El Amante Del Rey

1 El Rey

Palacio de la corona a inicios de 1688

El Rey David había tomado posesión del estado años atrás cuando su abuela la Gran Reina Madre Roxelana había muerto debido a una fiebre que la dejó muy debilitada y le costó su vida.

Hoy era un día triste para él, se casaba sin amor con una mujer ambiciosa su nombre era Anastasia y era una princesa de la dinastía española, David quiso gritar pero era imposible hacerlo.

Su hermana mayor la Reina Madre Elizabeth entró a sus aposentos con la mirada en alto, después de la muerte de su abuela ambos se había cuidado y como no existía una figura femenina regente en el palacio ella se convirtió en esa mujer que velaba por su bienestar.

— Parece que no estás feliz con la decisión que has tomado — le dijo Elizabeth a su hermano.

Él solo suspiro sin ganas de nada, no quería casarse pero el pueblo reclamaba un heredero al trono y su sobrino el Príncipe Jonathan se podría llegar a enfermar y morir.

— Ella solo quiere ser la Reina Consorte — le dijo a su hermana — no la amo, ni siquiera la deseo.

— Eres el rey debes de ser congruente con tus acciones no puedes seguir teniendo esos deseos — le dijo Elizabeth.

— Ni siquiera puedo elegir lo que quiero — replicó David.

Ella le sonrió y le tomo las manos en señal de apoyo como siempre lo había hecho, desde que era un niño.

— Si alguien lo descubre no importa que seas el rey — le dijo ella — la corona debe ser lo primero y no debes perderla, a menos que quieras que Lady Mariam logré quitarte del trono y poner a Jonathan en el.

— Ella es demasiado tonta para hacer algo así — comento David.

Elizabeth negó con la cabeza y lo miro con desaprobación.

— Lo sé, pero muchas veces los más mansos son los más inteligentes — comentó Elizabeth y continuó con su sermón — recuerda bien a nuestra abuela, fue más inteligente que el Príncipe Federico y logró poner en el trono a nuestro padre.

Esa era otra historia, la Gran Reina Madre Roxelana logró hacer lo imposible y se convirtió en una de las mujeres más poderosas de su época, pero de eso ya no quedaba nada.

— ¿No estás cansada de esto? — le preguntó David a su hermana.

— Soy la Reina Madre, la primer y única princesa en serlo pero lo más importante es que estoy a tu lado y jamás me case para velar por ti — le dijo su hermana.

Ella era la hermana mayor, jamás se casó para velar por el bien de su hermano y siempre trató de cuidar de él, junto a su abuela se encargaron de ello ya que había muchos enemigos.

— Eres joven tienes 40 años no dejes que... — pero ella lo interrumpió de inmediato.

— El amor es un capricho, prefiero velar por ti que cuidar de un viejo o un hombre al que no amó además no creo que me quieras lejos — le dijo Elizabeth mostrando una sonrisa.

Uno de los sirvientes del palacio entró a los aposentos del Rey David quien avisó que ya iba en camino a la ceremonia majestuosa en la catedral de la ciudad.

— Es el momento — le dijo la Reina Madre Elizabeth — no te preocupes la mantendremos a raya, su único deber será servirte de incubadora.

— Yo no quiero sonar — pero lo volvió a interrumpir.

— Sé que eres joven y necesitas vivir tu libertad — le dijo ella — no te preocupes te conseguire el mejor candidato.

Ella me comprende

Es como una madre, como la que perdí años atrás.

Sin embargo cuando menos espero ya estaba casado con una mujer a la que no amaba.

Ciudad a inicios de 1690
  
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La familia de Jadiel le debía a la corona, es por eso que uno de los funcionarios había llegado a su casa sin embargo la presencia de aquella mujer de mirada penetrante intimidó al padre.

— Escuché que te has atrasado con los pagos — le dijo la mujer con desdén al padre de familia.

El hombre tembló, sabía que aquella mujer no tenía compasión de nadie y mucho menos si los intereses de la deuda había subido drásticamente en el año casi siendo el triple.

— Mi señora es que yo... — pero fue interrumpido bruscamente por aquella mujer.

Ella lo miró con desdén, le parecía un tipo nefasto y tonto que se escondía debajo de las faldas de su mujer, ya casi los sacaba de su propiedad cuando el inoportuno muchacho llegó de imprevisto a la casa con unas monedas.

— Perdón... mi señora — se disculpó el muchacho.

— Parece que él trabaja más que tú por su familia — se burló la Reina Madre.

El hombre bajó la cabeza, no podía ni mirar a la mujer enfrente suyo quien reflejaba autoridad y poder.

— Mi señora yo puedo pagar la deuda trabajando en el palacio — le dijo el muchacho.

Elizabeth sonrió, a decir verdad le parecía un muchacho apuesto y atrevido por lo que tenía un trabajo especial para él.

— Cállate muchacho — le gritó el padre al hijo.

La mujer lo pensó un momento, sin embargo tomó rápido la decisión y le dedicó una falsa sonrisa al padre del muchacho.

— Él puede pagar tu deuda trabajando toda su vida para mi — le comentó la mujer al hombre.

— Mi hijo no es... — replicó el hombre.

La Reina Madre ordenó con un movimiento de manos que tomarán al muchacho, el hombre trató de hacer algo pero ella no lo dejó.

— Te perdono la deuda o... — sonrió — irás a las masmorras y tu hijo estará bajo mi tutela no tienes opción.

El hombre terminó por aceptar, la Reina Madre salió junto al muchacho de aquella propiedad dirigiéndose al palacio junto a su hermano el Rey David y su nuera la Reina Consorte Anastasia.

El muchacho estaba triste, no se pudo despedir de sus hermanos ni de su propia madre por lo que miraba hacía la nada con un vacío en su corazón.

— Ya no estés triste niño — le dijo la Reina Madre — recibirás la mejor educación, servirás al palacio y especialmente a su majestad.




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