El amante del pantano de Nil (libro 1)

Acorralada

CAPÍTULO XLVI
Victoria entra a la sala y su mirada se clava en Ginebra, como una daga, el odio se le nota en la cara, con esa mirada altiva que la caracteriza, llena de soberbia le escupe a su hermana en  
los pies en señal de desprecio. 
—¡Señora Victoria! Le voy a pedir que guarde la compostura, no voy a tolerar sus faltas de respeto. —Dice el juez con firmeza. 
—¡Esto es un error! ¡yo no debería estar aquí! —Victoria se jalonea, pero el guardia la sujeta con fuerza haciéndola sentar en la silla. 
—Victoria Borgues, está acusada del asesinato de Bardos Landez y su hijo David Landez. 
—¡Eso es mentira! ¡Me están acusando injustamente! —Victoria, mira fijamente a Ginebra y a su padre. 
—Uno de los policías encontró el arma homicida en su habitación y hay un testigo que afirma haberla escuchado confesarle su crimen al señor Bardos provocando que este muriera de un infarto. 
—¡Eso no es verdad! — Grita Victoria, exaltada. 
—¡Guarde silencio! Que pase el testigo. 
—Martha, sube al estrado y da su declaración provocando que toda la sala se llene de indignación. 
—¡Está mintiendo! ¿Cómo pueden creerle a una criada tan ignorante y vulgar?  
—El arma homicida fue encontrada en sus pertenencias, eso la convierte en la principal y única sospechosa. Además, es acusada por cuatro testigos de ser una de las autoras  
intelectuales del envenenamiento y asesinato del señor Bardos Landez. 
—¡Ya les dije que la asesina de David Landez es Ginebra Borgues y nadie me creyó! Ginebra. no puede creer el cinismo con el que Victoria, habla, es una mujer perversa y su maldad no tiene límites, su hermana está completamente segada por la avaricia. Fernando por su parte está sorprendido por el odio que Victoria, le tiene a Ginebra y el deseo de  
protegerla crece aún más todavía. 
—El difunto Bardos Landez dejó una carta donde la hacia responsable de su  
envenenamiento al igual que a la señorita Roy. 
—¿Qué clase de estupidez es esa? ¿cómo le van a creer a un viejo enfermo y senil?  
—Con todas estas pruebas en su contra la declaro culpable de los asesinatos en primer grado de los señores Bardos y David Landez,  
—No… eso no puede ser... —Un escalofrió recorre el cuerpo de Victoria y su corazón se encoge al escuchar que ha sido declarada culpable.

—Será condenada a cadena perpetua en la prisión de Santa Leticia. —Dice el juez mientras la mira fijamente. 
—¿Qué? 
Ginebra y su padre se quedan helados al escuchar el veredicto del juez. 
—Victoria… —Víctor, llora al escuchar el veredicto del juez, pero Fernando, lo toma del brazo y se lo lleva de ahí para que no siga siendo deshonrado por su hija. 
—Llévensela —Ordena el juez dando por finalizada su sentencia. 
—¡No! ¡Suéltenme! ¡todo esto es tú culpa! ¡estúpida Ginebra! ¡Siempre fuiste un maldito lastre! 
Beatriz entra a la sala y se encuentra con ese penoso escenario, Ginebra está siendo insultada por Victoria y esto la llena de rabia, su aura es completamente oscura y emana de su cuerpo como una espesa niebla. 
—Te he odiado toda mi vida, ojalá te hubieras muerto —continua Victoria mientras mira fijamente a Ginebra — el día en que mandé que esos policías te violaran esperaba verte en  
un ataúd, pero no… ¡Te maldigo Ginebra! ¡Deseo que tu vida este llena de miseria y sangre! Ginebra se pone de pie y con lagrimas en los ojos sale de ahí junto con Beatriz, Victoria lleva su sangre, pero es un demonio y los demonios merecen ir al infierno. 
Una vez que Ginebra, ha salido del salón se desconcierta al escuchar los fuertes abucheos he insultos hacia Victoria, Bernardo y la policía han intentado tranquilizarlos, pero parecen  
inútiles sus esfuerzos, la muchedumbre intenta entrar a la fuerza moviendo violentamente las rejas de la entrada, están furiosos y piden un castigo severo para ella, pero los pueblerinos se calman al escuchar la voz de Fernando, el hombre que se ha ganado su  
respeto y admiración. 
—¡Por favor guarden la calma! Sé que están indignados pero la justicia no se hará con sus propias manos, el juez ha declarado culpable a Victoria Borgues y la trasladaran a la prisión  
de Santa Leticia donde pagará su condena, así que por favor guarden la compostura. 
Víctor por su parte está muy alterado esta situación parece una pesadilla. 
—No puedo creer que esto esté pasando… Verónica se ha convertido en una fugitiva y Victoria asesinó a dos hombres inocentes ¿Con que clase de monstruos hemos convivido  
Ginebra? —Víctor, se pone delante de su hija y se arrodilla. 
—¿Papá que haces? —Ginebra, trata de levantarlo. 
—Perdóname hija… tú eres quien más a sufrido con todo esto, vi como te marchitabas y no hice nada al respecto, fui un cobarde… ¡te suplico que me perdones!

—No papá… Perdóname tú a mí por haberte dejado en manos de esas mujeres, le doy gracias a Dios que no te hicieron daño, Habría muerto de tristeza si algo te pasaba.  
—Ginebra, llora mientras abraza a su padre. 
—Hay mi vida… no puedo con esto, es una pesadilla —Víctor, se desmorona en los brazos de Ginebra. 
—Vamos a salir adelante, lo prometo, no volveré alejarme de ti —Ginebra, ve a su padre cansado y afligido. —¿Beatriz puedes llevar a mi papá a su casa por favor? Yo me quedaré para lo que haga falta. 
—Por supuesto, acompáñeme señor Víctor, todo estará bien no se preocupe. 
— Gracias amiga, Karla, estará ahí para atenderlo. 
—No te preocupes, me quedare con él hasta que regreses. 
Por otro lado, Victoria, es custodiada por un grupo de policías para ser trasladada a la prisión de Santa Leticia, han tenido que tomar estas medidas debido a la violenta actitud de la gente, quienes, en el momento de ver a Victoria salir del juzgado, comenzaron a insultarla  
y a lanzarle comida. 
—¿Qué les pasa malditos muertos de hambre? ¡Hagan algo idiotas! ¿Qué no ven que me están lanzando comida? —Victoria, está siendo abucheada por el pueblo y se llena de temor  
al ver que la gente sacude las rejas con fuerza, están tan eufóricos que parecen perros salvajes en busca de su presa. 
—¡Apresurémonos antes de que la muchedumbre tire las rejas! —Dice uno de los policías angustiado. 
—¡Asesina! ¡bruja! —La gente la insulta llena de rabia. 
—¡Cierren la maldita boca pordioseros! ¡voy a salir pronto de ese lugar y van a retractarse de sus palabras! —Grita Victoria indignada. 
—¡No mereces vivir maldita asesina! ¡escoria! —Los pueblerinos están apunto de abrir las rejas y los policías junto con Victoria se llenan de miedo. 
—Salgamos por la puerta trasera, antes de que linchen a esta mujer...  
Mientras tanto Fernando, se percata de lo que está sucediendo, mientras que él logró calmar a un grupo de pueblerinos, otra gran parte de la población se encuentra en las otras dos  
entradas del juzgado y están enardecidos decididos hacer justicia por su propia mano, pues la cárcel parece un castigo muy liviano para alguien como Victoria Borgues, la mujer más  
odiada de Valle de Cobre.




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