El amante del pantano de Nil (libro 1)

EL FINAL DE LA AMANTE

CAPITULO LIV
Esmeralda, está paralizada, el temor de tener enfrente al rey de los vampiros le ha entumecido el cuerpo, sabe que Alejandro, es despiadado y que su vida pende de un hilo.
—¿Cómo te atreves a tocar a mi mujer? —Alejandro, clava violentamente la mirada sobre Esmeralda.
—¿Tú mujer?... yo soy tú mujer… yo…—Esmeralda, no puede creer lo que ha escuchado.
—Tú no eres nadie para mí.
—¿Qué? —Pregunta Esmeralda atónita.
—Tú no significas nada, esta humana es todo para mí, ella es mi vida y mi eternidad, pagaras por lo que le hiciste.
—Alejandro… —Ginebra, se estremece al escuchar las declaraciones de su amado.
—¿Cómo te atreves a decir eso? ¡yo te entregué mi humanidad! ¡te lo di todo! —Esmeralda, grita llena de indignación.
—¡Tú solo querías ser inmortal! ¡No querías envejecer! Solo querías poder y el placer que yo podía darte. —Alejandro, alza la voz provocando que Esmeralda pegue un brinco.
—Yo te quería a ti… sin embargo me abandonaste, jamás te expresaste así de mí, nunca me defendiste como lo haces con ella. —Esmeralda, tiene el rostro apagado, como cuando se rompe algo importante en el interior.
—Yo no me vincule de ti, ¿Qué te hace pensar que eres importante? —El rostro de Alejandro, es duro y sus palabras ásperas.
—¡Nuestra especie jamás se vinculo de un humano! ¡Eso es aberrante! ¡Es humillante para ti como nuestro rey!
—Si vuelve a alzarle la voz a mí rey, le arrancaré la cabeza. 
Leonardo, aprieta el cuello de Esmeralda y ella se ahoga, pero su indignación es más grande que su prudencia y se dirige a Ginebra con seriedad.
—Humana… —Esmeralda habla con dificultad.
—Él jamás va amarte, un vampiro no se enamora y este rey nunca te amará como tú quieres.
—Te equivocas —Interrumpe Alejandro, con firmeza.
—¿Qué? —Esmeralda se congela.
—Yo amo a esta humana.
—Alejandro…
El corazón de Ginebra, se llena de asombro y alegría al escuchar a Alejandro decir que la ama, el rey de los vampiros se ha enamorado de ella.
—No… no es verdad, no es posible. —Esmeralda se encuentra en shock y llora llena de rabia.
Leonardo toma la palabra, está cansado de la osadía de esa vampira.
—Usted no entiende cómo funciona un vínculo, no comprende el milagro de esta unión, nuestro rey se ha unido con esta humana de una manera absoluta y yo soy testigo de eso, nadie elige de quien vincularse, el destino quiso que fuera así y unió a un vampiro con una humana y ahora son uno mismo y es nuestro deber respetar esa unión.
—¡No la acepto! ¡No está bien! —Esmeralda intenta escapar para asesinar a Ginebra, pero Leonardo, logra detenerla.
—¡Vampiresa de Galia! el vinculo es nuestra ley más sagrada, aquellos que buscan destruir un vinculo merecen ser borrados de la faz de la tierra, su cuerpo inmortal debe ser convertido en cenizas, así que pagarás por tu crimen, borrare tu existencia, serás olvidada como los que no valen nada.
—¡No!... ¡espera Alejandro!
—Alejandro, se acerca a Esmeralda, mientras la fulmina con la mirada, es un rey temible, Esmeralda, suplica perdón y trata de soltarse, pero Leonardo, la sujeta con firmeza, Ginebra voltea el rostro, los gritos suplicantes de Esmeralda le erizan la piel.
—¡Por favor mi señor! ¡Perdóneme la vida! ¡Alejandro por favor! ¡Te lo suplico! ¡Alejandro!
Alejandro, ha asesinado a la vampiresa de Galia dejando su elegante abrigo negro cubierto de cenizas, su cuerpo fue convertido en polvo, el cual es arrastrado por el viento como si la hermosa pelirroja jamás hubiera existido.
—Ya puedes abrir los ojos. —Alejandro acaricia el cabello de Ginebra.
—Alejandro…
—Jamás volverá a ponerte una mano encima. 
Ginebra se lanza a los brazos de Alejandro y lo abraza con todas sus fuerzas.
—Gracias por salvarme la vida… tuve mucho miedo, creí que te había lastimado, estabas herido por su culpa.
—Me hirió cuando te lastimó.
Alejandro acaricia suavemente la cabeza de Ginebra, el olor de su sangre le penetra la nariz provocando que le de hambre y una sed insoportable, pero se resiste a sus instintos, a pesar de sufrir un calvario se domina a si mismo para no lastimarla.
—¿Te duele algo? ¿Por qué tienes esa cara? —Pregunta Ginebra preocupada.
—No es nada, te llevaré a la mansión y curaré tus heridas, debió ser una experiencia traumática para ti, me disculpo por no haber llegado antes.
—Lo único que quiero es estar contigo y recostarme en tu regazo toda la noche.
—Te complaceré en lo que sea —Alejandro le da un beso en la frente.
Por otro lado, los atroces gritos de Esmeralda habían llamado la atención de Fernando, el cual había despertado minutos después de que la vampiresa se fuera en busca de Ginebra, desorientado y cubierto de sangre se dispuso a buscar a la asesina de sus hombres decidido a vengar sus muertes y a castigarla por sus crímenes, a pesar de que la niebla y la oscuridad de la noche no lo dejaron avanzar mucho, los gritos perturbadores de aquella vampira lo llevaron al lugar donde se encontraba su adversaria, pero por desgracia no encontró lo que buscaba, en su lugar vio a Alejandro y a Leonardo terminando con la vida de la pelirroja, pudo ver con sus propios ojos como la vampiresa era convertida en cenizas, al parecer Esmeralda no era el único demonio de esa noche, otros ojos rojos estaban en valle de cobre, Fernando aprieta los puños y su aversión se calma al escuchar una voz dulce parecida a la de Ginebra, la frustracion es grande pues la niebla le impide confirmar sus sospechas y cuando por fin se arma de valor para salir a confrontar a esos villanos se lleva la terrible sorpresa de que está completamente solo, solo con ese abrigo negro cubierto de cenizas.
—Ginebra… dime que no eras tú, que mi mente me hizo una mala jugada, tú jamás te involucrarías con esos despreciables seres, ya sufriste demasiado como para ser engañada por estas bestias, te prometo que esos malditos demonios no se saldrán con la suya, no permitiré que se alimenten de la gente inocente de este pueblo, me encargaré de convertir en cenizas a esos bastardos chupasangre, juro por mi vida que acabaré con esos vampiros y te mantendré a salvo.
Fernando, aprieta con sus manos las placas de sus subordinados provocando que sus manos sangren, el héroe de Valle de Cobre ha jurado vengarse de los vampiros y erradicar el mal que amenace la paz del pueblo.
Por otro lado, Ginebra permanece con Alejandro en la mansión del pantano, él ha curado sus heridas, ella lleva puesta una de las camisas de Alejandro y él acaricia su rostro con dulzura.
—¿Me amaras aun si me quedan cicatrices? —Ginebra pregunta llena de inseguridad.
—No te preocupes por eso, el ungüento que te puse ayudará a que no te queden marcas en el cuerpo y aun si te quedara alguna, por muy grande que sea, te seguirás viendo tan hermosa como siempre.
—Si me miras así harás que me enamore más de ti —Ginebra se sonroja al ver la belleza de Alejandro y añade — sé que terminaré amándote toda la vida.
—Ha, ¿sí? Pues yo te amaré por la eternidad.
—Alejandro… —Ginebra se conmueve con esas palabras y sus ojos se humedecen.
—¿Qué pasa? —pregunta Alejandro mientras la mira fijamente.
—¿Me amas?
—Ginebra Borgues, por supuesto que te amo.
—¡Pero los vampiros no se enamoran! ¿Qué hay de eso?
—Tú eres la culpable de esto —Alejandro se recarga en las piernas de Ginebra y las lagrimas de ella le caen en el rostro.
—No llores, no me gusta que llores.
—¿Es porque pierdo mi sabor?
—Nunca fue por el sabor, no soportaba verte triste, lo del sabor solo era una excusa para que no lloraras, te ves más linda cuando sonríes.
—No creo que en estos momentos pueda dejar de llorar, soy la mujer más feliz del mundo, el amor de mi vida me dijo que me ama.
Ginebra y Alejandro entrelazan sus manos, se acarician el uno al otro y se abrazan con intensidad, como si fuera su primera noche juntos, están frente a la chimenea y esta vez hacen el amor sin desnudarse, pues hacen el amor con el alma y por primera vez el rey vampiro ríe a carcajadas, Ginebra y Alejandro no solo son amantes sino que también se han convertido en amigos, confidentes, almas cósmicas que cuando se encuentran se unen para brillar juntos y el amor se respira en el aire y de repente Alejandro pega un gran brinco.
—¿Qué pasa? —Ginebra pregunta preocupada.
—¡Algo me esta brincando en el pecho!
—¿Qué?
—¡Creo que algo se metió ahí! ¡lo sacaré con esa daga!
—¡Espera! ¡déjame revisar!
Ginebra toca el pecho de Alejandro y en efecto, algo brinca dentro de él y ella recarga su cabeza en su pecho para escuchar mejor, a Alejandro le late el corazón.
—Alejandro… tu corazón está palpitando… —Ginebra está en shock.
—¿Qué? ¿Pero cómo? 
—No lo sé… 
—¿Cómo es posible? ¡Estoy muerto! ¡Soy un vampiro!
Ginebra alza la mirada y ve el rostro de Alejandro, está lleno de ilusión, lleno de vida y esperanza, por primera vez en mucho tiempo su corazón late.
—Se que soy un demonio, pero con estos golpes en mi pecho tengo la ilusión de estar vivo.
—¿Hay alguna posibilidad de que vuelvas a ser humano otra vez?
—Los muertos no vuelven a la vida amada mía —Dice Alejandro con tristeza.
—¿Entonces por qué te late el corazón?
 —No lo sé, nunca escuché de algo así, esto no es posible también estoy sorprendido.
—Quiero pensar que sí, jamás un vampiro se había vinculado con un humano, esto debe ser el efecto del vínculo entre tú y yo.
Alejandro siente la presencia de Leonardo.
—¿Señor? 
—Adelante Leonardo.
El fiel mayordomo de Alejandro toca su pecho y rápidamente quita la mano, esta sorprendido, instintivamente Leonardo toca su pecho, pero no siente nada, no hay existencia de ningún latido.
—Leonardo… —Ginebra se siente triste por él, pues una notoria decepción se dibuja en el rostro de Leonardo.
—Mi rey… será posible que nuestra maldición pueda ser removida? ¿Podremos ser humanos otra vez?
—No lo creo amigo.
—¿Sabe señor? Me gustaría creer que sí, la eternidad es el peor castigo que alguien puede recibir, ver morir a todos los que amas es devastador, el tiempo es un verdugo cruel, me gustaría sentir el sol en mi piel sin que su luz pueda lastimarme, me encantaría creer que por fin llegará el día en el que podre descansar, no me mal interprete amo, estoy feliz de servirle, es solo que estoy muy  cansado y cada vez que nos toca invernar desearía no volver a despertar.
—Yo también quiero creer que hay esperanza —Ginebra le toca el brazo a Leonardo.
—Si eso los hace felices entonces sí, talvez hay esperanza.
Parece que Alejandro no es el único que experimenta sentimientos humanos, Ginebra juraría que esa noche vio una profunda tristeza en los ojos de Leonardo, los tres se quedaron a la luz de la chimenea, pensando, soñando, imaginando que las cosas podrían ser diferentes, cosas sorprendentes he increíbles pasan en este mundo, Alejandro le declaro su amor a una humana y Leonardo confesó que desea ser libre.
 




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