El amante del pantano de Nil (libro 1)

Un impacto al corazón

El viento lleva consigo la velocidad de un rayo, un vampiro corre a toda prisa guiado

por el aroma de aquella humana, Aarón se aventura a ir a la mansión del pantano de

Nil, pues en el aire no hay rastros del olor de Alejandro y una vez que se encuentra

frente al lugar sigilosamente camina hacia su objetivo.

Aarón se asoma por la ventana y por los cristales puede ver a Ginebra cantándole una

canción a sus bebés mientras acaricia su abultado vientre, el duro rostro del vampiro

cambia bruscamente y su tensión es despojada por una sensación de paz, sus ojos se

abren de par en par he inclina un poco su cabeza para poder escuchar aquella tierna

canción y de tras de ese inesperado suspiro se escapa una sonrisa y no puede evitar

preguntarse ¿Nuestra madre nos cantó así alguna vez? ¿Alguna vez fuimos tan

amados?

Los minutos se hicieron horas y por fin Ginebra se ha quedado dormida, el momento de

Aarón ha llegado, como puede, entra a la habitación sin hacer ruido y contempla el

vientre desnudo de Ginebra y entonces el vampiro saca una daga de su brazo y se

dispone a asesinar a la mujer y al niño, pero justo cuando estaba dispuesto a enterrar

el cuchillo en el vientre algo inesperado lo detiene, algo que lo deja hipnotizado, algo se

mueve dentro de aquella humana y decide posar su mano en su barriga y se da cuenta

que la humana está preñada de dos bebés y al tacto comienzan a moverse.

¿Qué es este sentimiento? Se pregunta ¿Por qué se les considera una amenaza a

seres tan pequeños? Por alguna razón Aarón se identificaba con los hijos de la

humana, de pronto Ginebra comienza a despertar y Aarón sale de prisa asustado.

—¿Alejandro? —Ginebra mira a su alrededor, pero se da cuenta de que esta sola en la

habitación.

—Qué raro… creí haber dejado cerrada la ventana. —Ginebra se asoma y cierra

rápidamente la ventana.

—No puedo creer que ustedes dos me causen tanto sueño —dice la humana con una

sonrisa.

—No pude hacerlo…—piensa Aarón en sus adentros mientras se desploma en el suelo.

Mientras tanto Ginebra se sienta en el jardín mientras toma el té.

—Me pregunto cómo estará mi padre, hace un tiempo que no lo veo, ahora tengo cinco

meses de embarazo y no he tenido el valor de irlo a ver… ¿Y qué voy a decirle? Hola

padre soy yo, me embaracé de un vampiro ¿Cómo podría decirle algo así? Ni siquiera

estoy casada y aunque lo haré pronto supongo que él estará decepcionado, sé lo

mucho que desea verme vestida de novia —Ginebra suspira con tristeza.

Por otro lado, Leonardo y Alejandro se encuentran en la cima de una montaña.

—Mi señor, el comunicado ya fue dado a todos los vampiros y criaturas existentes ¿hay

algo más que pueda hacer por usted? —pregunta Leonardo con seriedad.

—Es todo, ya están advertidos, en cuanto a esos mellizos les haré saber lo que les

pasa a aquellos que me desobedecen. —dice Alejandro, con un rostro sombrío.

—Seguramente buscarán esconderse.

—Los encontraremos, aun sea debajo de las piedras.

—Sí amo. —Leonardo le hace una reverencia a Alejandro.

—Cambiando de tema señor ¿Le gustaría que calle a su comida por usted? —un grupo

de hombres gritan y se revuelcan desesperados, saben que pronto serán asesinados

por las criaturas de ojos rojos.

—No, lo hare yo mismo. —Alejandro se abalanza contra aquellos hombres y los devora

salvajemente mientras estos se retuercen ahogándose en su propia sangre.

—¿Ahora no se ven tan valientes verdad? —Leonardo le perfora el estómago con la

mano a uno de ellos, estos hombres eran unos asesinos, unos contrabandistas que

robaban mujeres y niños y los vendían a personas malvadas, pero ahora eran

devorados por vampiros.

De la montaña corren ríos de sangre y nuestros queridos vampiros se empapan con

ella y una vez que están satisfechos se recargan cada uno en una piedra quedando

frente a frente mientras la lluvia moja y lava sus cuerpos.

—¿Qué lo tiene tan pensativo mi señor? —pregunta Leonardo mirando fijamente a su

amo.

—Pienso en el padre de Ginebra y la impresión que le dará saber que yo soy quien

pretende ser esposo de su única hija, la primera vez que lo vi no le causé una buena

impresión, me presente como el amante de su hija, como un don juan que solo quería

aprovecharse de ella y al principio era así, Ginebra no me importaba, estaba con ella

solo por diversión, estaba aburrido y ella me entretenía. Pero después nos vinculamos,

me enamoré de ella como un loco, pero supongo que eso no importa, eso no cambia el

hecho de que soy un monstruo, el padre de Ginebra debe querer a alguien como ese

alcalde afeminado, un humano como ella, alguien que pueda caminar de la mano con

su hija en pleno sol, no a un demonio que la ame por las noches.

—Probablemente se caiga de la silla cuando sepa que usted es el rey de los vampiros,

pero creo que un padre solo quiere que sus hijos sean cuidados y amados por la

persona correcta y usted ha sabido amar a la señorita Ginebra mejor que cualquier otro

hombre.

—Cada que pienso en hablar con él, se me revuelve el estómago, un vértigo se apodera

de mí. —Alejandro está nervioso y no lo sabe.

—Me pasa lo mismo cuando veo a la bruja, al menos últimamente. —confiesa

Leonardo mientras se toca el estómago.

—Un rey no puede permitir que pase tanto tiempo el hablar con alguien, menos con el

padre de su novia, mañana hablare con él y le diré la verdad, tendrá que aceptarme,

nada impedirá que Ginebra sea mi esposa.

—Como ordene amo.

Alejandro ha decidido hablar con Víctor y pedir oficialmente la mano de Ginebra ¿Cómo




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