El amante del pantano de Nil (libro 1)

LAS SIRENAS DE ALCATRAZ

CAPÍTULO LV

Las sirenas de alcatraz

Hoy es un día soleado en Valle de cobre, el sol calienta y sonroja las mejillas de sus habitantes, Ginebra, está con Beatriz, acomodando la nueva mercancía que trajeron del mercado, el negocio ha marchado bien y eso las hace felices.

—Ya dime la verdad Gini, ¿estas saliendo con alguien? —Beatriz, la mira con curiosidad.

—¡¿Qué?¡ no, ¿por qué lo dices? —Ginebra pregunta nerviosa.

—Te he visto sonreír más de lo habitual, además te arreglas como si quisieras sorprender a alguien, antes ni te peinabas, ya dime quien es el afortunado ¿es de la ciudad?

—No, no estoy saliendo con nadie especial je je…

—Estás enamorada, se nota por el color de tu aura.

—Bety, ya te dije que no husmes en mi aura —Ginebra se sonroja.

—¿Y por qué te ríes tanto, he? Estoy segura que se trata de un muchacho, no me digas que es ese tal fernan…

—Buenos días señoritas.

—¡Buenos días!

Beatriz se queda boquiabierta al ver al apuesto caballero parado frente a la puerta, se trata de Fernando el cual ha ido a visitar a Ginebra.

—¡Fernando! —Ginebra se encuentra sorprendida.

—¿Él es Fernando? —pregunta Beatriz con curiosidad.

—Eh, sí. Fernando, ella es Beatriz, la dueña del local y mi jefa. Beatriz él es el hijo del alcalde Bernardo.

—Mucho gusto. —dice Fernando mientras sonríe.

—¿Qué haces aquí?

—¿Cómo que qué hace aquí? ¿No ves que es un cliente potencial? ¿Qué trabajo quieres que te haga? Digo, no creo que te haga falta nada, eres perfecto. —dice Beatriz mientras lo  mira de pies a cabeza.

—¡Bety! —exclama Ginebra, avergonzada.

—Ja ja, solo vine a ver a mi amiga Ginebra, me dio curiosidad cuando me dijo que trabajaba en una tienda de ocultismo.

—Te entiendo, tiene la finta de trabajar en una biblioteca o un jardín de niño. ¿Tú de casualidad no eres modelo?

—¡Ay! No puede ser. —expresa Ginebra, apenada.

—No, estuve varios años en el ejército, pero eso no era para mí, así que decidí venir a este pueblo, ahora soy el jefe de policía, ser modelo no está en mis planes. — dice sonriente.

—¿No te interesaría que leyera tu mano? ¿O que te de una pista de lo que te depara el destino?

—Déjalo en paz Bety, Fernando no vino a eso, no se vería bien que el jefe de la policía visite estos lugares.

—La verdad es que soy algo escéptico, sin embargo, lo que los demás piensen de mí, no me interesa.

—Que lastima, me habría encantado leerte la mano. —dice Beatriz resignada.

Fernando mira a Ginebra de pies a cabeza y nota las heridas de su cuerpo y rostro.

—Parece que tuviste una pelea con un gato, ¿te encuentras bien?

—Sí, estoy bien, de hecho, me herí con algunas ramas, jeje. Se ve peor de lo que fue.

—¿En uno de tus paseos?

—Eh… sí, fue en uno de mis paseos matutinos. —dice Ginebra mientras sonríe nerviosa.

—Si me dejas acompañarte no permitiré que vuelvas a tropezar.

Ginebra observa a Fernando, su rostro es cálido y sonriente, piensa, seguro que no es una mala persona y quizá sea un buen amigo no es que a ella le desagrade, es solo que no quiere perjudicarlo, él es demasiado bueno como para arruinarlo o arrastrarlo a un mundo peligroso del cual no podrá salir jamás.

—Deberíamos esperar a que las cosas se calmen, con todo lo que está pasando no es seguro caminar por ahí.

—Agradezco que quieras cuidarme, es muy dulce de tu parte. ¿Por qué no aprovechamos para caminar ahora que el día está soleado? no iremos lejos, lo prometo.

Ginebra voltea a ver a Beatriz y ella le hace una seña con la mano.

—Adelante, vallan a dar una vuelta, aprovecharemos su regreso para que me traigan unas hierbas, quede con don armando de pasar en media hora, ya deben estar listas.

—De acuerdo, no me tardo.

—Más te vale que regreses con algo en las manos, pan o lo que sea.

—Descuida, me encargare de comprar ese pan. —dice Fernando con una sonrisa.

—Me parece bien, sé que elegirás con sabiduría.

—Los de nata son los mejores.

Fernando y Ginebra salen del local de Beatriz, caminan tranquilamente entre las calles, el día es caluroso y soleado.

—Es el día más bonito que he visto desde que llegué a Valle de cobre, el clima casi siempre ha estado frio y lluvioso, los días soleados son mis favoritos.

—Yo prefiero los días nublados, los días fríos y lluviosos son mis favoritos. —Ginebra suspira con añoranza.

—Ja ja.

—¿Qué pasa?

—Eres muy peculiar, tu aspecto es dulce, pero tus gustos algo sombríos. Me gusta tu forma de ser, no eres predecible. Siempre me pregunto en que estás pensando, pareciera que tienes un sentimiento de melancolía en tu corazón, como si extrañaras a alguien. ¿Aun extrañas a David?

Ginebra se sorprende ante tal cuestionamiento.

—No. Ya quedó en el pasado, lo dejé ir hace tiempo.

—Lamento todo por lo que has pasado, tu madre, tu hermana y, sin embargo, creo que tienes el don de resiliencia, eso te convierte en una mujer fuerte.

Una ligera sonrisa brota de los labios de Ginebra. Llegar hasta ahí no fue fácil, le costó muchas lágrimas volver a tener paz, y todo gracias a su amado Alejandro.

—Los rumores corren como pólvora en este pueblo, desde que llegué, supe lo de tu familia y todo lo que habías pasado, la primera vez que te vi, tu rostro estaba lleno de tristeza, sé que no te conocía, pero no me gustó verte sola entre la maleza, lucias desesperada, confieso que me hubiera gustado llegar antes a este pueblo y evitar todo el daño que te han hecho, es estúpido porque no nos conocemos bien, pero cuando te ofrecí mi amistad, fui sincero, realmente no me interesa lo que la gente pueda pensar o hablar sobre nosotros, quiero conocerte y hacerme mi propia idea de ti, aunque no sé si eso es lo que tú quieres.




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