El amante del pantano de Nil (libro 1)

JUSTICIA II

CAPITULO XLVIII

Horas antes de la muerte de Victoria.

Verónica, ha tomado uno de sus caballos y lo galopa a toda velocidad, no está dispuesta a ser atrapada por la policía, no le importa lo que pueda pasar con Victoria y Clara, no piensa pisar la cárcel ni vivir en la miseria. Verónica Borgues, tenía cuarentainueve años de edad, era una mujer imponente, de carácter dominante y manipulador, era una mujer atractiva y bien conservada, pero no siempre se vistió de elegancia, Viviana Vásquez, era su verdadero nombre, provenía de una familia humilde y sin educación, vivía en una ciudad poco prospera, su madre era ama de casa y su padre un granjero alcohólico el cual la golpeaba y abusaba de ella desde que era una niña, Viviana era muy pobre pero era hermosa tanto así que a la edad de quince años salió de su casa y comenzó a prostituirse en una cantina, muy pronto la belleza de esa señorita se hizo famosa entre la gente adinerada y uno de los hombres más ricos se enamoro de ella, un hombre de sesentaicinco años de edad, el cual la sacó de ahí y le ofreció educación a cambio de que se convirtiera en su amante y así lo hizo, Viviana, le quitó todo el dinero que pudo al punto de dejarlo en bancarrota y una vez que el hombre se quedó sin dinero ella lo abandonó provocando que el anciano se suicidara, para ese entonces Viviana Vázquez se había cambiado el nombre a Verónica del rey, sabia leer, escribir he incluso hablaba varios idiomas, con su piel blanca y facciones finas pudo hacerse pasar por una mujer de la alta sociedad y entonces conoció al encantador Víctor Borgues, un hombre varonil y educado, se acercó a él como un lobo vestido de oveja, lo enamoró a tal punto que después de tres meses de relación le pidió matrimonio llevándosela a vivir a Valle de cobre, convirtiéndola en una Borgues, el tiempo pasó y Verónica dio a luz a Victoria, una bebé hermosa y saludable, todos los que la veían se quedaban admirados de su belleza, pero dos años después su felicidad se opacó, aquella tarde lluviosa del mes de abril su esposo llegó con una bebé en brazos, y con la cara agachada le confesó que le había sido infiel con una mujer extranjera la cual le había entregado a su bebé recién nacida, esto llenó de rabia a Verónica y se negó a criar a esa niña, Víctor, bautizó a esa bebé con el nombre de Ginebra, en honor a su madre, cada día que pasaba Ginebra, se hacía más despierta y por alguna razón opacaba a su hermana mayor, tenía algo que la hacía lucir encantadora y las miradas se volvieron hacia ella, esto llenó de resentimiento a Verónica, quien no entendía por qué esa niña era tan amada por todos, si no era ni la mitad de bonita de lo que era Victoria y entonces comenzó a sentir celos, pues era la alegría de su esposo, Víctor, la amaba más que a nadie en el mundo y comenzó a odiarla y todas sus frustraciones se las paso a Victoria, le prohibió jugar con su hermana, reír con ella, incluso le prohibió amarla envenenando su corazón desde pequeña a tal punto que las convirtió en enemigas, ahora la ambiciosa Verónica, se ha convertido en una fugitiva y cabalga con la esperanza de no ser alcanzada, su mala influencia convirtió a su hija en una asesina y la ha abandonado dejándola a sus suerte.

 

—¡Maldita sea! ¿Cómo diablos termine así? Se supone que el infeliz de Bardos, moriría y comenzaría a vivir dignamente, me he convertido en una vil fugitiva ¡Estúpida Victoria! Le dije que vigilara bien a esa criada, por su tonto descuido todo se volvió en nuestra contra.

Verónica sigue galopando y a su encuentro le sale un grupo de policías a lo cual ella decide bajarse de su caballo y lo ahuyenta con un disparo mandándolo a la dirección donde vienen ellos y corre con todas sus fuerzas adentrándose a los inicios del pantano.

—No dejaré que me atrapen…

—¡Señora Verónica deténgase! ¡no nos obligue a dispararle! —Grita uno de los policías mientras la persigue.

—¡No se acerquen! —Enronquece Verónica, mientras dispara al aire, corre tan rápido que tropieza con una raíz y se tuerce el tobillo —¡Ah! ¡maldición! Mi tobillo…

—¡Contaremos hasta tres, si no viene por su propio pie dispararemos! —dice el policía mientras le advierte

—¡Ustedes no van a ponerme sus asquerosas manos encima! —Cómo puede, Verónica se pone de pie y sigue avanzando, le es difícil caminar debido al fango.

—Uno… —los policías inician el conteo apuntando a Verónica, sin titubear.

<<Demonios… no quiero pasar mi vida en una celda… prefiero morir a vivir confinada en un apestoso reclusorio —dice Verónica, en sus adentros mientras el corazón le late con fuerza.

—Dos, tres… —¡Señora Verónica, esta es su ultima oportunidad si no se entrega dispararemos!

Verónica, intenta disparar, pero se le han terminado las balas y al ver su resistencia uno de los policías que la persigue le da un disparo en el brazo.

—¡Ah! —Grita Verónica, adolorida —Malditos ¿Cómo se atreven?

De pronto las piernas de Verónica, son impactadas por dos balas, los policías tratan de impedir que escape, ella se retuerce de dolor y comienza a maldecirlos mientras se arrastra por el fango, a diez metros de ella se encuentra una laguna si logra cruzarla podrá escapar de esos hombres y salirse con la suya, pero está perdiendo mucha sangre y el dolor es insoportable, su sangre está pintando el fango de rojo.

—Te…te… tengo que cruzar esa laguna a como dé lugar… —dice Verónica gimiendo de dolor.

De repente los policías que intentaban acercarse retroceden, la sangre de Verónica ha llamado la atención de un grupo de lagartos hambrientos, los cocodrilos se acercan con rapidez hacia Verónica y esta comienza a gritar desesperada.

—¡Dispárenles! ¿Qué hacen ahí parados?  ¡no dejen que se me acerquen!  

Los policías intentan asustar a los lagartos, pero es inútil, han llegado a Verónica, los cocodrilos se abalanzan contra ella y comienzan a morderla.




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