El amante del pantano de Nil (libro 1)

el regreso de la amante II

CAPÍTULO L

Esmeralda, abraza apasionadamente a Alejandro, desliza sus manos una y otra vez por su espalda y brazos, pero de repente, una fuerte ráfaga se la lleva azotándola contra un árbol, se trata de Leonardo, quien la ha apartado de su señor.

—¡No se acerque a mi rey! ¡Y menos si el no se lo ha permitido! —Leonardo, se pone frente a Alejandro, en señal de protección.

—¡Maldito mayordomo! Siempre arruinas todo. —Esmeralda, se pone de pie enardecida. —Alejandro y yo estuvimos juntos por décadas ¿Cómo te atreves a apartarme de su lado?

—Mi señor ahora se ha vinculado, así que tendrá que irse por donde vino. —Refuta Leonardo, molesto.

—¿Qué? Jajaja ¿Un vínculo? Eso es imposible —Esmeralda, suelta una carcajada, pero calla al ver la seriedad de Alejandro —¿Es cierto? ¿Con quién? ¿Dónde está? ¿Vive en este pueblo? —pregunta insistentemente.

—Eso no es asunto tuyo, si vuelves a cazar en mis territorios te asesinaré —Alejandro, la mira fijamente mientras le advierte.

—¿Cómo podrías asesinar a tu amante? Tú me hiciste lo que soy —Esmeralda, sonríe pícaramente.

—Si te vuelvo a ver merodeando por aquí te convertiré en cenizas.

Alejandro. le da la espalda y desaparece junto a Leonardo dejando a Esmeralda furiosa

<< ¿El rey de los vampiros se unió en un vínculo? Imposible, hay mejores formas de rechazarme, eres la criatura más cruel y despiadada que conozco, el simple hecho de saber que habías despertado me hizo temblar como una cobarde, si es verdad que te vinculaste, esa maldita vampira debe vivir en este pueblo, te juro que voy a encontrarla, ninguna mujer va a satisfacerte como yo, tú eres mío…>> —La vampiresa de Galia, se desvanece entre la espesa niebla.

Por otro lado, Fernando, está acompañado de un grupo de policías, se han dispuesto a custodiar en las afueras del pueblo y antes de salir a patrullar decide ir a ver a Ginebra y mientras se dirigía a su casa se sorprende al encontrársela a la mitad del camino.

—¡Ginebra! —Se acerca para saludarla.

—¡Fernando! ¿Qué haces aquí? —Ginebra sonríe amablemente.

—Iremos a vigilar la entrada del pueblo y antes de irme quería saludarte.

—¿De verdad? Gracias, qué bueno que no fuiste a mi casa, justo ahora voy a visitar a mi padre, ¿necesitas algo?

—No, solo quería saber si estabas bien, ya escuchaste los rumores, hay un criminal suelto.

—Sí, es terrible, pero ahora que eres el jefe de policía todo se siente más seguro, felicidades por el puesto —Ginebra, le da un pequeño golpe en el brazo.

—Gracias ¿podrías hacerme un favor?

—Sí, claro.

—Por ninguna razón salgas sola de Valle de cobre, se que te gusta mucho caminar, pero en estos momentos el pueblo no es seguro, te prometo que atraparé a esos delincuentes pronto y así podras regresar hacer tus caminatas. — La preocupación de Fernando es genuina y Ginebra se enternece.

—No te preocupes por mí, estaré bien, confió en que atraparan a esos delincuentes.

—Y algo más, si no te molesta podríamos ir a caminar juntos alguna vez, así me enseñas los lugares que tanto te gusta visitar.

—ok…

Fernando, se va dejando a Ginebra sin palabras.

Ginebra, se dirige a la casa de su padre y se apresura pues la lluvia llegará en cualquier momento.

—Me pregunto si Alejandro y Leonardo, pudieron encontrar a ese vampiro… —Se pregunta Ginebra, mientras camina de prisa.

Fernando, por su parte, se dispone a salir con su grupo de subordinados, el frío les cala los huesos y una vez que han llegado a las afueras del pueblo comienzan a escuchar ruidos extraños, Fernando, le hace unas preguntas a la persona que se acerca y al no recibir respuesta alguna, ordena a sus hombres que se preparen para disparar, la espesa niebla no les permite ver de quien se trata y antes de que Fernando, de la orden de disparar una hermosa mujer sale de entre la bruma, una bella pelirroja vestida con un abrigo negro, los policías están boquiabiertos con su hermosura, pero Fernando, no parece afectado por sus encantos.

—Señorita, no es el mejor lugar para caminar sola. —Fernando, la mira fijamente.

—No estoy sola, estoy rodeada de muchos hombres guapos. —Dice Esmeralda con una brillante sonrisa.

—¿De dónde viene? Creo que no es de por aquí. —pregunta desconfiado.

Fernando la mira detenidamente, la piel de aquella mujer era tan pálida que pasaría que estaba muerta, el color de sus ojos era extraño y siniestro y su presencia inquietante, su instinto de supervivencia está alerta, esa mujer no es de fiar.

—¿Por qué me miras con esos ojos? Me estas avergonzando. —Esmeralda le sonríe a Fernando.

—Usted es tan blanca que me pregunto si alguien como yo podría darles color a esas mejillas pálidas.

—¿Por qué no me besas y lo averiguas?

—No lo creo ¿de dónde viene?

—¿Por qué me acosas con tantas preguntas? —Dice Esmeralda con molestia.

—Lamento incomodarla, pero un grupo de cobardes está asesinando a la gente inocente de este pueblo y me resulta extraño que una mujer tan atractiva como usted camine tranquila entre la niebla.

—¿Y sospechas de mí? ¿Por eso estas tan tieso? ¿Es la razón por la cual no bajas el arma?

Esmeralda, se quita el abrigo dejando ver su vestido manchado de sangre y todos se quedan sorprendidos.

—La sangre que cubre su vestido no es suya. ¿A quién se la arrebató? —Pregunta Fernando furioso.

—Bueno, no tuve tiempo de preguntar sus nombres, lo único que sé es que eran unos cerdos lujuriosos con una sangre deliciosa jaja.

La hermosa pelirroja sonríe de oreja a oreja mostrando sus afilados colmillos, sus ojos se tornan de un rojo vivo, el color de la muerte.

—¿Quién diablos eres?

Los hombres comienzan a gritar y a correr como locos, Fernando, no logra detenerlos, la niebla ya a cubierto todo por completo, la mujer de ojos abrumantes ha desaparecido, Fernando, no ve nada, solo escucha los gritos desgarradores de sus subordinados, su corazón late con fuerza y una vez más se encuentra en una situación frustrante he inexplicable, sabe que esa mujer no es humana, la vida de sus compañeros corre peligro.




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