El amante del pantano de Nil (libro 1)

Mi razón para ser fuerte

La mujer de los lamentos ha logrado hacerse más fuerte gracias a las almas que robó

de los niños del pueblo, pero hay una que no ha logrado devorar, un alma diferente, un

espíritu joven y lleno de magia, si el demonio logra devorar el alma de Lía, podría ser

perjudicial para nuestros amigos, se complicaría mandarla de nuevo a las fauces,

incluso podría liberar a más espíritus malignos y entonces no habría manera de

detenerla, tendrían un verdadero festín, no solo con las almas de los niños sino de todo

ser viviente.

Beatriz grita con todas sus fuerzas que el demonio va tras Lía, Leonardo mira a su

alrededor y no ve a la pequeña y entonces cierra sus ojos para poder olfatearla y así

dar con ella, la lluvia, el fango y todos los olores combinados hacen que encontrar a Lía

seas algo complicado pero una vez que detecta su aroma, va con Beatriz y la carga en

su espalda para llevarla hacia donde está la niña, Bardana por su parte quita el gran

trozo de madera que lo atravesaba y los sigue.

—¡Por favor apresúrate! ¡si la encuentra la matará! No solo quiere su alma…. Quiere

también su carne… —la sangre no deja de escurrirle en el rostro a Beatriz, su sangre

se mescla con la lluvia que cae sin remordimientos.

—¡No le tocará ni un pelo! ¡lo prometo! —dice Leonardo mientras su hombro se

mancha de rojo.

A lo lejos aquel espíritu siniestro contempla a la aprendiz de bruja, como una vestía a

su presa no le quita la mirada de encima, mira a una distancia considerable que aquella

niña está protegida por un escudo, definitivamente no hay manera de que pueda

sacarla de ahí con sus manos, solo hay una forma de hacer que Lía salga del hechizo

de protección por su propio pie.

—¡Esa cosa llegó a ella! —grita Bardana mientras observa al espíritu yendo de aquí

para ya mientras Lía se cubre la cara asustada.

—No podrá sacarla de ahí. —afirma Leonardo confiado.

El demonio comienza a caminar en cuatro patas como un perro, empieza a gruñir y

echar alaridos rodeando el árbol donde es resguardada la pequeña quien no deja de

temblar.

Beatriz por su parte reza para que el demonio no encuentre la manera de sacar a la

niña de ahí, porque si bien, el espíritu no puede sacarla, Lía si puede salir de ahí por

voluntad propia, la bruja de Misfa está muerta de miedo esa cosa comienza a caminar

como una araña mientras su cabeza gira bizarramente hasta cruzar la mirada con

Beatriz y una vez de cabeza le sonríe haciendo que la bruja se derrumbe, el demonio

por fin encontró la forma de llevarse a Lía.

—¡No dejaré que te la lleves!

Leonardo se abalanza contra el espíritu maligno, pero es inútil, no puede tocarlo, sus

golpes no pueden atravesar a aquella mujer.

—¿Qué es esto? —el mayordomo intenta herir al demonio, pero es imposible, este

espíritu no es como el espantapájaros, este no ha poseído nada, por lo tanto, no tiene

un cuerpo físico, aunque es frustrante Leonardo no puede hacer nada para detenerlo.

—¡No seas estúpido! ¡No puedes matar a un espíritu! —dice Bardana furioso.

—¡Encontraré la forma de herirla! ¡no puede ser invencible! —grita Leonardo cansado.

—¡Ah! ¡eres demasiado terco! —Johan se une a Leonardo y juntos intentan distraer al

demonio en lo que buscan la manera de ganar tiempo, pero Leonardo se da cuenta de

que este espíritu no es como la maldición del trianer, no pueden enfrentarlo de la

misma forma.

—por favor Lía… por nada del mundo salgas de ahí… —susurra Beatriz llena de

angustia mientras mira fijamente a Lía.

Pensar para la bruja se vuelve complicado, el golpe que se dio en la cabeza la ha

dejado mareada, mira a su alrededor, es inútil para los vampiros hacerle frente a esa

cosa, ellos no pueden tocarla, pero ella sí, y con sus garras les abre la carne dejando

su oscura sangre por todos lados, una y otra vez son arrojados con violencia y se les

rompen los huesos con brutalidad, si no fuera por su inmortalidad ya hace rato que

hubieran muerto.

—¡Leonardo! —Lía grita al ver como su preciado Vampiro es masacrado por aquella

maligna criatura.

—Dios…. Ganar tiempo no servirá de nada… —Beatriz mira como Bardana y Leonardo

son severamente heridos por el demonio y este se cansa de perder el tiempo con ellos

y grita con todas sus fuerzas.

La mujer de los lamentos usa su poder para hacer dos cruces con los árboles del

pantano y espinas enormes salen de ellas y con un grito arroja a los vampiros

clavándolos ahí, haciendo que estos escupan sangre, regenerarse de tantas

heridas les tomará algo de tiempo y quedan sus cuerpos ensartados mientras se

desangran.

Beatriz no tuvo tiempo de reaccionar, el demonio la ha atado contra un árbol de manos

y pies, sus ataduras son afiladas espinas que a un mínimo movimiento le desgarraran

la piel.

El espíritu maligno por fin se ha deshecho de sus estorbos y logra hacer contacto visual

con Lía y el demonio comienza a cantar.

El canto maldito del demonio, es lo que piensa Aarón mientras escucha la letra de

aquella abominación, una tétrica canción de cuna, es como si las animas del infierno

cantaran su canción acoro, Aaron mira preocupado a Beatriz, busca la manera de

acercarse a ella, no sabe por qué, pero tiene que ayudarla y como puede se acerca a la

bruja, no hay manera de que pueda desatarla sin desgarrarle la piel y frena su intento al

ver el montón de sangre.

—No te detengas… no te fijes en la sangre, necesito callar a esa maldita cosa antes de

que engañe a Lía.

Aaron se niega y corre a bajar de los maderos a Bardana y a Leonardo, estos se




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