El Amante Del Rey

4 El peso de la corona

Palacio de la corona a inicios de 1695

"Ser un monarca no es fácil, llevar una corona sobre tu cabeza significa mucho".

Jadiel temió fallar, pero no. Sintió que la vida le daba la oportunidad de aferrarse a alguien y esa persona era su majestad.

De alguna manera u otra estaba entre los brazos del rey, sumergido en un laberinto que parecía no tener fin, aunque al fin lo que había entre ellos no era amor, eso era lo que Jadiel tenia en su cabeza al imaginarse que en unas horas mas su majestad estaría revolcándose nuevamente con su esposa.

No debes de olvidar que esto fue solo una noche

— Jadiel, has despertado. — sonrió David.

Un ligero bostezo abandono los labios de Jadiel, sonrió como bobo al estar entre los brazos de su majestad quien no dejo escapar la oportunidad de robarle un beso. Ese beso logro iluminar los ojos del joven quien no se inmuto en dejarse llevar por eso que sentía en su pecho, un ligero cosquilleo en su estomago le produjo algo mas, un sentimiento que en poco tiempo nació.

— No puedo estar mas feliz, mi señor — dijo el muchacho con una sonrisa — estar a su lado es el por el que cualquiera lucharía.

— ¿Cualquiera? — inquirió con duda.

Jadiel no dijo nada mas, se envolvió nuevamente en los brazos del rey. Quiso pensar que todo esto era solo un sueño, hasta que tuvo que volver a la realidad.
                                                                        ***               ***                          ***               

Sus ojos se encontraban mirando al hombre frente a el, sin imaginar todo lo que sucedió lo imagino en un instante, uno tan remoto que le daba miedo e incertidumbre al pensar que su majestad lo tomaría por loco o iluso. Despertó del encanto en el que las palabras de David lo habían envuelto instantes atrás. Que iluso había sido al imaginar que viviría una historia de amor, no, él no era una princesa.

Recordaba las veces en que su padre pretendió que se casara con alguna mujer adinerada y de clase para pagar sus deudas, no falto la dama que llego a interesarse en las diferentes virtudes que envolvían a Jadiel, desde su forma de hablar hasta la manera en la que trataba a los demás, y que decir de aquellos ojos que habían conquistado mas de un corazón.

— Me tengo que retirar majestad, mañana me levantare temprano para tomar mis ultimas clases — le comento el joven.

David quedo maravillado por su manera de ser, la forma en la que en un solo instante logro que pusiera su mundo de cabeza.

— Descansa, espero puedas venir mañana por la tarde y ver algunos asuntos del estado — le dijo David.

Se marchó de aquellos aposentos, divago por un momento en lo que estaba haciendo, pero ya no había marcha atrás.

Lo que estaba sintiendo era diferente, Jadiel tenía ganas de acercarse cada vez más a David. Quería quitarle cada una de las prendas, besar cada parte del cuerpo del rey y de alguna manera, solo una tenerlo ante sus pies.

— Parece que te divertiste — dijo aquella mujer.

Jadiel asintió, hizo una leve reverencia y sonrió.

— Su Majestad fue muy amable y... lindo — dijo Jadiel.

Ser la Reina Madre no era fácil, eso lo sabía Elizabeth y por ello buscaba la manera de hacer feliz a su hermano, aunque fuera de una muy poco común.

— Reina Madre — dijo una voz a lo lejos.

La Reina Consorte Anastasia se acercó, levemente hizo una reverencia y beso la mano de la mujer enfrente suyo quien guardo el disgusto que sentía de verla. Ahora mismo se detestaba por haber consentido aquel matrimonio entre su majestad y la que una vez fue princesa.

— ¿Qué es lo que quieres Nasya? — inquirió Elizabeth.

Anastasia miró a Jadiel cómo si fuera poca cosa, odiaba que muchos de los sirvientes tuvieran que presenciar algunas conversaciones que según ella: "solo nos competen a nosotras".

— Más respeto Majestad — dijo la mujer sin mirarla a los ojos — está frente a la futura madre del próximo rey.

— Eres una mujer muy ambiciosa Anastasia Borbón — replicó la Reina Madre.

— Una que sabe lo que vale, por lo visto no ha dejado de enviar mujeres a su majestad para que engendre un bastardo que asuma el trono algún día — dijo la mujer sin el más mínimo pudor.

Aquello no era una mentira, Elizabeth desde hacía algunos años había enviado a una casa de verano mujeres a su hermano para poder procrear un vástago de él.

— Es mejor que se retire de la presencia de Su Majestad — dijo Jadiel interponiéndose entre ambas mujeres — no olvidé que es la Reina Madre.

Anastasia no dijo nada más, se retiró de la presencia de Elizabeth dibujando una falsa sonrisa en su rostro y con la reverencia correspondiente.

— No lo vuelvas hacer, Anastasia es muy peligrosa — dijo Elizabeth.

— Por nada del mundo dejaría que le faltasen al respeto, después de todo es la hermana mayor del rey — dijo el muchacho.

La mujer tomó aquello como un halago, aunque no olvidaba para nada las palabras de su cuñada.

— Por algo no me interesó jamás el matrimonio — dijo sin olvidar aquello que una vez se le fue prohibido.

***                     ***                              ***

Madam Romina le entrego a Jadiel un cuaderno, en realidad era un diario donde el joven anotaría todas sus vivencias, decepciones y logros. Algo porque luchar, fue lo que le dijo la anciana.

Sueños

Amores

Poder

— ¿Qué te dijo Su Majestad? — preguntó la anciana.

Le relató lo que había pasado después de que ella y la Reina Madre se habían marchado, también lo que sentía al estar cerca de aquel hombre que hoy estaba enamorado de él. La mujer quería pedirle a Jadiel que tuviese cuidado con la Reina Consorte, sabía que Anastasia era una mujer muy peligrosa si se lo proponía.

— Evita relacionarte de cerca con la esposa de su majestad, no lo hagas — le dijo Madam Romina.




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