregunta Ginebra, con una sonrisa encantadora. 
—Me sentiría mejor si alguien conocido me acompañara a dar un recorrido —Fernando, la mira mientras sonríe. 
—¿Y que hay de tu padre? 
—Para ser honesto, me encantaría que fueras tú. 
—No creo que eso sea bueno para ti —Ginebra, agacha la mirada. 
—¿Por qué dices eso? —Pregunta Fernando, confundido.

—¿No has escuchado los rumores? 
—¿Qué rumores? 
—Si eres de las personas que busca cuidar su reputación, no deberías hablar tanto conmigo, soy una Borgues —Dice Ginebra, apenada. 
—¿Y qué tiene eso de malo? No tengo problemas con eso —Fernando, la mira con seriedad. 
—Todas las cosas horribles que se dicen de mi familia son verdad, así que evítate  
problemas y no te involucres conmigo, agradezco tu amabilidad, pero deberías pensar más en tu reputación. — Ginebra, se da la vuelta y comienza a caminar, pero Fernando, la sigue. 
—Para tu información mi reputación no me interesa y aun si todo lo que dicen de tu familia es verdad, no me importa, solo quiero que seamos amigos. —Fernando, la toma del brazo y la mira fijamente. 
—¿No te importa que te vean con alguien como yo? —Ginebra, está sorprendida. 
—Al contrario, que me vean contigo es un placer. 
—Fernando… —Ginebra, está conmovida. 
—Así que hagámoslo formal ¿te parece? —Fernando, carraspea su garganta y se inclina un poco — Ginebra Borgues, ¿te gustaría ser mi amiga? 
—¿Amigos? —Ginebra, lo mira impresionada. 
—Sí, de mi reputación me encargo yo —Dice Fernando, con una sonrisa. 
—Bueno, creo que entonces podemos ser amigos. 
—Excelente, deberíamos celebrar este gran acontecimiento. 
—Sí jaja… 
Ginebra, se ha hecho amiga de Fernando, pero… ¿Por qué tiene esas marcas en los brazos? Son las marcas que dejan los duendes cuando te enfrentas a ellos, ¿será que Fernando, vio a esos seres? Y si es así ¿Por qué hace de cuenta que no vio nada? 
Por otro lado, Selene, ha escuchado un fuerte golpe en el comedor, Bardos, está tendido en el suelo, se sintió mal después de terminar su comida. 
—¡Señor Bardos! —Selene, corre a auxiliarlo. 
—Traeme mis partillas, todo me da vueltas —Bardos, tiene una pequeña herida en la cabeza. 
—No se mueva, ya se las traigo. 
Clara, observa tranquilamente mientras ve a Selene, buscando desesperada en los cajones del buro. 
—¿Qué estas buscando? —Pregunta Clara, con pasividad.

—¿Dónde están las pastillas del señor? 
—No lo sé, no las he visto —Responde indiferente. 
—¿Qué haces ahí parada? ¡Ayúdame a buscarlas! —Grita Selene, angustiada. 
—No sé donde están, talvez en su habitación o quizás...  
—¡Hazte a un lado! —Selene, la empuja. 
Clara, se va a donde esta Bardos y aprovecha para darle un vaso de agua y le agrega varias gotas de veneno. 
—No me des de esa agua, sabe extraño… —Bardos, rechaza el vaso de agua, pero Clara, insiste. 
—Por favor tómela, le prometo que se sentirá mejor después de beberla. 
Selene, se da cuenta de que Clara, quiere darle el agua a la fuerza he interviene. 
—¡Tráele otro vaso de agua! ¡rápido! 
Clara, se va molesta a la cocina. 
—Vamos, tome sus pastillas —Selene, trata con cuidado a Bardos. 
—No quiero esa agua… tiene algo raro. —Dice Bardos, con voz débil. 
—No se preocupe, le traerán agua limpia —Selene, prueba el agua que Clara, le había servido a Bardos y efectivamente su sabor es extraño y sin que la vean guarda un poco en un recipiente y lo esconde. 
—Aquí está el agua —Dice Clara, con una notoria molestia en el rostro. 
—Tómela señor. 
—Llévenme a mi recamara, no me siento muy bien. 
Clara y Selene, lo llevan a su habitación y lo recuestan sobre la cama dejándolo descansar y rápidamente Clara, sale de la habitación, pero Selene, la detiene. 
—¡Detente! —Selene, la toma del brazo. 
—¿Qué quieres? —Clara, se suelta molesta. 
—¿De dónde sacaste el agua que le diste al señor Bardos? 
—De las jarras ¿de dónde más? 
—¿Por qué no atendiste al señor si escuchaste el golpe? —Pregunta Selene, molesta. 
—Cuando iba a auxiliarlo me pediste que te ayudara a buscar sus pastillas. 
—Si no eres eficiente en tu trabajo van a despedirte ¿Y quién mantendrá a tu familia he?




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