El amante del pantano de Nil (libro 1)

Los lamentos del demonio

 

El viento abrazador sigue presente en Valle de cobre, está por llover otra vez, el aire

frío le cala los huesos a las brujas, las cuales tienen el cuerpo tenso y la mente llena de

preguntas, por otro lado, Leonardo y Johan se han marchado, se dirigen cada uno al

lugar acordado, Ginebra está en la mansión, Alejandro está con ella, su única

intervención será si aquel demonio decide atacar a su amante, en esta ocasión Beatriz

tendrá que hacerse cargo del error de su aprendiz y gane o falle ella será quien pague

las consecuencias.

—No me siento tranquila dejando a Betty sola en esto… —Ginebra mira a su amiga

desde la ventana, Beatriz y Lía terminan de crear las runas que protegerán la mansión.

—No hay nada que puedas hacer, eres solo una humana, además estas embarazada,

cualquier accidente puede causarte la muerte a ti o a los bebés, no voy a arriesgarlos.

—dice Alejandro mientras la mira.

—Lo sé… pero por favor, si algo se complica... ayúdalas, hazlo por mí. —A veces se

me olvida que Alejandro es un rey, creo que soy muy atrevida al tratar de humanizarlo,

si bien él está recuperando partes de su esencia humana, aún sigue siendo un

vampiro, un rey sanguinario y temible, por eso las criaturas le temen, él ha hecho cosas

increíbles por mí, cosas que jamás imaginé, pero aún se comporta como el señor de

las sombras cuando se trata de reglas y leyes de su pueblo, aunque aún me cueste

creerlo, Betty es una de ellos al igual que Lía, ambas, seres sobre naturales, en todo

caso… yo soy la única que es diferente entre ellos, solo soy una humana. —Ginebra

estruja un extremo de su vestido, la impotencia se apodera de ella.

—Ya completamos las runas, rodean toda la mansión, difícilmente el espíritu se

acercará a Ginebra, tengo entendido que el demonio solo busca a los niños ya nacidos,

por suerte Alejandro está con ella. —dice Beatriz con seriedad.

—Daré lo mejor de mí, no permitiré que te castiguen por mi culpa. —murmura Lía

mientras tiembla de frío.

—Estas temblando, ven, ponte esto.

—¿Tu capa? Pero hace mucho frío ¡te enfermaras!

—¿Acaso crees que quiero que te resfríes? Además, mira tú nariz, está toda roja, igual

tus cachetes, Ven aquí.

Beatriz despeja el rostro de Lía quitándole el cabello de la cara, y le acomoda la capa

de manera que no le cuelgue mucho, mete las manos en los bolcillos así no se

congelaran.

—De verdad me esforzaré por no ser un estorbo, no importa que tan tenebrosa sea esa

cosa, no dejaré que escape, aprenderé de ti, nunca más volverá a pasar esto, lo

prometo.

—Lía, cometiste un error, los errores son comunes cuando aprendemos a hacer algo,

pase lo que pase quédate detrás de mí, si las cosas se ponen feas, corre, tu bienestar

es lo más importante ¿de acuerdo?

—Sí…

La hora muerta ha llegado, son las tres de la mañana en punto, Beatriz suspira

profundamente y se adentra junto con Lía al pantano dejando la mansión atrás, por otra

parte, Leonardo yace en el rio, alerta de que aquel demonio no se aparezca ahí, Johan

por su parte resguarda el lago alcatraz, contempla las runas que las brujas hicieron,

fascinado por la gran cantidad de magia que tienen aquellas marcas.

—Esa bruja es un estuche de monerías. —dice Bardana con una sonrisa.

Antes de irse Leonardo se dirigió a Beatriz y Lía con estas palabras: Si llegan a estar

en problemas, griten mi nombre, vendré enseguida a ayudarlas, ese demonio es

peligroso, no tienen que lidiar con él solas.

Beatriz solamente asintió con la cabeza mientras Lía se despedía de Leonardo con un

abrazo, sabe que, aunque quiera, Leonardo no podrá ayudarlas, ningún ser de este

plano podrá ayudarlas a sellar aquel espíritu, los demonios de ese tipo solo pueden ser

vencidos en el mundo espiritual, eso suponiendo que no sea un espíritu antiguo, de ser

así, no bastará con mandarlo al mundo de los muertos, necesitara averiguar su nombre

para poder sellarlo para siempre.

—¿Estas bien? —pregunta Lía a su mentora pues la mira muy pensativa.

—Lía.

—¿Adónde vamos? ¿Por qué nos alejamos del pantano?

—No iras conmigo.

—¿Qué?

—Crearé un hechizo de protección, así que pégate a aquel árbol.

—¿De qué hablas? ¡debo arreglar lo que hice!

—¡Obedece! Este hechizo creará un escudo, tú eres una niña, esa cosa ira por ti

también, haga lo que haga el demonio jamás penetrara esta barrera, los bordes tienen

agua bendita y un gran poder espiritual, estarás a salvo hasta que encuentre la manera

de detener a esa cosa.

—Pero…

—No te preocupes, tu maestra no es una mujer débil, además ya tengo una razón para

no dejarme vencer por nada.

Beatriz le sonríe a Lía y se va de ahí dejándola a salvo.

—¿Qué acaba de hacer? Si el rey se entera de que me dejó aquí se enfadara aún más

con ella, no quiero que la azote… ¿solo me queda pedir por ella? Que inútil soy…

Beatriz camina con cuidado, en cualquier momento el demonio puede aparecer y en el

lugar puede haber lagartos hambrientos, el frío es descomunal y los relámpagos

sacuden los cielos, hacen que el corazón de la bruja se estremezca, está preocupada

por su aprendiz, esa barrera no durara hasta el amanecer, por eso debe deshacerse

del espíritu lo antes posible.

Mientras la bruja va en camino Aarón la va siguiendo, todo el tiempo se ha mantenido a

raya, para no ser detectado por su rey, por alguna razón no puede despegarse de

Ginebra y sus bebés y los vigila entre las sombras, sabe lo que está pasando gracias a




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