El amante del pantano de Nil (libro 1)

EL REGRESO DE LA AMANTE.

CAPÍTULO XLIV

Los meses han pasado y aún se escucha lo que los Borgues, le hicieron a los Landez, Ginebra y Víctor, tratan de sobrellevar lo que pasó, incluso con las murmuraciones y etiquetas a su apellido tratan de salir adelante, por otro lado, Selene, no permitió que Ginebra le devolviera el dinero que Bardos, le dejó como herencia, deseaba respetar la ultima voluntad de su amado señor, así que Ginebra decidió comprarle una nueva propiedad a su padre para que los recuerdos de su vieja casa no terminaran de marchitar su corazón y con el resto del dinero opto por invertirlo en el viñedo de su padre terminando así de liquidar todas sus deudas. Por otro lado, Fernando, ha tenido el nombre de Alejandro rondándole en la cabeza, sabía que David había sido el antiguo amor de Ginebra, pero ¿Quién era Alejandro? Recuerda que la primera vez que habló con Ginebra ella lo confundió con este hombre y una notable decepción se dibujo en su rostro al darse cuanta que no era él.

<< ¿Será que quisiste rehacer tu vida otra vez y terminaste abandonada por otro cobarde? ¿Será que ya olvidaste a David? ¿Ese tal Alejandro significa algo para ti? >>— se pregunta Fernando, en sus adentros.

—Todo el tiempo está en mi mente y solo encuentro una explicación para este sentimiento que me invade ¡me gusta Ginebra Borgues!

El valiente héroe ha aceptado sus sentimientos por Ginebra, desea ser el hombre que conquiste nuevamente su corazón, lo que no sabe es que el corazón de esa mujer ya tiene dueño un hermoso y elegante vampiro.

—Lamento que hayas sufrido tanto en mi ausencia —Alejandro, tiene a Ginebra entre sus brazos y la llena de besos mientras la consuela, han pasado varias horas amándose y disfrutándose el uno al otro.

—Me hiciste mucha falta, estoy feliz de que estés conmigo —Dice Ginebra, mientras lo abraza con fuerza —últimamente volvieron a aparecer cadáveres de personas con marcas en el cuerpo, bebieron toda su sangre, los han dejado tirados en las orillas del pueblo, me da miedo que otro vampiro pueda estar cazando en valle de cobre —Añade temerosa.

—Por la forma tan peculiar con la que caza tengo una idea de quien puede estar detrás de esto

—¿De quien se trata?  —pregunta Ginebra, preocupada.

—Te lo diré hasta estar seguro, no quiero involucrarte en esto, le pediré a Leonardo que investigue afondo este asunto, le daré una advertencia, pero si insiste en cazar en este territorio tendrá que aceptar su castigo.

—Espero que entienda su advertencia…

 

En las afueras de Valle de cobre, unos trabajadores pasados de copas caminan entre la espesa niebla, el vino les ha llegado a la cabeza y ríen a carcajadas mientras tambalean, cuando de pronto, una hermosa mujer les sale al encuentro, una belleza de piel pálida y abundante cabello rojo y ondulado, los hombres no pueden creer lo que ven, piensan que el alcohol les está causando alucinaciones, pero la mujer de aspecto seductor se comienza a desnudar frente a sus ojos y con la mano les hace una señal para acercarse a ella, el deseo lleva a los hombres a balancearse sobre aquella mujer, pero luego de unos cuantos besos comienzan a ser atacados por la misteriosa dama y son devorados por la belleza de ojos rojos, se ha bebido su sangre despedazándoles las entrañas con sus garras, una vampiresa ha llegado a Valle de cobre.

—Así que mi querido rey ha despertado —Dice la mujer mientras se limpia la sangre de sus labios.

Mientras tanto Alejandro, le ha pedido ha Ginebra, que regrese a su casa mientras que él y Leonardo, investigan más sobre ese osado vampiro, si sigue siendo indiscreto terminará llamando la atención y eso es algo que el rey de los vampiros no puede permitir. Por otro lado, Ginebra camina entre las calles del pueblo, hace frio y la niebla impide ver bien por donde va, se dirige a la mansión de los Landez, a ver a Selene, quien ahora es la nueva señora de la casa pues ha adoptado el apellido de su difunto esposo.

—Hace mucho frio… desde ese día odio la niebla, me trae malos recuerdos —Ginebra, camina pensativa.

Por fin ha llegado a la mansión y por primera vez en mucho tiempo la tristeza no invade su corazón, el amor de Alejandro, la ha ayudado a superar todo ese dolor, gracias a su querido vampiro ha podido salir a delante y mientras toca la puerta Martha la recibe con una gran sonrisa.

—¡Señorita Ginebra! Que gusto me da verla, pase por favor.

—Gracias Martha ¿Dónde puedo dejar estas flores?

—Démelas, las pondré en un jarrón.

—¿Podrías avisarle a Selene, que estoy a qui?

—Pase a su recamara, ella me dijo que usted no necesita permiso para venir a verla —dice Martha sonriente.

—Entonces subiré a su habitación.

—Adelante.

Ginebra sube las escaleras y a lo lejos ve la habitación que ocupaba Victoria y un nudo invade su garganta y con mucha nostalgia pasa de largo mientras se dirige a la habitación de Selene.

—¿Puedo pasar? Soy Ginebra.

—¿Ginebra? ¡pasa por favor!

Selene, la recibe con un fuerte abrazo, ya tiene tres meses de embarazo y se ve preciosa.

—¡Selene! ¡Te vez tan hermosa! ¿Cómo te sientes? —Pregunta mientras le acaricia el vientre.

—Con mucho sueño jaja, este bebé me roba las energías —responde Selene con alegría.

—Me imagino jaja, sé que es muy pronto, pero ¿has pensado en algún nombre para el bebé?

—Sí, si es niño se llamará Enrique en honor a su padre y hermano, si es niña la llamaré Lucia como mi madre. ¿Qué te parece?

—¡Son perfectos! —Ginebra, sonríe conmovida.

Selene, mira con ternura a Ginebra y le agarra la mano.

—Te agradezco que vengas a verme todos los días y que estés al pendiente de nosotros —Selene se toca el vientre mientras habla.

—No tienes por que agradecerme, lo hago por que me nace, se cuánto amaste y cuidaste a esta familia y eso es algo que siempre te voy a agradecer, le ayudaste a Bardos, a hacer justicia, lamento de todo corazón que mi familia les haya hecho tanto daño, mi padre y yo siempre pediremos perdón por eso —habla Ginebra con tristeza, se le nota el dolor en la cara.




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