El amante del pantano de Nil (libro 1)

CONSENTIMIENTO.

CAPÍTULO XLI

Victori, se emociona al escuchar que Bardos, está en cama, su plan va saliendo a la perfección y no hay nada más emocionante para ella que imaginarlo dentro de un ataúd. 
—¡Excelente! Por fin podré salir de esta habitación, todo lo que siempre he soñado será mío, una vez que ese vejestorio muera seré la única heredera de la fortuna Landez. 
—Una vez que se convierta en la heredera del señor Bardos, le agradecería que me diera mi parte del trato, así me iré del pueblo lo antes posible. —Clara, tiene un semblante sombrío y unas oscuras ojeras adornan su blanco rostro. 
—¡Primero termina de matarlo idiota! Agrégale todo el veneno de una vez por todas y que se muera el desgraciado, ya no soporto estar encerrada. 
—Mañana le daré la última dosis señora. 
Selene, no puede creer lo que está escuchando, Clara, se ha prestado para asesinar al señor Bardos. 
—No puede ser… —Selene, se tapa la boca, está temblando —Ella es quien ha estado envenenando los alimentos del señor… debo hacer algo antes de que se salgan con la suya. 
Selene, se dirige a la habitación de Bardos, sus ojos se vacían en lagrimas al verlo tan agotado y desmejorado, su rostro estay demacrado y pálido. 
—Señor… —Selene, está llena de tristeza. 
—¿Me están envenenando verdad? —Pregunta Bardos, con voz débil. 
—¿Cómo lo sabe? 
—Comencé a sentirme mal desde que Clara, se hace cargo de mis comidas, contigo nunca me paso algo así, soy un hombre saludable y desde ese día he desmejorado considerablemente. 
—Hace un momento escuché a la señora Victoria, decirle a Clara, que le diera la ultima dosis de veneno, planea quedarse con su fortuna… —Selene, está llorando. 
—Maldita arpía… No le bastó con matar a mi nieto, arruinó a mi hijo y ahora quiere acabar con mi vida… —Bardos, comienza a toser y de su boca sale sangre. 
—¡Señor Bardos! Déjeme llamarle al doctor Gerardo, aun estamos a tiempo de salvarle la vida y… —Bardos, la interrumpe. 
—No quiero que nadie me salve. 
—¿Qué? Pero señor… —Selene, está confundida. 
—Esta es la única manera de acabar con esa mujer, estoy seguro de que también Verónica, está detrás de esto, si me matan tendrás las pruebas suficientes para que las encierren de por  
vida o por lo menos a Victoria, solo así podré vengar a mi familia. —Bardos, está decidido a sacrificarse con tal de hacer justicia.

—Pero no tiene que morir, usted es una buena persona —Selene, está llena de frustración, lo que menos quiere es perder a Bardos. 
—Yo no puedo vivir sabiendo que las personas que más amaba se han ido para siempre, desde que murieron no he vuelto a sonreír —La voz de Bardos, se corta —Ya no quiero  
vivir a si, además… el tipo de veneno que me dieron me ha dejado muy desgastado, intenté  
levantarme y no pude hacerlo, mis órganos han sido severamente dañados y aún si sobrevivo, mi calidad de vida será muy mala. 
—¡Pero no podemos dejar que se salgan con la suya! 
—Y no lo harán, quiero que mañana llames al doctor Gerardo y aun testador, ninguna de esas arpías se quedará con mi fortuna, después de que ellos se vayan dile a Clara, que me traiga los alimentos, quédate con ella cuando prepare mi comida y después déjala tranquila le diré Andrés, que se esconda en el mueble que está en dirección a mi habitación, seguramente Clara, añadirá el veneno en el pasillo, lo que no sabrán es que el jardinero será nuestro segundo testigo, y una vez que haya muerto, se llevaran una sorpresa y por ultimo  
quiero pedirte un gran favor —Bardos, toma la mano de Selene y la mira fijamente — sé que será un sacrificio para ti. 
Mientras tanto, el alcalde Bernardo, mira que Fernando, está hablando con Ginebra y le hace una señal de saludo con la mano y ella responde con una ligera sonrisa. 
—Creo que nos veremos en otro momento —Le dice Ginebra, a Fernando, mientras mira a su padre. 
—¿Por qué? —Pregunta Fernando, confundido. 
—Tu padre te está esperando. 
Fernando, voltea y ve a su padre. 
—Creo que necesita mi ayuda, lamento irme así otra vez —Dice Fernando, apenado. 
—No te preocupes, además tengo que ir a trabajar —Ginebra, le regala una sonrisa. 
—¿Tienes un trabajo? 
—Abandoné la casa Borgues, ¿recuerdas? Eso implica que el dinero de mi familia también. 
—¿Y donde trabajas? Déjame adivinar, ¿en una librería? ¿Una florería talvez? 
—Ni cerca jajaja, trabajo en una tienda de ocultismo —Ginebra, se ríe y se va dejando a Fernando, intrigado. 
—¿Pero en cual de todas? —Grita mientras la ve partir. 
—En la más rara de todas —Dice Ginebra, mientras camina. 
Des pues de unos minutos Ginebra, llaga con Beatriz y le lleva algo de comer. 
—Ya estoy aquí amiga —Ginebra, le sonríe.

—Ahora sí estamos hablando el mismo idioma ¡eres la mejor! —Beatriz, corre por su bolsa de comida. 
—Y tú que no querías contratarme. 
—Estaba equivocada —Dice Beatriz, mientras mastica. 
—Claro que sí jajaja. 
—¿Cómo dices que se llama el hijo del alcalde? 
—Fernando. 
—¿Viste alguna marca en su cuerpo? 
—Si, tenía los brazos arañados. 
—Es obvio que él luchó contra esas cosas, lo que no entiendo es porqué mintió, dio una declaración falsa y se le ve muy tranquilo. —Beatriz, está reflexionando en lo que vio  
aquella noche oscura. 
—Talvez no quiso asustar al pueblo, parece que no le afectó ver a esos enanos. 
—Es por que no es su primer encuentro sobre natural, estoy segura de que ya tuvo algún encuentro con alguno de esos seres sobre naturales, deberías traerlo a la tienda un día de estos, así podré saber más de él sin que se dé cuenta. 
—Lo haré, en cuanto tenga oportunidad. —Dice Ginebra, intrigada. 
El día ha terminado y la noche ha cobijado el cielo con una sabana de hermosas estrellas, Ginebra, apresura sus pasos, sabe que Alejandro, la espera en la mansión, lleva el cabello  
suelto y su vestido rojo, parece una rosa, hermosa, femenina y elegante, sus zapatillas resuenan en el asfalto y ese ruido hipnotiza los oídos de un apuesto caballero el cual salía de la casa de unos pueblerinos, se treta de Fernando, quien había sido invitado a cenar por  
los padres de aquel bebé rescatado por él y a lo lejos ve a una bella mujer. 
—Acaso es… 
Fernando, se dispone alcanzar a Ginebra, y se apresura a cruzar la calle, pero al dar la vuelta se encuentra con la sorpresa de que no hay nadie. 
—¿Habrá sido mi imaginación? —Fernando, está confundido pues podría a asegurar que vio a Ginebra. 
Unos brazos se han llevado a Ginebra, su amado vampiro ha ido por ella, la luz de la luna le da un toque mágico a su piel blanca, sin duda es lo más hermoso que ha visto en su vida. 
—Alejandro. 
—Mi hermosa humana.




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