El rostro de Víctor está salpicado de intriga y curiosidad por escuchar lo que su hija tiene que
decirle.
—Me estas asustando hija.
—¿Que dirías si te dijera que todas esas criaturas de cuentos en realidad existen, pero estuvieron
ocultas a nuestros ojos debido a la hibernación de su señor? ¿Qué tal si el monstruo del pantano
en realidad, es un vampiro y que no es tan malo como dicen las leyendas?
—Diría que alguien que mató a tanta gente no podría ser bueno en lo absoluto.
Ginebra apaga la esperanza de su rostro con brusquedad y sorpresa.
—No pongas esa cara hija, sea lo que sea que hayas escuchado no es verdad, el monstruo del
pantano ya no existe, el único peligro, lo único sobre natural y macabro en este pueblo es esa
secta de demonios y asesinos. ¿sabes? Me siento seguro al saber de qué cuentas con la protección
de Fernando, él es un buen hombre. Pero bueno, me alegro de que estés enamorada de Alejandro
el cazador, por favor tráelo a casa lo antes posible.
—Sí papá…
—Excelente —dice Víctor mientras sonríe.
Ginebra se pone de pie y después de darle un beso a su padre se despide de él con una ligera
sonrisa.
—La próxima vez vendré acompañada por Alejandro y mis amigos y entonces lo comprenderás
todo, hasta entonces solo sigue confiando en mí, ¿sí?
—¿Qué? Jaja no sé qué quisiste decir, pero esperaré ansioso ese día.
Ginebra sale de la casa con un poco de tristeza, pero sabe que tarde o temprano tendrá que
contarle la verdad a su papá sobre su amado vampiro, pues al fin y al cabo Alejandro es el padre
del bebé que lleva dentro.
—Estoy segura de que una vez que escuches su historia lo veras con otros ojos, él es más que un
villano. —dice Ginebra en sus adentros.
Por otro lado, un hermoso vampiro se lava el cuerpo en las aguas frías de un rio, sus cabellos
largos y dorados se le pegan al cuerpo, su piel es tan blanca que parece porcelana, limpia la
sangre de sus víctimas, tallando con sus manos sus brazos y torso, se trata de Alejandro, se encuentra pensativo. ¿Por qué la sirena fundadora le dio esa singular piedra a Ginebra? ¿será acaso que su mujer se ha ilusionado con la idea de ser madre algún día? Una familia… eso es lo único que Alejandro no le puede dar, al menos es lo que con tanto dolor piensa.
Un fuerte suspiro se escapa de su garganta y Alejandro, con el agua resbalándole sobre el cuerpo
susurra.
—Lo único que deseo es pasar la eternidad contigo mi preciosa humana ¿Cómo puedo ser tan
egoísta? En la cara se te nota el deseo de formar una familia y aun con todo mi poder soy incapaz
de darte lo que más anhelas, solo tienes una vida y la tuya es tan corta…. Jamás tendría el valor
de convertirte en una vampira eso sería el acto más vil que un monstruo como yo puede cometer,
el infierno no sería suficiente para castigar mi maldad, A mi lado solo se te escapará la felicidad.
—Alejandro se sumerge en el agua por completo.
Mientras tanto, Ginebra se dirige al local de Beatriz, pero su estómago comienza a revolverse y
las náuseas se hacen presentes y vomita en repetidas ocasiones, las personas la miran y
comienzan a murmurar, pero ella se limpia y sigue su camino con rapidez.
—¿Viste eso? —dice una mujer llena de morbo.
—Sí, que asco.
—Parece que las salidas con el hijo del alcalde eran más que un paseo ¿no crees?
—Probablemente está enferma jaja, además Fernando es un hombre inteligente, jamás se
enredaría con una mujer como ella, la reputación de su familia está por los suelos, si llega a
convertirse en alcalde tendrá que escoger a una esposa respetada por el pueblo.
—Tienes razón, quizá escoja a una de nosotras jaja.
—¿Y por qué no? Las mujeres más codiciadas de Valle de cobre podríamos ser nosotras,
Ginebra Borgues ya pasó de moda.
—Eso díselo a los hombres, con todo lo que ha pasado siguen babeando por ella.
—Vámonos antes de que nos valla a pegar su mala suerte, dicen que esa mujer esta maldita.
—Creo que deberíamos hacernos una limpia.
Ginebra por fin a llegado al local de su amiga, su entrada al negocio es brusca y apresurada.
—Giny ¿estás bien? —pregunta Beatriz sorprendida.
—Necesito entrar al baño…voy a vomitar— Ginebra se abre paso mientras su estómago se
revuelve.
—Señorita Ginebra.
—¿Necesitas ayuda con algo amiga? ¿te detengo el cabello?
—En lugar de preguntar auxíliela.
Beatriz le saca la lengua a Leonardo mientras le hace una mueca y corre a ayudar a Ginebra.
—¡Hay que asco Giny! ¿pues qué diablos comiste?
La bruja se tapa la nariz y se aguanta las ganas de devolver el estómago.
—Lo siento amiga tengo mucho asco, hazte a un lado sigo yo…
Leonardo menea la cabeza al escuchar a Beatriz.
—Qué mujer tan vulgar.
Ginebra se sale del baño y se sienta en una silla.
—Lo siento, he tenido el estómago revuelto todo el día.
—Coma esto, le ayudara a mitigar las náuseas por el embarazo.
—Oye Leo, dame a mí también no seas malo —dice Beatriz llena de agotamiento.
—A usted no le daré nada.
—¿Qué? ¡Pero esas son mis almendras!
—Usted no está embarazada.
—¿Y eso qué? ¡Trae para acá pálido!
—¿Cómo me llamo bruja sinvergüenza?
De repente la campanilla del local suena, alguien ha entrado a la tienda.
—¡Maldición! ¡un cliente! Escóndete, no pueden verte por aquí, eres demasiado bonito para ser
humano, digo, demasiado llamativo quise decir jeje ¡largo de aquí! Me pones nerviosa…
—Beatriz lo apresura.
—Iré a la parte de atrás, por favor quíteme las manos de encima, despide un olor extraño.
#1467 en Novela romántica
#534 en Chick lit
#298 en Fantasía
#206 en Personajes sobrenaturales
Editado: 04.09.2022