El amante infernal (libro 2)

La muerte de un rey

El cuerpo débil y desmejorado de Alejandro había quedado inmóvil ante el hambre,

aquella fría mañana, Leonardo entró al calabozo junto con Beatriz y los dos se

quedaron tiesos al ver al rey sin vida, unos fuertes gritos de dolor sacudieron el castillo,

estremeciendo el alma de Ginebra quien corre a toda prisa hasta aquel húmedo lugar,

su corazón se encoje al ver a Leonardo cargando el cuerpo frio de Alejandro y esta cae

de rodillas deshecha ante la cruda escena.

—Alejandro… ¡Alejandro! —grita Ginebra a voz en cuello, el rey de los vampiros está

muerto.

—Ponte de pie Ginebra, el señor de todo murió, pero tu esposo sigue vivo. —expone

Beatriz con seriedad mientras Leonardo coloca el cuerpo de su amigo debajo de ese

gran árbol.

—¿Qué? —Ginebra está confundida, pero se tranquiliza un poco al ver la expresión de

Leonardo quien limpia el rostro de su amigo.

Ni siquiera el moho ni la humedad pudieron destruir la belleza de aquel hombre de

aspecto angelical, Ginebra se posa junto a su amado y de pronto Alejandro inhala

profundamente abriendo los ojos a la mortalidad.

—¡Alejandro!

Alejandro poco a poco recupera la conciencia, sus ojos abandonan el color carmesí

para entonces volver a su estado natural, un hermoso azul celeste, su piel pálida se

vuelve rosada y sus cabellos dorados recuperan el brillo de la vida, aquel apuesto

noble por fin había recuperado su humanidad.

—Lo lograste Alejandro… —Leonardo llora de alegría mientras este revisa sus manos,

se toca el corazón el cual le late con fuerza, siente como la sangre le bombea por todo

el cuerpo y entonces siente frio y los brazos de su hermosa esposa lo rodean,

Alejandro voltea el rostro y contempla a su preciosa Ginebra.

—Por fin somos iguales. —dice Alejandro con una tierna sonrisa.

Ginebra se abalanza contra él y por primera vez siente el calor de sus brazos, jamás

pensó que su belleza humana superaría a la del vampiro, los ojos de su esposo brillan

con intensidad, por fin volvió a ser un hombre ordinario.

Y de pronto, una voz áspera se escucha entre la naturaleza, uno de los sabios ha

venido en representación del grupo, ha corroborado con sus propios ojos la

transformación de Alejandro.

—Veo que tuviste éxito. —el sabio se dirige a Alejandro ya no como su rey si no como

un humano y añade. —a partir de hoy se te despoja del título de rey y tu autoridad se le

entrega a Leonardo Divaroni, señor y regente del pueblo vampírico mientras los

príncipes llegan a la mayoría de edad, la lealtad de nuestra raza es para usted regente.

El sabio le hace una reverencia a Leonardo para nuevamente dirigirse a Alejandro.

—Como lo prometimos, Ginebra y tú vivirán bajo nuestra protección, ningún vampiro

levantará la mano contra ustedes, vive tu vida como quieras, fuiste un gran rey

Alejandro de Romani.

El sabio desapareció entre los arboles dejando tranquilos a nuestros amigos, este era

el inicio de una nueva historia.

El rumor de que Alejandro había logrado recuperar su humanidad corrió por todos los

rincones del mundo, haciendo que muchos vampiros que deseaban lo mismo

intentaran soportar la abstinencia, muchos lo intentaron, pero sucumbieron ante la sed

y desistieron, otros murieron de hambre en el intento y solamente diez lograron

recuperar su humanidad, estos mismos que buscaron a Alejandro para vivir en

comunidad con él, le tenían tanto respeto que fueron en su búsqueda.

Y entonces pasó un año, aquellos vampiros formaron una comunidad, eran cuatro

mujeres y seis hombres, Alejandro los recibió y fundaron una aldea, Leonardo lo

acompañó en todo el proceso, pero su tiempo juntos tarde o temprano tendría que

acabar, cuando los príncipes cumplieran los cinco años de edad deberían ser quitados

del seno de su madre, esa fue la condición que los vampiros les pusieron para que sus

padres pudieran criarlos parte de su niñez y aun que el hecho de pensar en separarse

de sus hijos le partía el alma a Ginebra esta se dedicaba en cuerpo y alma para

hacerles sentir su amor, esto era una crueldad, separar a los hijos de su madre, pero

Ginebra y Alejandro sabían que sus niños no les pertenecían, ellos eran propiedad de

los vampiros, debían crecer con ellos y criarse con la realeza, jamás podrían llevar una

vida normal pues al final de cuentas sus hijos se alimentaban de sangre humana.

—Te aferras a ellos con fuerza. —le dice Beatriz a Ginebra con pena pues sabe lo que

le espera en unos años.

—Me quedan solo cuatro años para disfrutarlos, después de eso…jamás volveré a

verlos. —expresa Ginebra resignada.

—Tú siempre serás su madre, les recordaremos lo mucho que los amaste de niños y

estoy segura de que ellos jamás lo olvidarán.

—El costo de recuperar la humanidad de mi esposo fueron mis hijos, me han cobrado

muy caro la felicidad.

Beatriz mira con tristeza a su amiga, solo estarán juntas por unos cuantos años, en el

momento en el que Leonardo se convirtió en regente un peso muy grande se le colocó

en los hombros, las cosas ya no volverían a ser como antes, desde que el mundo supo

de la existencia de los seres sobrenaturales la guerra y la muerte están tocando a la

puerta, muy pronto el mundo se dividirá, humanos contra vampiros, hombres mortales

contra seres inmortales, los vampiros tienen prohibido relacionarse con los humanos y

Alejandro y Ginebra no son la excepción, una vez que los príncipes cumplan cinco

años, Leonardo, Lía y Beatriz también se irán de su lado.

Por otro lado, Valle de cobre había terminado de restaurar sus ruinas y en medio de la




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